El voto Millennial
La generación Millennial ha iniciado su desembarco. Aparecen en la vida pública, en el mundo profesional, en las finanzas y algunos Millennials irán a las urnas el domingo. Aquí podríamos llamarla Generación Milenio. A grandes rasgos, la Generación Milenio –o también Generación Y– corresponde a los nacidos ya en la década de los ochenta. 1982 es la fecha clave. Amplias disquisiciones de Wikipedia les escrutan.
Se interesan más por la economía que la ideología. Pertenecen de lleno a la vida digital. Son en parte narcisistas y en parte pragmáticos. A la vez frágiles y competitivos. Habrá que ver la huella que la crisis económica de 2008 ha ido dejando en la generación Millennial. ¿Cómo votarán respecto a la Unión Europea? ¿Cuál es su reacción ante una política anquilosada y arcaica?
Estas cosas generalmente comienzan en los Estados Unidos, lo que significa que muy pronto tienen su bibliografía y un montón de encuestas. El omnisapiente Pew Center ha analizado el comportamiento de los Millennials al llegar a la vida adulta y resulta que no tienen apego especial a las instituciones. Las respetan, pero lo que de verdad cuenta es la familia y los amigos.
Son hijos de una amplia clase media. En plena crisis, esa familia les ha amparado cuando no aparecían oportunidades en el campo laboral. Algunos Millennials se han ido de su país en busca de un trabajo en tierras más prometedoras. No tienen dudas sobre la economía de mercado y al mismo tiempo, a diferencia del liberal de los tiempos de Reagan y Thatcher, tienen cierto sentido de sus responsabilidades en la comunidad.
En fin, responden a un modelo de éxito pero no es el Gordon Gekko de la película Wall Street. Son ambiciosos pero con otro estilo. Su religiosidad es muy difusa. No se oponen al matrimonio homosexual. Fundamentalmente, son una generación plenamente tecnológica. La generación por entero high tech con carné de un gimnasio de diseño aerodinámico.
Los sociólogos creen que el voto de la Generación Milenio es de naturaleza muy pragmática. Atienden a los políticos según lo que ofrezcan y luego cumplan. Por ahora, no son propensos a dedicarse a la política, pero de ellos dependerá en buena parte que los partidos y la vida pública se regeneren. Están en conexión digital permanente y es manifiesto que no compran periódicos. Siguen las noticias por el móvil o la tableta. En general, leen lo menos que pueden y casi siempre en vinculación con su vida profesional. También manuales de autoayuda.
Son mucho más eclécticos y menos ingenuos que la generación anterior. Tal vez eso sea por el efecto de destrucción creativa de una crisis, un proceso al que se han ido adaptando tal vez mejor que sus padres. En fin, su ambición profesional es tan natural que no necesitan llevar el Financial Times debajo del brazo. Eso sí, tienen un inglés fluido.