“En España só hai vellos e parados”
Escuché la frase en una conversación entre dos jubilados, ya no en esta crisis, sino en la anterior, la de Felipe. Debía ser el año 94, y por la televisión acababan de difundir que España rozaba el 25% de paro. Cada uno de los contertulios había interpretado el dato a su manera, y ahora polemizaban sobre su significado. Uno de ellos afirmaba que uno de cada cuatro españoles estaba en paro, y el resto trabajaba. El otro, sin embargo, se emperraba en que el 25% de los españoles trabajaba, y el resto vivía de subsidios. “O vintecinco por cento son os que fan algo” decía “o resto somos vellos e parados. ¡En España só hai vellos e parados!”.
Con el tiempo, me he dado cuenta de que ambos tenían un poco de razón. El dato, obviamente, reflejaba que había un demandante de empleo por cada tres trabajadores, pero creo que merece la pena analizar los datos con un poco de paciencia y contextualizarlos con la población total. Quizás comprendamos algo mejor la crisis de las finanzas públicas.
Tenemos que tener claro que, como bien dijo nuestro ex presidente Zapatero, los parados registrados por los datos de lo que antes era el INEM no son un reflejo fiel de la “gente que no está trabajando”, sino que son «gente que se ha apuntado al paro». Aclaremos: el parado es una persona que ha pasado en las últimas cuatro semanas por un «proceso activo de búsqueda», dándose de alta como demandante de empleo y pasando a renovarla. Si no ha renovado, queda fuera de la estadística.
En España hay 5.891.124 demandantes de empleo, de los que casi 920.000 están ya trabajando y se han apuntado para mejorar su situación, con lo que no son, propiamente, parados. Además, las cifras dejan fuera de la contabilidad a los parados que tienen requisitos en su demanda de empleo y a los que están realizando acciones de formación (otro medio millón, aproximadamente). Esto nos da 4.427.930 parados registrados.
Cuando hace un año hablábamos de que estábamos rozando los seis millones de parados, hacíamos referencia a la cifra de la Encuesta de Población Activa (EPA). A la hora de realizar esta encuesta se interroga a un determinado número de hogares al azar y se extrapolan las cifras para calcular cuánta gente está buscando trabajo en España. Para la EPA, un parado es aquel que tiene más de dieciséis años, no ha estado trabajando en la semana anterior a la encuesta pero sí ha buscado empleo en las últimas cuatro semanas, y que estaría disponible para trabajar en los próximos catorce días. Las cifras de parados de la EPA siempre son más altas que las de los demandantes de empleo, puesto que mucha gente ya ni se molesta en visitar el servicio público de empleo correspondiente.
El último dato arroja 5.622.900 parados, pero ojo: las personas que no han mandado un currículum o han realizado una búsqueda activa de empleo en las últimas cuatro semanas tampoco son parados, dice la EPA. Y no sabemos cuántos son: gente que ya ha perdido toda la esperanza de encontrar un puesto en el mercado laboral, ya sea en el servicio público de empleo o buscándolo por su cuenta. Además, hay un número constante de personas, en torno al cuarto de millón, que señalan en la encuesta que querrían trabajar más horas pero no pueden.
Los que están estudiando porque no encuentran trabajo, los que han emigrado porque no veían oportunidades laborales aunque sigan empadronados en España, los desencantados que no pasan por la oficina de empleo, los que ya no buscan, los excluidos crónicos del mercado laboral… No están dentro de los 5,6 millones de personas que mencionábamos antes, pero tampoco van a contribuir a las finanzas de este país. A 1 de enero de 2014, la población española es de 46.507.760 habitantes. Un total de 7.498.446 son menores de 16 años; no pueden trabajar. Los mayores de 65 años, teóricamente jubilados, son otros 8.442.886. Nos quedamos, entonces, con 30.566.428 personas que podrían tener empleo.
De esos treinta millones y medio de personas trabajan 16.605.098 personas, algo más de la mitad. Es decir, en España trabaja el 55,5% de las personas entre 16 y 65 años; el resto, estudian, reciben una paga de desempleo, son amas de casa, trabajan en negro, tienen una invalidez… Pero no contribuyen a la Seguridad Social con un salario ni tienen empleo legal. Si no llegase dinero de Europa, podríamos decir que estos 16,6 millones de trabajadores (de los que 2,8 millones son funcionarios y quién sabe cuántos empleados por el sector público indirectamente), el 35,69% de la población mantiene al resto. Y además, son tan ricos que les sobra el dinero para trenes de alta velocidad, diputaciones, aviones Eurofighters de último modelo (ya se nos han estrellado tres, perdiéndose más de ciento cincuenta millones de euros sólo en material) y submarinos que se hunden, 8.119 ayuntamientos, subvenciones sin cuento para mantener a flote actividades improductivas, museos sin visitantes, empresas públicas sin actividad y demás gastos espurios que todos conocemos y que hasta cansa enumerar. Sin duda, un pequeño milagro de la economía. El segundo jubilado no andaba muy desencaminado, por lo que parece.
Y claro, el dato hay que contextualizarlo con nuestro entorno. En Alemania están cerca del récord de empleo, giran en torno a los 40 millones de alemanes trabajando sobre una población de 80.621.788: la mitad de la población trabaja. En Reino Unido son 29.801.000 empleados sobre algo más de 64 millones de habitantes: un 46,5% de empleados. Francia, 28 millones de trabajadores y 66 millones de habitantes, aquí el porcentaje baja hasta el 42,42%. Todos estos países, son, por añadidura, más ricos y productivos por hora trabajada que España. ¿Cuál es el secreto español? Que, de momento, de estos países más ricos, y más productivos, y con más gente trabajando, llega ahorro para financiar nuestra deuda. De momento.