El valor de los perros y los gatos para ganar las elecciones
Al gato solo lo encuentras si él quiere ser descubierto y el perro siempre se mantiene a tu lado siguiendo con lealtad tus pasos
El último barómetro del Centro de Opinión de Cataluña, publicado la pasada semana, señala un aspecto que, probablemente, ninguna fuerza política habría considerado: los votantes de izquierda prefieren a los gatos y los de derechas a los perros.
La encuesta arroja el resultado de que un 39% de los votantes de Vox prefieren a los perros y un 20% de los votantes de Comunes se decantan por los gatos. Sin duda, es un dato curioso y reflejo de la creciente tendencia a relacionar datos para determinar lo que ocurre en la sociedad, con el objetivo de establecer distintos campos de división.
Visión cultural
Sin embargo, si nos dejamos llevar por el barómetro y nos centramos en lo que parece sugerir, más que en lo que marca técnicamente, vemos que los datos están determinados principalmente por la visión de la cultura, esencialmente promovida desde la literatura, donde un gran número de escritores y escritoras han utilizados a gatos y perros para defender sus ideas sobre el mundo.
Los gatos acompañan a Edgar Allan Poe en su descenso y salvación de su delírium tremens, como describe en su relato El Gato negro. Mijaíl Bulgákov, en su novela Corazón de Perro hace una sátira política de la antigua Unión Soviética, donde se experimenta con un perro, una y otra vez, para dar origen al nuevo hombre soviético.
Si los gatos y perros pudieran votar, sabrían a quién hacerlo: a aquellas personas que los han acogido, protegido y respetado
Los que hemos tenido la suerte de acompañar y de estar acompañados por perros y gatos, sabemos que los primero son obedientes y los segundos independientes. Al gato solo lo encuentras si él quiere ser descubierto y el perro siempre se mantiene a tu lado siguiendo con lealtad tus pasos.
En mi caso, nunca he notado un cambio en mi posición ideológica cuando tuve un gato o cuando, años después, conviví con un perro. Se podría decir que el perro ama la autoridad y el gato recela de ella. Jean Cocteau observó que prefería los gatos a los perros porque nunca se ha visto un gato policía.
Michel Tournier, en el capítulo «El gato y el perro», incluido en su ensayo El espejo de las ideas, observa que “ hay hombres de gato y hombres de perro, y estos rasgos raramente coexisten…el hombre pretende apropiarse del olfato del perro…por el contrario, el gato invita a quedarse en casa, a acurrucarse junto al fuego o bajo la lámpara”. Hay quienes piensan que los perros deben ser liberados de sus amos y devueltos a la vida salvaje, como defendía Bakunni y ahora la izquierda radical.
En su ensayo Perros, el filósofo Mark Alizart nos conecta con la sabiduría de los perros, con su capacidad de mirar y escuchar, mientras que nosotros ya solo podemos ver y oír. Alizart nos concede una particular visión al advertir: “pero los perros todavía son felices, con una alegría más tierna y más subida de tono prácticamente, porque el hombre que inventaron no tiene secretos para ellos”.
Lo que sí podemos afirmar es que, si los gatos y perros pudieran votar, sabrían a quién hacerlo: a aquellas personas que los han acogido, protegido y respetado. Es una lección que deberíamos aprender todos los que estamos llamados a votar el día 23 de julio