Encontrar trabajo no sólo depende de la crisis

En mi vida he realizado cerca de un centenar de entrevistas de trabajo. Al principio de mi carrera, me las hacían, y últimamente soy yo quien las hace. Cuando me las hacían, al salir de la entrevista anotaba en una libreta (la debo tener en algún cajón) todas las cosas positivas y negativas que recordaba. Este autoanálisis me servía para poder mejorar cada vez la imagen que yo daba de mí mismo y que mis entrevistadores percibían.

Recuerdo alguno de los compañeros de la facultad, que siempre que nos encontrábamos me decía «nadie me da trabajo» y se quejaba amargamente de la ineficiencia del mercado de trabajo, de la crisis (post-olímpica del año 1994) y de las pocas oportunidades que la sociedad ofrecía a la ya entonces generación mejor formada de la historia, la llamada Generación-JASP (Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados).

En las entrevistas que he realizado he conocido personas de todo tipo, de las que me hacían creer que siempre saldrían adelante y otras que me hacían creer que el mundo estaba contra ellos. La única vez que he llorado despidiendo a alguien fue el día que recibí la orden de prescindir de una chica de las del primer grupo. Fue una pérdida para mi departamento y para la empresa, ya que en plena crisis y en menos de 4 meses, estaba trabajando para otra empresa más grande, con mejor sueldo y más cerca de casa. ¿Casualidad? Entonces sospechaba que no. Ahora sé que no fue la casualidad, sino su actitud.

Varios estudios han determinado que la empleabilidad, (es decir, la probabilidad de que una persona determinada se encuentre en condiciones de acceder a un puesto de trabajo) viene determinada por tres tipos de factores: estructurales, competenciales y psicosociales.

La crisis es claramente un factor estructural, ajeno al individuo y que influye (menos de lo que pensamos) en la posibilidad de encontrar un trabajo.

Las competencias que uno tiene (títulos, años de experiencia, idiomas, buena presencia, etc …) parecería que son el factor determinante de empleabilidad, pero tampoco es así.

Primero, porque estos factores se pueden modificar con el tiempo. En el caso de la buena imagen esto sucede de forma inmediata cambiando el peinado (las mujeres) o poniéndonos una corbata (los hombres). Pero en otros casos realizando unos estudios de larga duración (como medicina, 6 años de carrera más 4 años de MIR) que nos cambiarían totalmente la perspectiva laboral.

Y segundo, porque a igualdad de competencias (que habitualmente tienen los que llegan a la fase final de un proceso de selección), quienes seleccionamos personas nos decantamos por factores de tipo psicosocial como la predisposición a asumir responsabilidades, la flexibilidad horaria o las exigencias de unas determinadas condiciones de trabajo.

Una vez asistí a un taller que se titulaba: El candidato ideal para el trabajo ideal. La primera parte de la sesión consistía en que cada uno escribiera en un papel su trabajo perfecto: horario ideal, localización ideal, sueldo ideal, responsabilidad ideal. Y posteriormente, y ahí era donde empezaban a chirriar los engranajes de los asistentes, tomar esta «job description» y ponerse en situación de contratar a alguien para esa posición escribiendo todas y cada una de las competencias y actitudes que esta persona debía tener para poderla desarrollar. Huelga decir que casi ninguno de nosotros cumplía ni la mitad de expectativas de la empresa para ese puesto de trabajo ideal!

Culpabilizar (únicamente) la crisis de nuestra desempleo es una actitud conformista e inmovilista que repercute directamente en nuestra empleabilidad. Aquellos que mientras están parados organizan su tiempo para buscar trabajo, se forman, hacen mejoras o ordenan sus viviendas, ayudan y piden consejo a compañeros o realizan actividades voluntarias sólo para mantenerse activos tienen muchas más posibilidades de encontrar trabajo que aquellos profesionales de su propio ramo que no lo hacen.

Encontrar trabajo, no es sólo cuestión de actitud (factores psicosociales), pero cuando explico que en la bolsa de trabajo que gestiono algunas de las ofertas se quedan vacantes la gente no me cree. Cuando explico que carecen ingenieros especializados en creación de aplicaciones para dispositivos móviles, enfermeros para ir a Inglaterra / Alemania o ingenieros para Brasil, y me responden que no tienen la formación, o que no saben el idioma, o que tienen una hipoteca aquí. Mis colegas parados me están diciendo que les falta una competencia, pero también que disponen de los factores psicosociales que les permitirían cambiar esta competencia a medio plazo.

Esto no debería extrañarnos. Veréis. En otro estudio que se realiza desde el año 1990 (la World Values Survey), se pregunta a los padres de diferentes países cuáles son las cinco cualidades que intentan inculcar a sus hijos. Los resultados de Alemania y España son diferentes. En un país, los padres querrían que sus hijos fueran independientes e imaginativos, mientras que, en el otro, preferirían que fueran obedientes y altruistas.

¿Puede pronosticar si este factor incide en la tasa de ocupación de las personas de un país? ¿Os atrevéis a adivinar cuál es cuál?

Sólo contesto la primera: ¡Sí, claro! Alemania tiene un 8% de paro y España un 27%. La segunda respuesta la encontrará en el área de estudios de la caja de aquí.