¿En qué momento se jodió el socialismo?

Como en el inicio de Conversación en La Catedral, no es difícil encontrarse hoy militantes o simpatizantes socialistas caminando como lo hacía Santiago Zavala, el protagonista de la célebre novela de Mario Vargas Llosa.

“Desde la puerta de La Crónica Santiago mira la avenida Tacna, sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú? Los canillitas merodean entre los vehículos detenidos por el semáforo de Wilson voceando los diarios de la tarde y él echa a andar, despacio, hacia la Colmena. Las manos en los bolsillos, cabizbajo, va escoltado por transeúntes que avanzan, también, hacia la Plaza…”

La pregunta ya no es siquiera acerca de un país que también, sino, como Zavalita, sobre ellos mismos, sobre su ideología, su proyecto socialdemócrata o catalanista o municipalista. ¿En qué momento se jodió el partido de los socialistas catalanes? ¿Y el socialismo español? ¿Cuándo el declive dobló la línea de flotación e hizo el hundimiento aparentemente inevitable?

¿Fue con Obiols, con Maragall, con Montilla o con Navarro? ¿Sucedió cuando prevalecieron los tácticos sobre los estrategas o al imponerse los capitanes de los ayuntamientos sobre los intelectuales catalanistas? ¿Cuándo empezó a joderse: en la oposición blanda al pujolismo o en los gobiernos tripartitos? ¿Cuando mandaba en el PSOE o cuando envió a peones en desuso a practicar un cierto autismo? ¿Con los críticos o con los acríticos?

 
Quizá sea una carga excesiva sobre tan jóvenes hombros pedirles que levanten al socialismo español de los humeantes escombros

Cuesta saberlo y quizás carezca de la más mínima importancia ahora. Queda la pregunta como ejercicio retórico y como fuente de disputas más o menos históricas, como un debate intelectual con el que entretenerse. La cuestión más urgente es qué queda en el PSC, sobre qué bases levantar un nuevo proyecto político, quién, con quienes y para quién. Algo perfectamente extensible al conjunto de los socialistas españoles.

Y la verdad no parece que quede mucho donde apoyarse. Cuando repetidos desastres electorales todo lo que han traído han sido semanas de debates sobre el procedimiento para elegir a sus líderes más que sobre las propuestas de éstos, cuando aún hasta ayer los nombres que han saltado a la palestra apenas pueden presentar otro aval que el de su juventud: Eduardo Madina, 38; Pedro Sánchez, 42; y Núria Parlon, 39; como si la corta edad fuera una virtud en sí misma, cuando sólo se tienen esos mimbres cuesta trabajo sacar un bonito cesto.

Cuando de ninguno de ellos puede conocerse alguna iniciativa parlamentaria relevante o una intervención a recordar, algún análisis, algún escrito que nos haya sorprendido por su innovador punto de vista… quizá sea una carga excesiva sobre tan jóvenes hombros pedirles que levanten al socialismo español de los humeantes escombros a que hoy parece reducido. Y, sin embargo, ésa es la tarea urgente en la que deberían estar enfrascados los hombres del socialismo español.

Olvídense del momento en que se jodió el partido que fundara Pablo Iglesias (el político nacido en Ferrol en 1850 no el líder de Podemos, claro) y piensen en qué pueden ofrecer hoy a la sociedad que pueda ser una alternativa tanto a su derecha como a su izquierda. O eso o, entonces sí, tendrán tiempo de sobra para discutir dónde empezó el final.