Las élites acongojadas, el Roi d’Espagne y el Hotel Amigo
Las élites catalanas, en su mayoría, no salivan con la amnistía, temen a Puigdemont
Quien más teme a Puigdemont es quien más le conoce y le ha sufrido. Un halo de tristeza recorre parte, que no toda, la clase dirigente y empresarial catalana estos días ante la expectativa de que los irredentos, los irrecuperables y los hiperventilados del entorno de Puigdemont recuperen protagonismo y poder. Solo los dirigentes de la Cámara de Comercio, en plena votación en la que se juegan su continuidad, muestran en público su adhesión inquebrantable al prófugo líder de Junts.
La mayoría de la élite catalana, la que se cita en el Cercle d’Economia, en Foment del Treball o en PIMEC estaban de enhorabuena, con Colau fuera del poder substituida por Collboni y con ERC en la Generalitat en fase posibilista había empezado el discurso de la “normalización” y “la vuelta de las empresas”. Atrás parecían quedar Laura Borras, Quim Torra y demás personajes que a las élites se les hacían estomagantes.
En el nuevo contexto, solo algo ensombrecido porque preferían en la alcaldía de Barcelona a Trias -uno de los suyos- que a Collboni, lo de los Juegos Olímpicos de invierno no era recuperable, pero la ampliación de El Prat sí y celebración de la próxima edición de la Copa América apuntaba a un retorno de Barcelona al panorama de los grandes acontecimientos internacionales…. A estas que llegó la carambola del resultado de las generales y en palabras de uno de los más destacados miembros de esta élite “se jodió el invento”.
Regreso al orden
En las elecciones de mayo en Sarrià-San Gervasi, el distrito equivalente al madrileño barrio de Salamanca, ganó Trias y en julio el Partido Popular. La apuesta de parte de las élites por el regreso al orden era evidente.
Hace tiempo que el PSC se ha convertido en el partido preferido de esa élite, un partido sistémico, con sentido institucional, pero percibido como sensible a las reivindicaciones nacionalistas con las que dichas élites siempre han simpatizado cuando no directamente impulsado.
El PSC barrio en Cataluña el 23 de julio porque muchas de las grandes dinastías que en el pasado de forma activa o no, de forma visible o no, dieron su apoyo a Miquel Roca o a Pujol ahora se lo bridan a Illa o a Maria Eugenia Gay, la ex delegada del gobierno hoy teniente de alcalde es una de las personas con más futuro en el socialismo catalán y procede de las mullidas moquetas de la parte alta de Barcelona.
Las élites catalanas, en su mayoría, no salivan con la amnistía, temen a Puigdemont. La venganza puigdemoniaca no sería solo contra España, sino contra todos aquellos a los que Puigdemont considere que no han sido suficientemente leales, a los que no le han financiado su huida de alto standing o no han pedido audiencia en Waterloo.
Llamadas a Waterloo
El dinero es prudente o temeroso, según se mire. Estos días las llamadas a Waterloo pidiendo audiencia se han disparado. Muchos de los que llaman a la autodenominada Casa de la República buscando hacerse perdonar por su falta de afecto, una vez han ido a rendir pleitesía a Puigdemont, llaman a Moncloa y le pasan el parte a Pedro Sánchez. “¿Cómo lo has visto? ¿Crees que está por el pacto?” En Moncloa preguntan ansiosos y buscan señales que les den luz al final del túnel.
Algunas fuentes apuntan a que tras el falso encuentro de Sánchez con Biden en un pasillo ahora viene, aprovechando alguna reunión de la presidencia europea, la coincidencia de Puigdemont y Sánchez en un ascensor del Parlamento Europeo. Hay dos lugares en Bruselas que se ha descartado ya para ese casual encuentro, el restaurante Roi d’Espagne en la Grand Place y el Hotel Amigo, cerca del Manneken pis, el muñequito miccionante.
El hoy lujoso hotel en el siglo XVI, en tiempo de Carlos V, fue una cárcel española y ya se sabe que ni del Rey ni de nuestro sistema penitenciario Puigdemont no quiere saber nada.