El zen se incorpora al ‘proceso’ de la mano de Pep Guardiola
En el boliviano Semanario Uno, el ingeniero comercial Carlos M. Duarte M. publicó el artículo El Zen… esa extraña filosofía que domina en las grandes corporaciones (2013) que empezaba como sigue: “¿Qué tienen en común el actor de cine Richard Gere, el mítico empresario Steve Jobs, el deportista Tiger Woods, el empresario en tecnología Kazuo Inamori, y muchos empresarios, banqueros, artistas, profesionales, y personas comunes?
Que son budistas, o practican las herramientas del budismo para lograr la serenidad y paz espiritual que les permite ser exitosos en sus actividades”.
Proseguía: “La sorpresa es que sólo una minoría de ellos son religiosos, la gran mayoría son laicos o de otras religiones distintas del budismo. Es que el budismo tiene una rama, por decirlo así, que es laica, no religiosa al estilo tradicional del budismo tibetano, que se llama Zen, y que está siendo descubierta y usada por todos aquellos que van gozando de sus beneficios.
Este fenómeno es patente en las grandes corporaciones empresariales, y en las clínicas del mundo”.
¿Qué cabe entender por zen laico? Analizando el artículo de nuestro ingeniero –separando lo religioso de lo que no lo es- se puede afirmar que el zen laico remite a la “busca de la sabiduría”, al “autoconocimiento interior del sujeto”, al “adquirir conciencia plena de lo que uno es” y a “una filosofía de vida y enfoque de la realidad” que no es “propiamente una terapia”, pero está dotada de un “carácter instrumental” que ofrece “herramientas” para un “vivir más sereno” que permitan enfrentarse a las “exigencias del vivir y ser exitosos con la necesidad de todo ser humano de lograr su felicidad”.
Guardiola ha sido divinizado, es un ‘modelo de valores’, la ‘personificación del sentido común’
El entrenador de fútbol Pep Guardiola merece ser incluido en la categoría zen laico con dosis de coaching del alma. El zen laico se percibe en pensamientos como los siguientes: “no hagáis ostentación de muchas de las cosas que tenemos”, “sed discretos y humildes”, “yo les pido a todos cosas que sé que pueden hacer”, “lo que te hace crecer es la derrota”, “yo necesito sentir las cosas y no creerlas”, “que sepas que solo, sin el resto del equipo, es imposible”, “al final todo se reduce a sentirse querido” (textos extraídos de la publicidad corporativa del Banco de Sabadell en donde aparecen afirmaciones del personaje).
Un zen laico que, en este caso, dispensa existencia a unos y la niega a otros. Bojan Krkic: “tenía la sensación que por mucho que hiciera, sus ojos no lo veían”, “una cosa es que no juegues y otra que no te sientas parte del grupo”, “él no se dirigió a mí”. Yaya Touré: “al principio nunca me decía nada”, “cuando le preguntaba me decía cosas raras”, “en un año no pude hablar con él”. Samuel Eto´o: “me dio la mano, pero fue solo para las cámaras de televisión”. Zlatan Ibrahimovic: “quiere ser perfecto”, “discurso filosófico”, “no sé qué problema hay, pero Guardiola me ha hablado dos veces en los últimos seis meses”.
Quizá se trate de la queja, la frustración o el resentimiento de unos profesionales que no juegan, porque no encajan en el esquema, porque hay otros más adecuados al sistema de juego, porque hay compañeros mejor preparados o de mayor calidad y actitud. Sea.
Quizá el problema es que Guardiola no comunica nada, se agota en su propia retórica
Pero, hay algo que no cuadra: ¿dónde está ese “al final todo se reduce a sentirse querido” y “a ver qué hago yo para volver a ganármelo mañana” que predica Pep Guardiola en la publicidad corporativa mencionada? ¿Dónde está el “echarle una mano a quien no da todo lo que puede”?
Algo falla. Y más si tenemos en cuenta –por eso hablé antes del “coaching del alma”- que el entrenador –al parecer- comparte el coaching por valores de un Simon Dolan que habla de alcanzar la “felicidad interna” y buscar “una sinergia donde el cuerpo y el alma se reúnen”. Quizá el problema resida en la dificultad de conciliar un pensamiento zen que no comunica nada y un coaching que se agota en su propia retórica.
En cualquier caso, Pep Guardiola ha sido divinizado. Ahí está Miquel Àngel Violan -profesor de comunicación corporativa-, para quien Guardiola es “diferente”, “especialmente llamado para la gloria”, “un modelo de valores”, “un ejemplo a seguir”, “la personificación del sentido común”, “una aplicación cívica del entendimiento y el arte de amar”, “un camino digno de ser seguido”, “experiencia de éxito reveladora de por dónde hemos de ir”, “voluntad de perfección”, “un líder que convence a través del ejemplo y la pasión por lo que hace”, “un ideario, un método, un conjunto de actitudes dignas de ser extrapoladas a muchos ámbitos: las empresas, las ONG, la Administración pública, la clase dirigente.. y de manera muy especial en las escuelas y la comunidad educativa”.
Guardiola convenció a los previamente convencidos, y despidió a la feligresía con una faena de aliño
Concluye: “A Pep le hemos de agradecer que exista”. Y ahí no acaba la cosa, porque para el autor, de los cien valores necesarios para vivir, que enumera en el libro, le resulta “difícil encontrar uno que Pep Guardiola no tenga” (El método Guardiola, 2012). Quede claro: Pep Guardiola no tiene la culpa de los aduladores. Ni de quienes le canonizan. Canonizar: “declarar solemnemente santo”.
Por todo eso –por el zen laico que le caracteriza, por el coaching viscoso y pegajoso que transpira, por ese sentir las cosas y creer en lo que se puede hacer tan propio de la autoayuda y, sobre todo, por su prestigio internacional: puro y duro agitprop-, el secesionismo catalán, especializado en el arte de la manipulación mediática, invitó a Pep Guardiola para la prédica dominical que tuvo lugar en Montjuïc junto a las patrióticas cuatro columnas de Puig i Cadafalch. Y Pep Guardiola –displicente, prepotente y desabrido: ¿dónde queda el zen laico?- cumplió. Es decir, convenció a los previamente convencidos. Y despidió a la feligresía con un “Visca Catalunya, estimats!” Una faena de aliño.