El verano de 2012 y las decisiones de Mas
Hace 10 años que la Cataluña política vivió un verano fundamental para los acontecimientos que, posteriormente, acabaron en una de las tensiones más radicales que España ha vivido de la democracia reciente
Hace 10 años que la Cataluña política vivió un verano fundamental para los acontecimientos que, posteriormente, acabaron en una de las tensiones más radicales que España ha vivido de la democracia reciente. Corría agosto de 2012 y el entonces president de la Generalitat tenía que decidirse sobre qué camino optar: radicalizar un discurso que le condujera hacia un adelanto de elecciones o intentar buscar financiación más barata para poder hacer frente al endeudamiento que por aquel entonces tenía la Generalitat. La respuesta ya sabemos cuál fue.
Fueron meses donde las calles de Barcelona eran escenario de manifestaciones continuas. Pero no estaban impulsadas por el independentismo, ni por nada que se pareciese. Los recortes en sanidad y en educación estaban haciendo mella de forma muy profunda en la imagen del Govern. La intocable Generalitat comenzaba a perder el prestigio que había logrado a base de tener dinero, siempre que situaba allí dónde la idea nacional del país precisaba.
La deuda generada por la Generalitat de Artur Mas no permitía que aquel Govern, gestionado desde el punto económico por el prestigioso profesor universitario, Mas-Colell, pudiera ir a buscar dinero a los mercados internacionales. Su calificación crediticia era muy negativa. El prestigio estaba por los suelos y el Gobierno Rajoy, también en una situación muy complicada, tampoco podía hacer mucho más.
Durante aquel verano, Artur Mas tenía sobre la mesa dos posibilidades: buscar pactos de Estado como en otras ocasiones o radicalizar el discurso y, con el disfraz de un concierto económico imposible, echar la culpa a la financiación autonómica de todos los males.
Esas dos propuestas eran defendidas por Germà Gordó y Quico Homs, dos hombres muy cercanos al president. Los dos independentistas, pero con estrategias diferentes. El primero defendía que era posible negociar con Rajoy para alcanzar acuerdos en el típico estilo Convergència. Sin embargo, el segundo consideraba que no se les tomaba en serio, que estaba en juego todo el legado de Pujol y del nacionalismo catalán durante tantos años y que era preciso dar un golpe en la mesa y atemorizar al supuesto eterno enemigo.
CiU estaba gobernando con el PP desde que Rajoy llegara a La Moncloa y Mas a la Generalitat. Las elecciones de noviembre de 2010 no dieron a los convergentes una victoria suficientemente holgada como para gobernar en solitario. Sus 62 diputados precisaron de los 18 del Partido Popular para que Mas pudiera gobernar, tras la abstención de los socialistas que le facilitaron la presidencia. Esa buena relación erosionaba al nacionalismo catalán por colaboracionista, recibiendo poco a cambio. Poco según siempre, desde el prisma nacionalista.
Convocatoria de elecciones
Fue un mes de agosto, el de 2012, de mucho trabajo. Intenso en relaciones y encuentros fuera de agenda. En llamadas telefónicas, y comunicaciones muy interesadas e intoxicantes. Finalmente, Mas optó por la salida más extrema. Tensionar al Gobierno de Rajoy, convocar elecciones y lograr una mayoría absoluta que dejara a su gobierno con las manos libres para reconducir la situación de crisis económica y las relaciones con sectores fundamentales en la fotografía nacionalista, sobre todo la educativa.
De aquello, la historia todavía está en los medios de comunicación. Un insensible Rajoy gestionó con torpeza aquella famosa reunión en la Moncloa con Artur Mas y facilitó que el entonces president hiciera justo lo que tenía previsto. El rechazo a un concierto económico, repito que imposible constitucionalmente, provocó la convocatoria de elecciones.
Lo que no esperaba la CiU de entonces es que la sociedad ya había cambiado de forma rápida y los 62 diputados, se convirtieron en 50. ERC comenzaba su consolidación que la ha llevado a la presidencia de la Generalitat en 10 años.
Este detalle es muy importante a la hora de analizar cualquier nuevo movimiento del ahora president Pere Aragonés. El estilo de Esquerra es desde hace mucho tiempo de consolidación lenta en el avance, aunque puedan existir momentos de retrocesos.
El renacimiento de la ERC de Oriol Junqueras comenzó aquel verano de 2012, aunque ya hubieran tocado poder durante el tripartito de Pasqual Maragall y de José Montilla.
Sobre lo que hubiera ocurrido, o no, de haber seguido Artur Mas las indicaciones de los que le aconsejaban seguir pactando con Rajoy o, también importante, de haberle salido bien la jugada de convocatoria de elecciones es inútil hacer especulaciones. Pero siempre es interesante recordar lo que ocurrió en el pasado para entender el presente de cara al futuro.