Emprender con el estilo Torres o Urdangarín

 

Leyendo a diario crónicas sobre los negocios del Instituto Nóos, una organización sin ánimo de lucro, gestionada por Diego Torres e Iñaki Urdangarin, a uno le asaltan dudas sobre si podríamos considerarlos un buen ejemplo de emprendedores en la España actual. ¿Quizás polémico? Miremos fríamente los datos.

Reduzcamos el tema a la historia de base, como cualquier analista debería hacer. Uno, Diego, se busca un amigo con imagen pública y se supone don de gentes, Iñaki, para introducirse más rápidamente en clientes de alto nivel. Otro, Iñaki (por cierto, infante, o marido de infanta), simplemente va de empresa en empresa, pública o privada, llevando un presupuesto bajo la mano y presentándolo a las personas adecuadas para la obtención del contrato. Nada alejado de la realidad comercial de cualquier empresa de España, uno genera proyectos y otro los vende.

Como es lógico en cualquier empresa, el margen económico de actuación y del beneficio, depende de lo que el cliente quiera pagar. Seríamos ignorantes si pretendiéramos poner un limite a esa decisión empresarial. Si un mismo producto no vale lo mismo en El Corte Inglés o Mercadona nadie osará de acusar al más caro por venderlo con más margen. A las malas entenderemos que ha ofrecido un mayor valor añadido. Así, todos los que nos hemos dedicado a vender intentamos por coherencia no poner el precio justo, sino el precio interesante. A mayor margen, mayor beneficio.

A estas alturas, tampoco nadie duda que si mañana llevamos un caso a un bufete tipo Garrigues o Cuatrecasas el presupuesto será mayor que si lo llevamos al Bufete Gonzalez, dicho con todo el respeto. Nadie duda tampoco de que es el mercado y, en todo caso, nuestra decisión final, la que nos llevará a un camino o otro. ¿Por qué dudamos, pues, de Diego e Iñaki?. ¿No han hecho lo que cualquier empresa?. Es decir, poner en venta unos servicios y lograr su objetivo de venderlos. Todo gracias a un acierto en su política de marketing: seamos francos, llevar a un infante vende en España.

Si todo lo actuado es legal, de acuerdo con Hacienda y la ley de contratación de administración pública, quizás deberíamos pedir más explicaciones a quien se ha dejado seducir por una venta que a quienes han hecho lo primero que le pedimos a un emprendedor. Es decir, vender y vender. En todo caso, tiremos de la manta e investiguemos a las empresas y administraciones que han dado esos contratos y cuál ha sido el motivo oscuro de esa contratación. Quizás suene polémico pero Diego e Iñaki, salvo temas delictivos fiscales, no han hecho más que emprender un negocio, dándole un valor añadido a su acción de venta con una margen superior al marcado por el mercado. Más listos ellos, más tontos quienes han comprado.

La pregunta es: ¿bajo qué criterio unos gestores (Comunidad Valenciana, Baleares, Telefónica, entre otros) aceptan un presupuesto alzado por un servicio de valor añadido, en principio inferior? Y nadie en una estructura de empresa o administración pública, repito nadie, toma esa decisión fuera de su propia estructura. Porque es la misma estructura (por el valor intrínseco de la imagen que supone tener en nómina a un infante) quien aprueba esa operación. ¿Alguien duda de que Iñaki no viviría en Washington si se hubiera casado con la hija del bufete Gonzalez de antes? Señores, el problema no son Diego e Iñaki, unos emprendedores, sino unas estructuras en un país enfermo donde la imagen prima más que el producto.

Si dudamos que Diego e Iñaki han aprovechado el valor añadido de disponer de un miembro de la casa real como agente comercial, es que dudamos del valor de emprender en este país, y tiramos por la borda la labor de muchos emprendedores, que en el fondo lo que quieren es vender. A ellos no podemos juzgarlos (salvo por otro tipos de delitos) por ser unos emprendedores listos que han encontrado su propio El Dorado. Ellos no son culpables, la historia de España, si.

Todas las empresas buscan el mejor comercial y el mejor precio, para ofrecer un valor añadido superior a la
competencia y eso no debemos obviarlo. Diego e Iñaki lo han logrado dando forma a su valor añadido, algo tan simple y quizás tan obvio como “¡tenga un príncipe en su plantilla!”. Gustará o no gustará, será triste o no, pero ésta es la España actual, donde todas las empresas buscan príncipes; los príncipes, clientes y las estructuras de empresas y administraciones, la forma de codearse con ellos.

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