Endesa, otrora española

En España hay dos eléctricas tradicionales (Endesa e Iberdrola) y una invitada al mercado (Gas Natural Fenosa). El mercado se lo reparten entre las tres por territorios, que vienen concedidos a partir de su implantación histórica y el crecimiento inorgánico posterior.

Hubo un tiempo en el que Endesa era una empresa española en sentido estricto: sumaba la propiedad de Fecsa-Endesa (catalanas); de Eléctricas Reunidas de Zaragoza (aragonesa) y de Sevillana de Electricidad (andaluza). También tenía algo de presencia en otras autonomías, pero con diferencias en lo que se refiere a su cuota de mercado, que en las comunidades de referencia era virtualmente monopolística.

Incluso hubo un momento en el que otra empresa española (Gas Natural) intentó hacerse con su control. Fue un error de percepción de los catalanes, porque pagaban poco y lo hicieron en un momento nada propicio para sus intereses. Endesa había sido una compañía privatizada en los años en los que el PSOE y el PP decidieron liberalizar sectores y grandes empresas públicas. Fruto de aquel proceso se había conformado con una morfología típica: empresa con sede central en Madrid y mercados reales en las autonomías antes mencionadas. Sus dirigentes se dedicaron al negocio internacional al rebufo de los gobiernos de turno y se hicieron una pequeña pirámide en la capital española.

 
La sede central de Madrid peligra con un negocio basado solo en Cataluña, Andalucía y Aragón
  

Las fricciones que supuso la OPA de Gas Natural sobre Endesa aún siguen vivas en la retina y la memoria de muchos. Manuel Pizarro, turolense tan listo como terco, les ganó la partida con un ejemplar de la Constitución (¡qué premonición!) en la mano. Los gobiernos, que en ocasiones parecen peleles sin constantes vitales, asistieron al asunto con frialdad. Dejaron que José Manuel Entrecanales (Acciona) hiciera el pelotazo de su vida al intermediar en la operación para frenar la entrada de los alemanes de E.ON y luego le entregaron la joven doncella eléctrica a los italianos de Enel, que a Rodríguez Zapatero, presidente por aquellos tiempos, le debían parecer unos asexuados pretendientes.

En Francia, el estado jacobino jamás ha dejado que su Électricité de France pase a manos extranjeras. ¡Faltaría más que la grandeur se viera sometida a los vecinos! En la España del café para todos, todo (permítase el juego de palabras) es un poco igual… Los italianos se quedaron Endesa y, tras unos años de bondad y tranquilidad al frente de la eléctrica, han decidido desgajarla. Los negocios internacionales dependerán de Roma y esa sede central de Madrid, donde está el corazón pero no las piernas y los brazos de la empresa, peligra de manera clara. Si el negocio está en Cataluña, Sevilla o Zaragoza no tiene demasiado sentido la dependencia capitalina. Es como si Endesa hubiera sido de los primeros en entender que el estado autonómico con domicilio fiscal en Madrid tiene poco futuro.

La última novedad es la llegada de un nuevo consejero delegado, José Bogas. O, dicho de otro modo, de un administrador del negocio peninsular, porque el resto se llevará desde Roma y sea Chile o cualquier otro país de Latinoamérica con posibilidades de rentabilidad hablará, energéticamente, italiano. Bogas será el último español que entienda Endesa con ese concepto. El resto de la compañía no es que haya perdido nacionalidad, lo que sucede es que se ha vuelto genuinamente, y a todos los efectos, italiana. Un aviso claro por si en la faraónica sede central madrileña aún queda alguien despistado.