Enterrar instituciones
La muerte de Isabel II ha servido para demostrar que en los momentos difíciles, como el que vivimos, las personas miran a sus representantes e instituciones para sentirse más fuertes y amparados
Ha resultado revelador observar cómo una parte de la opinión pública ha señalado la importancia de la continuidad de la monarquía para el futuro del Reino Unido, mientras que la otra ha puesto su foco en resaltar que se trata de una institución sin futuro.
La forma en que han reaccionado los ciudadanos del Reino Unido tras la muerte de Isabel II, la ceremonia de su entierro y la coronación de Carlos III ha provocado admiración y rechazo, fascinación y contrariedad, envidia y repudio. Se ha podido constatar que no va a resultar fácil para las izquierdas más radicales enterrar los símbolos que generan valores de continuidad en la sociedad.
La monarquía, que se ha mantenido como institución en el tiempo gracias a la fuerza que ha ejercido contra sus enemigos, tanto interiores como exteriores, para ostentar el poder, basa hoy su existencia en ser útil al Estado para fortalecer la estabilidad institucional y el orden social. Los intentos de relativizar la importancia de la monarquía en el Reino Unido, apelando a la máxima popular “a rey muerto, rey puesto”, para subrayar que es una institución obsoleta, chocan con el sentimiento de admiración y respeto que expresan muchos ciudadanos ante ella.
Los críticos han visto la oportunidad de reivindicar la República
La tendencia de enterrar todo lo que suena a pasado, aunque sea útil para vivir el presente y afrontar el futuro, denota que hay una imperiosa necesidad de seguir pasando factura a la forma como se ha contado la Historia hasta nuestros días. Los contrarios a seguir manteniendo a reyes y reinas, princesas y príncipes, se preguntan cómo es posible no censurar a la institución monárquica cuando los reyes y reinas que han ocupado el trono han abusado de su poder, han colonizado países, han iniciado guerras, han perseguido a sus críticos o han favorecido arbitrariamente a unos cuantos elegidos.
Al morir la Reina Isabel II, los críticos han visto la oportunidad de reivindicar la República incidiendo en el hecho de que una vida ejemplar, como debería ser la de una reina, está llena de errores. La muerte de Isabel II ha servido para demostrar que en los momentos difíciles como el que vivimos, las personas miran a sus representantes e instituciones para sentirse más fuertes y amparados. No estamos asistiendo a la desaparición de las instituciones por ser consideradas caducas, como se tacha a la monarquía, sino que estamos advirtiendo que muchas personas consideran esencial preservar sus instituciones.