El ‘ventajismo’ de Mas y Puigdemont sobre España
La semana que comienza será determinante. El PSOE, con los resultados en la mano en las elecciones gallegas y vascas, deberá tomar una decisión que puede resultar dramática. Su máximo dirigente, el secretario general del partido, podría saltar por los aires si el comité federal decide que es mejor abstenerse ante un segundo intento de investidura de Mariano Rajoy que ir a unas terceras elecciones.
Pero no será banal lo que ocurra en el parlamento catalán. El miércoles el presidente Carles Puigdemont se somete a una cuestión de confianza. Ya ha llegado a un acuerdo con la CUP para que no le deje en la estacada, pero aún no tiene asegurado que la fuerza anticapitalista le vote los presupuestos de 2017. Deberá negociarlo, y ligado a eso, deberá ofrecer su hoja de ruta para culminar el llamado proceso soberanista. ¿En qué medida lo que proponga podrá influir en la política española?
Puigdemont no es un político profesional ni quiere serlo. Su idea es dejar la presidencia de la Generalitat en el mes de junio o julio, con la convocatoria de «algo grande», como aseguran fuentes de su entorno. Ese «algo grande» puede ser un referéndum «vinculante», que es el llamado RUI, Referéndum Unilateral de Independencia, con el que juega la CUP. En caso contrario, lo que convocará Puigdemont es unos comicios constituyentes, con la idea de declarar la independencia en función de los resultados. El proceso soberanista se irá acelerando en los próximos meses, a la espera de que desde Madrid pase algo, algún gesto, alguna oferta, que o bien retroalimente el proceso, o lo pueda parar para una hipotética reflexión.
Pero mientras no sucede nada, tanto Puigdemont como el otro presidente, Artur Mas, que no acaba de encontrar su papel,actuarán con ‘ventajismo’ respecto a España, porque no dejan de animar para que el movimiento independentista aproveche la situación de vacío gubernamental. Lo hace Puigdemont, con ese anuncio que podría llegar esta semana sobre el referéndum vinculante –lo que romperá definitivamente las piernas al grupo parlamentario de Convergència en Madrid que aspira a algún papel negociador en el Congreso—y lo hace Artur Mas con un llamamiento a que el soberanismo –en un artículo en El Punt-Avui—aproveche la situación y sepa unirse ante la incapacidad del PP y del PSOE de constituir un gobierno.
Mas está pensando en movilizaciones en Cataluña, pero, principalmente, en aprovechar unas posibles terceras elecciones para que Convergència y Esquerra dejen sus diferencias a un lado y presenten una única candidatura al Congreso. Todos los diputados que obtengan podrían remar junto con el Gobierno catalán para forzar un cambio en España. Aunque la razón real sea que CDC puede quedar, en solitario, definitivamente diezmada.
La pelota estará, de nuevo, en el tejado de Esquerra Republicana. Y aunque los republicanos se niegan a repetir la experiencia de Junts pel Sí, la dirección convergente y el propio Mas han detectado un punto débil en Junqueras: no aguanta muy bien la presión, a pesar de su aparente seguridad. Así que el acoso a Esquerra será formidable.
Lo que denota ese posicionamiento, de Puigdemont y de Mas, es que tratarán de ejercer un último intento de presión a España, aunque el propio Mas reconozca, en ese mismo artículo, que el movimiento independentista carece de la fuerza necesaria.
El problema, sin embargo, es de las fuerzas políticas españolas, que no son capaces de constituir un gobierno, ni de ofrecer un proyecto conjunto que sea esperanzador.
El PSOE, en todo caso, deberá mover ficha esta misma semana, y lo hará en el comité federal del próximo sábado, cuando sepa ya la nueva hoja de ruta del soberanismo.