Elecciones contra el independentismo
La frecuencia de las críticas gubernamentales al comportamiento de los independentistas puede ser usada como termómetro preelectoral
Ni Pedro Sánchez, el único que puede fijar la fecha de las elecciones, sabe cuándo serán. Pero sí sabe que no puede permitirse convocarlas para poner fin al acoso y derribo al que le someten.
Eso equivaldría a mostrar debilidad y carácter perdedor. Ante el acoso sólo sirve una receta: resistir y sacar pecho. Es lo que hace la ministra portavoz, Isabel Celáa. Es lo que continuará haciendo.
Pedro Sánchez amenazó a los independentistas con elecciones
¿Pero, y si resulta que la presión, o los líos curriculares de sus ministros, obligan a nuevas dimisiones? Por si se presenta la eventualidad, hay que tener preparado un motivo muy distinto para convocar. Una pantalla.
Los lectores avispados, que son todos los de ED, lo habrán adivinado ya. Pero por si acaso una pista: la semana pasada el presidente Sánchez y su portavoz advirtieron a los independentistas que si no se portaban bien habría elecciones.
He ahí la clave. Consiga acercarse más o menos al final de la legislatura, Sánchez no puede abandonar el frente contra el independentismo en manos de Pablo Casado y Albert Rivera.
Si cae, Sánchez culpará al independentismo de su fracaso
Es una carta, que digo carta, jóker, comodín, que da votos pero sobre todo que puede quitarlos, de manera que muy tonto sería si no la usara. Si en algo es experto el presidente es en el uso del material político en provecho propio.
O sea que, aunque el gobierno caiga por sus faltas o errores o si la situación se le haya vuelto insostenible, Sánchez no lo admitirá sino que culpará al independentismo, sea o no cierta la carga de la culpa. A ver quién es el guapo o la guapa de negarlo en la prensa de Madrid.
Cierto es que la estabilidad gubernamental depende en buena parte de las dos formaciones independentistas presentes en el Congreso. Suponiendo que el PSOE consiga esquivar el veto del Senado, lo cual es posible, y lleguen a una votación definitiva, ERC y el PDECat tendrán que retratarse.
Si los rechazan, deberán asumir la incertidumbre de las consecuencias y por supuesto el haber provocado el final de la legislatura y del diálogo.
A medida que se acercan las elecciones, las críticas del Gobierno a los independentistas irán in crescendo
Pero aunque hagan de tripas corazón y los aprueben, por mucho que se apunten al diálogo sin prisas, no por ello dejarán de sentir la presión de la culpabilidad, la deslealtad y la denuncia gubernamental de sus aviesas intenciones.
Asistiremos a un crescendo en este sentido a medida que se acerquen las elecciones o se intuya que pueden acercarse.
De manera que el tono y la frecuencia de las críticas gubernamentales al comportamiento de los independentistas pueden y podrán ser usados como el más fiable de los termómetros preelectorales.
Por el contrario, si se espacian las descalificaciones y se ofrecen más reformas y diálogo significará que el gobierno se siente seguro, y Sánchez sigue desfilando por la maroma sin intuir peligro inminente de desplome.
¿Cómo diablos se pueden combinar las descalificaciones y el diálogo? Cosas veredes, amigo Sancho, por partida doble y por ambas partes.
Si la línea Puigdemont–Torra consiste precisamente en mantener, sin el menor empacho, la distancia entre el desafío verbal y el pragmatismo real, bien pueden Sánchez y su gobierno hacer otro tanto.
Tiempo muerto en la política española
Al fin y al cabo, hay que ser muy iluso para no observar que cualquier solución al conflicto va para largo. Nos encontramos en un tiempo muerto que a todos conviene alargar, por lo menos hasta que se que cambien las circunstancias, ya sea porque sean posibles la negociación de cara a un pacto o porque el independentismo consiga la tan anhelada mayoría en votos.
No sería de extrañar un acuerdo bajo cuerda, pero a cara de perro ante las cámaras, entre la Crida y Sánchez.
Si los sondeos dan la razón a la pragmática iniciativa política de Esquerra Republicana y Puigdemont pierde apoyos, algo tendrá que hacer, por ejemplo apuntarse el tanto de haber derribado al gobierno.
Si por coincidencias nada astrales sus gurús demoscópicos advierten a Sánchez, al margen del optimismo propagado por el CIS, que empieza a descender en lo sondeos ocultos, que son fiables; entonces se unirán el hambre de votos con las ganas de morderse como condición necesaria para conseguirlos.
La realidad y su teatralización, entremezcladas a mayor gloria de los protagonistas.