Elliott, España y Cataluña

A Elliott le duele la falta de diálogo porque ama a España, ama a Cataluña y observa como seguimos por el camino que conduce a la separación

John Elliott, Sir John, es un gran hispanista. El mejor, el más profundo, el más bienintencionado y sincero, al lado y con permiso de Hugh Thomas, Lord Thomas of Swynnerton.

El tratamiento de uno y el título real –no hereditario— que dio escaño al segundo en la Cámara de los Lores muestra como en Gran Bretaña los mejores son enaltecidos.

En otra ocasión les hablaré de mis diálogos con Thomas, gran conversador, gran conservador y gran pro europeísta.

La historia debe servir como herramienta para el presente

Hoy reportaré la conclusión de la jugosa lección particular de historia que Elliott me dio en Barcelona a principios de los noventa, a propósito de la Guerra dels Segadors o de separación de Cataluña de la corona de los Austria.

Naturalmente había estudiado antes su libro sobre el tema –La rebelión de los catalanes: un estudio de la decadencia de España (1598-1640) según título actual— y le planteé ciertas cuestiones sobre algunos de los protagonistas del conflicto.

Le hizo gracia que fueran antepasados míos, y tal vez eso le desató la lengua.

Como nunca he creído en los historiadores que se las dan de “científicos” para colar mejor sus ideas, comparto con Elliott la idea de la historia como herramienta al servicio del presente.

La diferencia entre un historiador y un predicador es que el primero suele estar bien informado

Les hechos importan como base para su interpretación. El relato, el punto de vista, las enseñanzas que debemos extraer del pasado es lo que distinguen a un historiador de otro.

En el fondo, como reconocía honestamente otro de los discípulos predilectos de Jaume Vicens Vives, Josep Fontana, un historiador es un defensor y un propagador de su ideario.

En relación a los estudios sociales más nos vale desconfiar de los “científicos” porque es mejor que nos intenten convencer a cara descubierta. Las máscaras, en carnaval.

De modo que, con permiso de Tucídides y Engels, considero que la principal diferencia entre un historiador y un predicador es que le primero suele estar muy bien documentado.

La documentación conlleva reflexión. La reflexión disminuye el riesgo de soltar demasiadas tonterías.

Los motivos de la revuelta catalana

Es el caso de Elliott, excelente historiador y tal vez aún mejor teórico de la función adaptativa y cambiante, el  de la historia en la sociedad. Elliott intentó comprender los motivos de la revuelta catalana contra el Conde-Duque de Olivares y Felipe IV.

Un hecho insólito que, según dejó bien sentado, está en el origen de la decadencia española como potencia. Aquella rebelión imprevista condujo a la portuguesa y debilitó las fuerzas que luchaban en Europa por las posesiones de los Austria y contra el protestantismo.

Que el cardenal Richelieu –antes francés que católico según propia declaración de principios— se pusiera del lado de los protestantes para favorecer las ambiciones dinásticas de los Borbón revisitó la mayor importancia, pero el hecho tiene su explicación: no se hubiera entablado la Guerra de los Treinta Años si Francia no pretendiera relegar a España y relevarla como potencia dominante en Europa.

Lo consiguió según me contaba Elliott, gracias a la revuelta catalana y la subsiguiente enfeudación de Cataluña a Francia.

El pensamiento de Elliot

Como el llorado Ernest LLuch, Elliott es austriacista, o sea partidario de monarquías compuestas e inclusivas, o sea contrario al absolutismo. Acaba de publicar un oportuno libro, Catalanes y escoceses, en el que analiza las causas profundas, históricas y no circunstanciales del independentismo.

A Elliott le duele la falta de diálogo porque ama a España, ama a Cataluña y observa como seguimos por el camino que conduce a la separación.

Ahora bien, él mismo escogió como tema de sus tesis uno de los problemas más difíciles de resolver de la historia, el cómo y el porqué de las rebeliones, en este caso la que se produjo precisamente contra una monarquía compuesta como la de los Austria.

Del estudio de su tesis, convertida en el libro citado en primer lugar, se desprende que los motivos de la revuelta fueron la laminación de las instituciones catalanas de autogobierno y el intento de asimilación del absolutista Olivares.

Entonces, los catalanes no pedían más pero no se conformaron con menos. España lo pagó caro y al final todo quedó en empate. Veremos ahora.

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