Eminencia gris
Somos el país con un mayor porcentaje de universitarios trabajando que tienen sobrecualificación para el puesto que desempeñan
En septiembre de este ya casi fenecido 2017 la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), una de estas pocas instituciones internacionales que todavía mantiene un cierto prestigio, en colaboración con la Fundación Conocimiento y Desarrollo (FCYD), ésta quizás menos conocida, publicó dos estudios que nos han pasado un tanto desapercibidos y que responden al título de «La contribución de las universidades españolas al desarrollo«.
De los informes mencionados se pueden extraer conclusiones de enorme interés. Y así, cuatro de cada diez jóvenes españoles entre los 25 y los 34 años posee una titulación universitaria, situación acorde con la de los países de la OCDE con una mayor tasa de universitarios (41% en el caso de España y 43% en el caso de la media de la OCDE). Frente a ello, el porcentaje de dicho colectivo de jóvenes que no tienen Bachillerato ni FP de grado medio en España supone el 35%, esto es, más del doble que la media europea de la OCDE, que se sitúa en el 16%.
Otro dato llamativo es el porcentaje de jóvenes entre los 25 a 34 años que poseen bachillerato o FP de grado medio, suponiendo en España el 24% ante el 42% de los países de la OCDE y el 45% con respecto a los países de la Unión Europea. A ello le podemos añadir que somos el país con un mayor porcentaje de universitarios trabajando que tienen sobrecualificación para el puesto que desempeñan. La media en Europa es del 23% y nosotros presentamos un porcentaje del 36,8%, el segundo más alto de toda la Unión Europea después de Chipre. En resumen, que tenemos mucho titulado superior, pocos titulados medios y los titulados superiores desempeñan los trabajos de las personas con estudios más técnicos o prácticos. Mucho ingeniero para tan poco fontanero.
Se utiliza la denominación «eminencia gris» para designar aquella persona que actúa de manera secreta o poco visible en apoyo y ayuda de un soberano o gobernante provocando y poniendo en marcha las estrategias diseñadas para que estas desemboquen en éxito. Aldous Huxley escribió la biografía del más conocido éminence grise, el abate Joseph, sacerdote capuchino de nombre François Leclerc du Tremblay, quien fue la mano derecha del cardenal Richelieu en la Francia del siglo XVII. La denominación se debe al color que adoptaban los austeros hábitos de los frailes capuchinos, el marrón claro casi gris, frente al más llamativo púrpura cardenalicio. Fue, sin duda, el gran orquestador de las exitosas políticas de su mentor, el cardenal político entre los políticos cardenales, creando para su eminencia toda una sarta de eficaces comunicaciones y convincentes panfletos que permitieron orientar la opinión pública hacia los intereses franceses en Europa. Incluso el taimado y sagaz fraile llegó a dirigir el principal periódico del reino, el Mercure Français. Siguiendo a Maquiavelo, ambos ejemplificaron de manera sublime la máxima del florentino, quien enuncia que gobernar es hacer creer cosas. Gracias a su ascendiente sobre sus propios compañeros capuchinos, creó una red de informadores y trasmisores de información de gran utilidad para los intereses del impopular y odiado Richelieu, denominado, en contraposición, «eminencia roja«.
A partir del literario personaje, se utiliza la expresión «eminencia gris» para caracterizar a esa suerte de segundón de absoluta confianza y mano derecha del principal, que ejerce su influencia así como sus bien probadas artes en beneficio de una figura relevante y con evidente presencia. Se caracterizan por ser sujetos introvertidos, reservados y calculadores, debiéndose todo ello a una superior inteligencia que aplican mediante sus manifiestas habilidades a la consecución de unos objetivos de alto rango. No precisan una posición formal y obvia para proceder y actuar, pero siempre están al servicio de los intereses de quienes los orientan, protegen y alientan. La cautela así como una hábil creación de escenarios y soluciones los hace muy eficaces, en particular ejecutando sus maniobras en el marco de la más absoluta discreción.
Uniendo los dos mundos, el exceso de formación de los universitarios que se convertirán en líderes en el futuro con la figura de la «eminencia gris» personificada en el padre Joseph, nos atrevemos a enunciar que, frente a la creencia popular de que España es tierra de genios singulares y no de movimientos coordinados y aunados, en realidad somos poseedores de una imagen del liderazgo un tanto desenfocada. No estamos huérfanos de líderes; faltan verdaderos segundones, fontaneros de las relaciones, segundas líneas de respaldo y apoyo a los liderazgos manifiestos que permitan, sobre todo en el escenario político, crear ese entramado previo a la resolución final que provoquen la gobernabilidad de las instituciones sociales. El exceso de protagonismo de unas supuestas élites preparadas oscurece e incluso invalida el necesario trabajo, callado y fructífero, de quienes deben ejercer, mediante su silencioso actuar, de apoyo para la toma y posterior implantación de unas decisiones acertadas. Sucede en las empresas como también ocurre en la política y el último fiasco en el cansino hasta el hartazgo procés catalán lo tornó en manifiestamente evidente. Ha faltado fontanería y sobrado ingeniería; mucha abogacía del estado y poco desatranco de cañerias. Y cómo no y siempre en política, la altura de miras resulta decisiva en momentos trascendentales de la historia.
No hay como finalizar un breve artículo recurriendo a una de esas frases lapidarias preñadas de sentido y trascendencia, en este caso enunciada por el personaje del Dr. Henry Jekyll de Roberto Louis Stevenson, cuando en su archiconocida obra «El extraño caso del Doctor Jekyll y el Señor Hyde» proclama: «quiéreme cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite«. Y sí, obra y esquizofrénicos personajes, en este caso, no están elegidos al azar ni como mero ejemplo; no.
Manuel Carneiro Caneda es director general de IFFE Business School