En defensa de Brufau
Por la cúpula de Repsol han pasado muchos personajes notables de este país. Desde que tengo uso de razón conozco algunos nombres, pero de casi ninguno me atrevería a asegurar que conocían el negocio, el sector de la energía y el mercado de los derivados del petróleo.
Casi todos, salvo uno: Antoni Brufau. El ejecutivo catalán es un hombre que vino de la auditoría, donde se forjó como un contable implacable; trabajó en La Caixa como principal gestor de su grupo de participaciones industriales y, finalmente, hizo un largo master en Gas Natural, empresa en la que acabó de aprender aquello que le faltaba por conocer de los mercados energéticos.
Brufau preside Repsol desde hace años, pero antes ya formaba parte de su consejo de administración. Conoce la compañía como la palma de su mano, incluso cuando su presidente era el amigo de José María Aznar, el aristocrático Alfonso Cortina.
Puede que Brufau se haya atrincherado en algunas decisiones y que su carácter le haya traicionado ante el gobierno argentino y su presidenta. Nadie puede resolver esa duda salvo los dos afectados. Pero si ese es su principal error, también es cierto que ha sabido gestionar la reconversión de la compañía, de sus reservas estratégicas y protegerla de los reiterados asaltos a la propiedad como pocos. Justo por esa misma altanería que se le critica, hoy Repsol sigue alardeando de ser una compañía de capital español y estratégica en los mercados internacionales.
El acuerdo con Argentina puede ser raquítico, pero es mejor que un buen pleito. Al final, Repsol será resarcida por aquello que le fue literalmente expoliado. Sus accionistas no pueden quejarse, salvo que la queja (por ejemplo en el caso de la mexicana Pemex) esconda otro tipo de lamento. Por eso, todos los esfuerzos de algunos grupos de comunicación por derribar al directivo de Mollerussa son insuficientes a alguien que fue capaz de lanzar una opa sobre Iberdrola desde Gas Natural o que resistió las arremetidas de Pemex y Sacyr (en la época de Luis del Rivero) por desnaturalizar Repsol.
Se quede o no al frente de la petrolera será una decisión que tendrá mucho que ver con la situación política española, los intereses de sus accionistas y las lealtades individuales. Al presidente de La Caixa, Isidro Fainé, le enaltecerá defender a su compañero y antiguo adversario en la entidad de ahorros. Lo más seguro de todo es que nadie podrá decir que Brufau haya paseado el trasero por las sillas de Repsol. Algo que sí podría decirse de otros directivos y ejecutivos que ahora critican al empresario catalán por razones más tacticistas que estructurales.