«Enemigos del pueblo»
Los carteles que califican de "enemigos del pueblo" a las fuerzas constitucionalistas no han sido condenados por el independentismo
Los carteles llevan ya varias semanas colgados en algunos puntos céntricos de la ciudad de Lleida. Anónimos, como suelen ser en estos casos, arremeten contra los líderes de los cinco grupos de la oposición en el Parlamento de Cataluña –Miquel Iceta, del PSC; Lluís Rabell, de Catalunya Sí Que Es Pot; Inés Arrimadas, de Ciutadans, y Xavier Albiol, del PP-, a quienes se acusa de ser “enemigos del pueblo”. ¿Motivo? Se afirma que son “los que niegan el democrático derecho a la autodeterminación”. Y el cartel se cierra con una frase tan lapidaria como amenazante: “Tratémoslos como a tales”. Es decir, “tratémoslos como enemigos del pueblo”.
Hasta que la semana pasada unos pocos medios de comunicación catalanes se hicieron finalmente eco de semejante barbaridad, apenas se había dado alguna importancia a estos carteles. Además de la lógica denuncia pública de los cuatro grupos políticos directamente aludidos y del rechazo por parte de los principales medios de comunicación privados, que se sepa hasta este momento no se ha oído todavía ni una sola voz de crítica, censura o reprobación de estos carteles por parte de ninguna institución, entidad, formación política o personalidad individual del movimiento secesionista.
Ni una sola voz, ni tan siquiera del Gobierno de la Generalitat presidido por Carles Puigdemont, ni tampoco de los partidos que le dan apoyo en el Parlamento catalán, se ha alzado contra este grave atentado público a la convivencia libre, ordenada y pacífica de la ciudadanía catalana, sea cual sea su ideología u opción política o partidaria.
Hasta este momento no se ha oído todavía ni una sola voz de crítica de estos carteles por parte de ninguna institución secesionista
Aún mucho más grave y preocupante que los carteles amenazantes es, al menos a mi modo de ver, la pasividad ante ellos, el silencio cómplice –y quién sabe si incluso complacido o complaciente- por parte del conjunto del movimiento secesionista. Lo que presentaron como “la revolución de las sonrisas” nos está mostrando su auténtica faz unanimista, totalista y totalitaria, y por consiguiente amenazante, con actitudes intolerantes, intransigentes y excluyentes. Con unos pocos fanáticos descerebrados que actúan a modo de avanzadilla violenta –por ahora solo verbal, aunque con algún que otro episodio vandálico contra sedes de los mismos partidos denunciados en estos carteles- y con el resto dando la callada por respuesta, por aquello de quien calla otorga.
Resulta por lo demás curioso que estos acusados como “enemigos del pueblo”, aunque no sumen mayoría absoluta en el Parlamento catalán, representan a la mayoría absoluta de los ciudadanos de Cataluña que fueron a votar en las últimas elecciones autonómicas, que los secesionistas plantearon en clave plebiscitaria. Se hace muy difícil comprender cómo pueden ser “enemigos del pueblo” quienes, sumados, recibieron más votos que todos aquellos que ahora les amenazan o, como mínimo, son incapaces de defenderles ante estas amenazas.