En la encrucijada
El ritmo de crecimiento de la economía catalana ha dejado de liderar la carrera de la economía española para situarse en el pelotón: la relación entre la pérdida de fuelle y el proceso soberanista es evidente.
España, y Cataluña dentro de ella, ha dado un salto mayúsculo en los últimos 45 años en términos económicos y de bienestar social. Este éxito se explica por la propia actitud de los españoles –capaces de grandes logros cuando se lo proponen y trabajan unidos-, la pertenencia a la Unión Europea y un marco institucional estable basado en la Constitución del 78 y los principios en ella recogidos: estado de derecho, estado de bienestar, estado de las autonomías, monarquía parlamentaria, economía social de mercado y separación de poderes.
En este prolongado periodo de progreso –que se ha visto frenado ahora por la pandemia- Cataluña ha sido líder gracias a la capacidad emprendedora de sus ciudadanos y sus empresas, entendidas estas en el sentido más amplio: empresarios, trabajadores y stakeholders.
Los últimos cuatro años en Cataluña han estado marcados políticamente por el proceso independentista y, en paralelo, por el declive económico de una comunidad autónoma que hasta hace poco constituía el principal motor de crecimiento para el conjunto de España.
La desaceleración catalana
Desde luego no se ha producido un hundimiento de la economía catalana –de indiscutible potencia- pero sí un progresivo debilitamiento –y la consiguiente pérdida de liderazgo- que tuvo su punto álgido cuando las empresas empezaron a abandonar Cataluña en el otoño de 2017 empujadas por la inestabilidad institucional y la inseguridad jurídica que supuso la convocatoria y celebración del referéndum soberanista ilegal, en el contexto del bloque normativo que en el mes de septiembre había aprobado el Parlament, vulnerando la Constitución.
A día de hoy, ya son 7.000 las compañías catalanas que han cambiado su sede social a otra comunidad autónoma. Empresas que han desplazado sus órganos de decisión fuera de Cataluña y que, en su mayoría, pienso que no volverán.
Esa pérdida de relevancia en el ámbito económico queda perfectamente documentada en el Observatorio Económico Empresarial de Cataluña que elabora la Cámara de Comercio de España desde hace cuatro años y en el que se analizan la evolución de 75 indicadores económico-empresariales de carácter público en Cataluña y su comparación con el resto de España.
Crecimiento por debajo de la media
Antes del procés, Cataluña crecía ligeramente por encima de la media española y, en términos relativos, ocupaba el tercer puesto en el ranking nacional, solo por detrás de Murcia y Baleares. A partir de 2017, el ritmo de crecimiento de la economía catalana ha sido ligeramente peor a la media nacional, pero ha pasado a ocupar el puesto 11º en la tabla. Ha dejado, por tanto, de liderar la carrera de la economía española para situarse en el pelotón.
La relación entre esta pérdida de fuelle económico y el proceso soberanista es evidente. En esos cuatro años los dirigentes independentistas han descuidado el impulso a la innovación, la creación de empleo, la formación, el emprendimiento, la digitalización o la internacionalización–que son las palancas del progreso- para recrearse en la ensoñación independentista, que no ha hecho sino provocar frustración y fractura social. La falta de estabilidad institucional y de un marco jurídico estable perjudica la atracción de proyectos empresariales y nuevas inversiones.
El desastre en términos sanitarios y sociales del Covid-19 ha impactado de manera asimétrica en la economía y ha perjudicado de manera especialmente intensa a Cataluña por su liderazgo en el sector turístico. Es necesario revertir esa situación y hay que hacerlo cuanto antes.
La oportunidad que brinda la UE
Por suerte estamos en la Unión Europea que en esta ocasión ha estado a la altura en su respuesta a los problemas creados por la pandemia. Cataluña, como el resto de España, cuenta con una oportunidad única de reinvención y transformación en el marco del Mecanismo de Recuperación Europeo Next Generation EU. Y cuenta, además, con palancas que pueden actuar como aceleradoras de ese cambio.
Una de ellas es Barcelona, que constituye desde hace décadas una marca identificada con la modernidad, la innovación, la cultura, el entendimiento y la integración. Gracias a esa reputación labrada día a día había conseguido ser el principal destino de cruceros del Mediterráneo
Hablar de Barcelona es hacerlo de una ciudad abierta, con una excelente calidad de vida, cosmopolita y vanguardista. Un modelo en el que se han inspirado muchas grandes ciudades del resto de España y de todo el mundo. Barcelona ha sido capaz de atraer inversión y talento internacional porque es un lugar apetecible para vivir y porque siempre ha ofrecido un entorno amigable para la actividad empresarial.
El proyecto que es la Fira
Lamentablemente los dirigentes del procés han postergado a Barcelona y su significación como la otra capital de España y que venía siendo primera en su vínculo europeo.
Otra palanca es la Fira, una institución fundamental para el desarrollo económico, el impulso de la innovación y la internacionalización de la economía catalana y española desde la colaboración público-privada y el entendimiento institucional.
Desgraciadamente la pandemia y sus consecuencias han perjudicado su buena marcha por lo que debemos esforzarnos en recuperar el proyecto de la Fira como proyecto de país y un ejemplo conspicuo de colaboración público-privada. Este es el modelo que debemos recuperar para Cataluña porque es el que nos ha hecho progresar en el pasado y volverá a hacerlo en el futuro.
Y en ese esquema de cooperación y lealtad institucional, la Cámara de Comercio de España y la Fundación Incyde de las Cámaras de Comercio están dispuestas a jugar un papel dinamizador y agregador de impulso a la actividad empresarial y de apoyo al tejido productivo catalán. Y en este orden de cosas, las Cámaras de Comercio catalanas deben esforzarse más que nunca en mirar al futuro con espíritu constructivo.
Hacia un futuro brillante
Recuperarnos de la grave crisis económica provocada por el Covid-19 nos obliga a un profundo proceso de cambio basado en la digitalización, la transición ecológica, la formación, el emprendimiento y la internacionalización. Los fondos europeos nos brindan una magnífica oportunidad para llevar a cabo las reformas estructurales que nuestra economía necesita y ha venido postergando.
Reformas para mejorar la formación, incrementar la productividad y competitividad de las empresas, generar más y mejor empleo. En definitiva, reformas para mejorar la vida de la gente y alcanzar un modelo económico más sólido, resiliente, sostenible e inclusivo.
En esa tarea deberíamos centrar todos nuestros esfuerzos y hacerlo todos a una, dejando a un lado lo que nos separa, y poniendo el foco en lo que realmente importa: superar la crisis y conseguir un país mejor para todos.