Enterrar la vieja empresa y renovar el sindicalismo

La experiencia confirma la afirmación de que “las empresas suelen tener el sindicalismo que se merecen”. Al opinar sobre la acción de los sindicatos y sus propuestas en cada empresa, se debería relacionar cada caso con las circunstancias en las que intervienen.

Para ser más explícito, en una empresa vieja lo habitual –e incluso lógico– es encontrar un sindicalismo antiguo. En una empresa humanizada y abierta, lo normal –y lógico–, es encontrar un sindicalismo innovador y dialogante, porque cuando no es así, pierde peso y sirve de poco, y lo más probable es que desaparezca ya que vehicula deficientemente los intereses de quienes aspira a representar.

Al analizar el comportamiento de nuestro sindicalismo habría que preguntarse en qué realidad se mueve y qué empresas predominan en nuestro país, si las de finales del XIX y principios del XX, descritas por el profesor Guillermo de la Dehesa (El Empresario del Siglo XXI), que corresponden a un perfecto Homo economicus, es decir “hedonista en el consumo, egoísta en la riqueza, individualista en la gestión y estajanovista en su trabajo”.

O si predomina el empresario del Siglo XXI, que el mismo profesor define, como quien “se adapta a un nuevo entorno económico más abierto, global y complejo, donde los valores del egoísmo comienzan a dar paso al altruismo, a quien su flexibilidad, el trabajo en equipo, la capacidad creativa y de innovación, sustituyen a la rigidez y el individualismo. Un empresario que ya no vive aislado, tiene responsabilidades sociales respecto a sus empleados, los clientes, los suministradores, y un entorno cada vez más competitivo, que le exige una excelencia que sobrepasa sus tradicionales dotes de mando”.

Según qué tipo de empresa y de empresario se trate, la respuesta sindical, podemos suponer, es también distinta. En una empresa vieja y taylorista, cuya base de organización del trabajo es rígida, autoritaria, donde la iniciativa y la participación de los trabajadores y sus representantes encajan mal, poco sindicalismo moderno y europeo se puede esperar que nazca y crezca. Poca innovación sindical se puede esperar cuando hay escasos instrumentos de diálogo y negociación para la flexibilidad, ya que ésta se limita a los elementos externos (el despido, los contratos eventuales, la escasa formación, etc.).

Pocas propuestas sindicales innovadoras se pueden esperar en una empresa que se siente cómoda con un cuerpo normativo y contractual como el actual, pensado precisamente para ella y sus trabajos de bajo valor añadido, de poca formación y con trabajadores fáciles de sustituir. ¿Qué sindicalismo se puede esperar más allá de la resistencia, incluso la frustración y resignación frente al abuso que posibilita la grave situación de crisis y el brutal desempleo? Sólo resistir, sobrevivir y esperar tiempos mejores que cambien los equilibrios, como hace cincuenta o cien años y muy posiblemente realizando un sindicalismo parecido de esos años.

La pregunta –y el reto– es si nuestro sindicalismo, su organización, medios, estructura y propuestas está suficientemente preparado para la nueva empresa y el nuevo empresario del Siglo XXI, que los hay, y muchos; donde el trabajo requiere versatilidad e iniciativa de las personas más allá de su responsabilidad, con jerarquías más difusas y organigramas más planos, y necesita formación permanente, implicación y compromiso con la marcha de la empresa.

La pregunta de mérito es si el sindicalismo está en condiciones de responder a esta empresa más compleja y dinámica, necesitada atender los intereses individuales y conciliarlos con los colectivos, que sobrevive por su capacidad de innovación, reacción y flexibilidad, y para quien nuestro mercado de trabajo y el actual marco legal y contractual suponen una desincentivación y una rémora.

La respuesta es afirmativa. Sí, nuestro sindicalismo puede y sabe responder, tenemos cientos de ejemplos cada día, ante la política de aquellos empresarios innovadores que colocan a las personas en el eje de su gestión, y se esfuerzan por tener una actitud más abierta y global, en el que sus valores comienzan a dar paso al compromiso y a la responsabilidad social. Este empresario reclama y merece todo el esfuerzo de innovación y renovación sindical porque es ahí donde está el progreso, en el encuentro de estas dos voluntades renovadoras, lo que nos debe permitir enterrar la vieja empresa.

Joaquim González Muntadas es director de ética de organizaciones