Emprendedores de anécdotas

Una primera pregunta para empezar. ¿Existen realmente emprendedores tecnológicos serios en España? Quizás es demasiado concreta, y hasta cruel, dirán algunos. Seamos francos: algo de razón no les falta. El clima para emprender en este país, en tecnología ya ni hablamos, es seguramente de los más adversos en Europa. Diga lo que diga Mariano Rajoy, cualquier ministro de su Gabinete o hasta la Marca España.

Por eso, con ese clima tan adverso no es extraño comprobar que «ningún emprendedor tecnológico» esté en la lista de 100 personas más ricas de España, según Forbes. Aunque sea una comparación odiosa, en el listado de Estados Unidos aparecen decenas de ellos. Incluso un buen número en el top 30.

En España, ninguno en los 100 primeros, y seguramente ni en los 1.000. Es más, les reto a que me digan tres, cuatro o cinco empresas tecnológicas punteras con una facturación real importante.

Pongamos, por ejemplo, por encima del 0,2% de la facturación de Google, o sea unos 120 millones. ¿Conocen muchas? Perdón, ¿conocen alguna española tecnológica con esa facturación?

Obviamente siempre hemos oído hablar de un problema de entorno. Incluso hemos iniciado la columna con esa reflexión. Pero quizás deberíamos profundizar más en el problema. Si analizamos datos vemos que algunos de los «grandes emprendedores del país». Ya saben, esos que se autocalifican como emprendedores «en serie» han recibido más dinero del que han facturado o facturarán nunca.

Pasean por eventos, campañas publicitarias tras decenas de años emprendiendo como si aún fueran adolescentes. Creo, quizás de forma equivocada, que emprender tantos años seguidos sin cristalizar no debe ser sano. Les voy a bautizar como los «emprendedores de anécdotas».

Los emprendedores de anécdotas son ese tipo de gente ideal para llevar a una reunión o a una conferencia y explicarles un business plan, es decir, ideales para ponerlrs de jurado para otorgar un premio. Se trata de gente vivida en detalles insulsos que, simplemente, han montado con dinero ajeno un mundo de anécdotas, no una vida profesional.

Es gente ideal para dejar muchas bocas abiertas e incluso ampliar con gracia su escala social. Ascienden a medida que suman fracasos –algo francamente curioso–. Ante un problema siempre piden tiempo porque son incapaces de dar respuestas ágiles. Quizás desconocen que una vida no se forma de anécdotas, sino de experiencias, algo diferente simplemente por la profundidad en la implicación en uno u otro tema. Ser constante y ser disciplinado en el cumplimiento de una actividad es la puerta de la experiencia. Y la experiencia es el primer paso para el conocimiento y el reconocimiento social. Las anécdotas son la superficialidad de la vida.

Y claro el  gran capital no es tonto. Obviamente, el capital local no es gran capital. Piensen los 5-10 proyectos más valorados en España en comparación con Estados Unidos. ¿Cuál es la principal diferencia? ¿Lo han visto? ¿Piensen? Cuantas empresas tecnológicas españolas de éxito local tienen bajo control toda la cadena de valor. En mi búsqueda, pocas o ninguna. La mayoría son aplicaciones sobre la base de terceras compañías: billetes de avión, los mapas de Google. Qué harían estas empresas si las otras cerraran su acceso a la venta de pasajes o a los gráficos de Google. Si estas desaparecen, esos negocios desaparecen.

Aquí, lo dicho, invertimos en código –supongo que somos buenos– como hasta hace no mucho se invertía en tocho. Pero el futuro, nadie se equivoque, no es el código, sino crear cadenas de valor añadido bajo un control total del sistema. Y con todo el respeto ni uno de los 100 emprendedores más publicitados en España –ya saben conferenciantes, escritores de libros, jurados en premios y otros cantamañanas diversos– ha creado una simple cadena de valor añadido que pueda decir que está bajo su total control.