Hace unos días asistí a una interesante presentación del libro Emprende tu propia aventura de dos tipos peculiares, Tomas Soler y Joan Riera. Ambos consultores y el segundo profesor en Esade. A pesar de ser una persona crítica, en mis artículos, por los enfoques de las escuelas de negocio, creo que siempre es positivo escuchar opiniones diferentes para seguir aprendiendo.
Reconozco que me gustaron algunos momentos, y como no algunas citas. Por ejemplo aquella de Victor Hugo “El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes, es oportunidad”, o aquellas de Albert Einstein como “La creatividad nace de la angustia, como el día nace de la noche oscura” o “La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progresos”.
Me quede, pero, un poco desolado porque pensé, como en la mayoría de conferencias nacidas en escuelas de negocios -digase ESADE, IESE, IE, u otras -, que las grandes citas quedaron nuevamente escondidas cual anécdotas en un mar de principios demasiado tangibles. Y, ¿cuáles son esos principios pensarán?. Básicamente, que el fin de emprender es el éxito. Y estas escuelas, no tiene sentido negarlo, basan el éxito en el simple rendimiento económico. Es decir, en la acumulación de dinero.
Y aquí planteo mi total divergencia con los principios de las escuelas de negocio. Para ellas emprender es el medio para conseguir un éxito económico. Para mi, y algunos más, es algo más sencillo, y quizás menos tangible, que es simplemente ser feliz. Y el medio para ser feliz no siempre debe estar basado en el estigma económico, sino en hacer lo que uno quiere o desea, colaborar en nuevas ideas o proyectos, y sentir el día a día como una experiencia única. La vida es corta, vívela intensamente.
Curiosamente, pero, la visión de las escuelas de negocios es la que más ha impregnado la sociedad española en todas sus capas. Donde dice Einstein que “la creatividad nace de la angustia” aquí, con toda la angustia que hay, somos todo menos creativos. Es más, vemos que algunos se tiran a la calle para protestar porque entienden que ya no pueden alcanzar el éxito económico. No van a escuelas de negocios, pero ejercen sus principios de forma eficiente.
Dice Einstein que las “crisis trae progresos”, y aquí en España trae miedos. Algunos comienzan a tomar las calles temerosos de perder sus status, azuzados por unos supuestos líderes que hace años que ya no trabajan. Gente curiosamente que viven de no trabajar, de no estar angustiados por sus prebendas económicas, por lo cuál no pueden progresar o aportar ningún valor añadido a la sociedad que les mantiene. Somos un país tan hipócrita y egoísta que preferimos manifestarnos para que baje un grado la temperatura en un aula, antes de que por miles de deshauciados que duermen en la calle.
Las “oportunidades” de Victor Hugo o las “creatividades” de Albert Einstein vuelan por delante de nuestras narices mientras algunos solo quieren la comodidad del trabajo de ocho a tres, y los sueldos de 2.000 euros para arriba. En el fondo, todos ellos son carne de escuelas de negocios. Y en una situación como la actual no debemos negar que tienen todos los números para ser unos infelices. Y la verdad, vivir en un país de infelices no es el mejor caldo de cultivo del emprendedor.
Sí, es duro plantearlo así; pero la mayoría de los que se quejan ahora nunca tendrán una mejor oportunidad de emprender. Pero no sólo eso, van camino de convertir la infelicidad en el motor de su vida. La vida se vive una vez, y el fin de lograr dinero como medio de la felicidad es tan banal como pretender tener un empleo por vida con las máximas garantías. Algunos hablan de esclavitud cuando nuestra legislación laboral sigue siendo la más benévola para el trabajador de Europa.
Que nadie dude que sindicatos y algún que otro partido político se equivocan en dirigir toda la atención en esa línea. Crear o movilizar infelices no les hará llenar sus mochilas de votos o de afiliados. Todo lo contrario cuando uno es feliz puede pensar en mejorar sus derechos y buscar el esfuerzo común para progresar, cuando uno es infeliz sólo busca la confrontación y alejarse de las normas. Quien se manifiesta no es carne de sindicato, es carne de escuela de negocios. Por eso, no hay que ser un genio de la comunicación de masas para darse cuenta que el camino que pretenden seguir los sindicatos les va a llevar a su fin. Lo cual, seamos francos, no es positivo para ningún país.
Estamos viviendo unos momentos únicos en la historia de España. Unos momentos donde las oportunidades surgen de debajo de cada piedra. Aunque sorprenda lo he repetido infinidad de veces. Además, tenemos una generación con estudios y preparada. Es una lastima que algunos líderes, gente más propia del siglo XIX, los quiera manipular bajo el pretexto, más estúpido que otra cosa, que el éxito depende del capital al cual critican.
Debemos, por eso, empezar a trabajar para que la gente joven y no tan joven emprenda más por placer que por dinero. Y esa labor debe ser cosa del Gobierno y de los medios. Aquí hablamos de cambiar una mentalidad, bien por la vía de la comunicación, por la vía de los incentivos o hasta de la ilusión. Además, oía en la conferencia de hace unos días una cosa que creo que es básica. Una cosa tan elemental en la vida que a veces no la valoramos en su justa medida: disponer de sentido del humor.
Personalmente detesto a la gente que es incapaz de reírse de sí mismo, de reírse de los problemas, y que afronta su día a día como un monótono aburrimiento de su paso por la vida. Realmente es detestable nacer para simplemente morir. Y eso es la antítesis de un emprendedor. Curiosamente, pero, es lo que muchos quieren convertir este país. En un puñetero lugar donde simplemente se nace, y simplemente se muere.
Debemos, pues, trabajar para emprender basándonos en el placer de lo que queremos hacer antes que en dinero que nos puede traer. Si hacemos lo que nos apetece seguramente seremos más felices, y siendo más felices tendremos más oportunidades de disfrutar la vida, con sus risas y sus lloros. Pero todos somos libres de tomar la decisión más oportuna. Entonces, si simplemente quieren quedarse con su aburrido horario de ocho a tres, no lo dude mañana toca manifestarse. Sigan siendo infelices.