Elecciones en Castilla y León: Manual del usuario
Si hay algo políticamente más alejado y diferente de unas elecciones en la Comunidad de Madrid, son unas elecciones en la tierra de los comuneros.
Con motivo de las próximas elecciones castellano-leonesas, hay determinada prensa de la villa y corte que está empeñada en darle la razón a mi añorado Francisco Umbral cuando en el pregón de uno de aquellos espitosos San Isidros de los tiempos de ‘La Movida’ presididos por Don Enrique Tierno Galván se atrevió a decir que “Madrid no es otra cosa que un poblachón manchego”.
Me estoy refiriendo concretamente a toda esa prensa provinciana y cateta madrileña que se empeña en medir las distancias en Paseos-de-la-Castellana y las capacidades en Santiagos-Bernabeus, esa que se atreve a comparar las próximas elecciones castellano-leonesas con los pasados comicios madrileños.
Porque miren, si hay algo políticamente más alejado y diferente de unas elecciones en la Comunidad de Madrid, son unas elecciones en la tierra de los comuneros.
Para obtener un resultado decente en la Comunidad de Madrid no hace falta prácticamente aparato comunicacional alguno, con unas cuantas frases afortunadas basta para que la sobrepoblada e hiperactiva prensa capitalina se fije en tu candidato y lo lleve en volandas hasta obtener su ansiada acta electoral.
Tampoco es necesario hacer demasiados kilómetros ni perder tiempo por carreteras secundarias, la red de autovías del estado y las circunvalaciones capitalinas pueden llevar a cualquier candidato desde la puerta del sol hasta el punto más alejado de la comunidad en poco más de media hora.
En Madrid no hace falta el aparato organizativo que es necesario para llegar a los 2.248 municipios de Castilla y León, algunos tan dispersos como los 371 de de Burgos, una provincia en la que, por ejemplo, un candidato tardaría casi tres horas en llegar desde Peñaranda de Duero hasta Espinosa de los Monteros, que por cierto, además de un apellido, es un precioso municipio de casi 2.000 habitantes.
Las elecciones en Castilla y León, al igual que en Andalucía, no las ganan los candidatos, no son elecciones por tanto “de producto”, sino que son elecciones “de marca”, es decir, de partido y sobre todo de gobierno y, por tanto solo tienen posibilidad de triunfar en ellas los partidos con implantación territorial y trabajo diario más allá de los estrechos periodos electorales.
Si al ex-vicepresidente socialista de la Junta de Andalucía Gaspar Zarrías se le achaca la frase: “las elecciones no las gana el partido, las gana la Junta”, en Castilla y León podríamos decir sin riesgo a equivocarnos que en la tierra de los Trastámara las elecciones no las ganan los partidos, sino los alcaldes, y sucede que casi dos de cada tres de los máximos ediles castellano leoneses pertenecen al Partido Popular.
Yo creo que con eso está todo dicho.
Por tanto, quiero elevar desde aquí mi petición a articulistas, tertulianos y demás fauna plumífera matritense para que dejen de hacerse daño comparando elecciones, territorios y candidatos a las cortes de Castilla la Vieja con sus homólogos madrileños.
Su reputaciones me lo agradecerán.