El último error del viejo Rey
La salida de España de Juan Carlos I solo sirve para que nacionalistas y populistas tengan argumentos contra este rey y contra las instituciones
Partamos de lo evidente, todo lo que le está pasando al Rey emérito, antes conocido como Juan Carlos I, es culpa suya y solo suya.
Por muy brillante que fuera su papel histórico en la Transición, que por cierto, lo fue, no es de recibo que un jefe de estado democrático cuya única misión es firmar decretos y acudir a funerales de Estado se dedique a trincar comisiones por esos emiratos de Dios, o de Alá en este caso, para mejorar una vida muelle y regalada que le costeamos todos los españoles.
Y me dan igual las razones que pueda aducir su exmajestad, sus miedos y sus miserias; si algo no puede ser un jefe de Estado es cutre, y la actitud de nuestro penúltimo Borbón ha sido cutre y salchichera.
¿Una ayuda a Felipe VI?
Pero vayamos a lo importante una vez puestos el estado y la propia institución de la corona en esta situación, ¿Es inteligente huir del país como un Dioni cualquiera? Pues miren yo creo que no demasiado.
Estoy seguro de que tanto en Moncloa como en Zarzuela, sesudos analistas se habrán enfrentado a este dilema antes que nosotros, pobres ciudadanos de infantería, pero no tengo demasiado claro que quienes han tomado la decisión estuvieran trabajando precisamente para el bien de la monarquía ni por su continuidad.
Al final, todos los problemas complejos se apoyan en dicotomías simples, y en la que se basa este lío lo es en términos olímpicos, y sería algo parecido a la siguiente pregunta:
¿Qué ayuda más al actual rey Felipe VI, que su augusto padre esté en España o que traslade sus reales posaderas fuera de nuestro país?
Una sociedad conectada
En un análisis precipitado podría parecer que quitar al viejo Borbón de enmedio dificultando el acceso al mismo de la prensa podría ser la mejor solución para conseguir que la inflamación mediática y popular baje y las aguas vuelvan a su cauce. Pero eso sería en un análisis precipitado.
En el año 2020 internet llega ya al 91% de la población española entre 16 y 65 años, el 85% de los cuales son usuarios activos de las redes sociales. Y miren, a internet y a las redes sociales les da exactamente lo mismo que el ciudadano Borbón esté en Portugal, la República Dominicana o en Botswana, para las redes no existen las distancias físicas ni la geografía, por lo que ocultarlo de la prensa es un ejercicio perfectamente fútil. No les va a funcionar.
Y a esto hay que añadir lo simbólico y lo emocional: Los seres humanos por mucho que tratemos de disimularlo no somos seres enteramente racionales y tomamos nuestras decisiones basándonos en emociones, no en datos por muy ciertos que estos sean.
Todos sabemos que no existe causa alguna contra el Rey emérito en los tribunales, que no existe ninguna orden de busca y captura contra él, que no está imputado y que no ha sido llamado ante tres en sala ni siquiera como testigo en ningún proceso, pero a pesar de todo eso, su salida del país como si de un delincuente se tratase, con agostidad y alevosía, le sitúan exactamente de esta forma en el imaginario colectivo patrio.
La impresión de estar huyendo
Y da igual que diga que volverá en septiembre y que está a disposición de la justicia ( faltaría más que no lo estuviera), un exjefe de estado cuyas actuaciones están siendo cuestionadas a diario no debe dar la impresión de que está huyendo.
No sé si estamos ante una torpeza o ante algo más siniestro, pero la salida del exmonarca del país solo va a servir para que nacionalpopulistas como Podemos y Vox y nacionalistas e independentistas periféricos llenen sus zurrones de argumentos (legítimos) para cuestionar no ya a este rey, sino a toda la arquitectura jurídica, simbólica y política de la que nuestro país se dotó en la transición.
Y miren, eso ya no me parece tan legítimo.