El último pleno
La sesión del Congreso fue el preludio de la campaña más tensa desde la Transición
Fue la última sesión parlamentaria del gobierno provisional y el preludio de una campaña que aparece como la más tensa desde la Transición. Una pugna muy forzada por la polarización que le interesa a Pedro Sánchez – ‘los ultras y yo’ – desde que ha emergido Vox.
Durante la comparecencia del dirigente socialista en el Congreso, el debate parlamentario se convirtió en un intenso fuego cruzado de mítines electorales. Sánchez, en realidad, no ha dejado de aprovechar su tiempo desde que llegó a la Moncloa.
Pedro Sánchez ha ocupado el espacio de Podemos
Ha utilizado su posición generando expectativas de un mundo subvencionado, aunque no tenga dinero para su ficción. Y ahora se encuentra en plena operación de marketing, presentándose como adalid de la moderación.
Tirando con pólvora del Rey para seguir prometiendo mejoras sociales que no sabe siquiera si va a poder aplicarlas porque se encuentra en tiempo de descuento. Sin importarle los avisos de la Comisión Europea sobre los elevados riesgos de sostenibilidad fiscal, va a funcionar a golpe de decreto, a través de la diputación permanente del Congreso. Eso sí. Desde el centro.
Porque él ha decidido que sus adversarios (PP, Ciudadanos y Vox) se sitúen en un extremo. Pero sus mensajes centristas chocan con sus gestos izquierdistas. Y los hechos le desplazan del centro para ubicarse en el extremo de Podemos.
La negativa del PSOE y PNV a aplaudir al presidente de Perú desconcertó a propios y extraños
Los da por amortizados por un doble motivo: porque el grupo de Pablo Iglesias ya no es lo que era. Las encuestas marcan su declive. Y porque los podemitas, noqueados por sus crisis internas y sus transfuguismos, ni siquiera presentan batalla. Ha ocupado su espacio y se ha transformado en un dirigente izquierdista.
La negativa del grupo socialista a aplaudir al presidente del Perú cuando, desde la tribuna en el Congreso de los Diputados, pidió libertad para Venezuela fue muy significativa. Volvió a desconcertar a propios y a extraños y dio munición a centristas y populares para reubicarlo en el otro extremo. Con los populistas y los independentistas en donde se ubicaron también los del PNV.
PP y C’s están convencidos de que Sánchez volverá a pactar con la Generalitat
La necesidad de supervivencia de Pedro Sánchez va dejando huellas para que le escriban otro manual donde pueda explicar cómo va cambiando de principios a medida que ve peligrar su protagonismo en el poder.
Seguirá queriendo ir de la mano de los independentistas. Las encuestas, salvo el CIS de Tezanos, van marcando la tendencia. El Partido Sanchista puede ganar las elecciones. Pero necesitará a los mismos socios para seguir gobernando.
Por eso se muestra despectivo con el centro derecha e indulgente con quienes quieren trocear España. Con la ultraderecha ni a la vuelta de la esquina. Eso dice. Y desde el PP y Ciudadanos, que comparten la sentencia del escritor Felix de Azúa («la extrema derecha en España no es Vox, son los separatistas catalanes») le evocan sus propias palabras.
El ‘Le Pen español’ era Quim Torra. Pero ya no las recuerda. Volverá a negociar con la Generalitat. Sus guiños hacia el independentismo en estos 8 meses han sido numerosos. Con el enfoque del juicio del procés y con la aceptación inicial del relator y la mesa paralela al Parlament, sus adversarios desconfían.
Las primeras espadas de Ciudadanos, fuera de Cataluña
Se muestran convencidos de que no les exigirá que se acote el límite al marco constitucional. A Pablo Casado le gustaría medirse con Sánchez en un debate ‘cara a cara’ en televisión. Pero seguramente el candidato socialista rehuirá de esa fórmula para no dar al PP esa importancia. Le interesa debatir con todos a la vez para meter en el mismo saco que Vox a los partidos de centro derecha.
El movimiento de Albert Rivera, vaciando Cataluña de sus líderes más punteros, se entiende por su persuasión de que Sánchez, si vuelve a gobernar, volverá a pactar con los independentistas. Por eso pone a sus mejores dirigentes en las elecciones generales.
Para ganar a Sánchez. Y desde un gobierno constitucionalista, sin deudas con los secesionistas, puedan volver a enderezar el rumbo de Cataluña. La desconfianza será la palabra talismán de esta campaña. Todos dirán que el otro no es de fiar. Se trata de comprobar quién incumple más sus promesas.
Y de discernir entre los centristas originales, los imitadores y los falsificadores.