El tránsito soberanista de antiguos socialistas

Que el PSC está en crisis es algo evidente para todo el mundo. El gran partido socialista que en la década de los ochenta y noventa dominó los ayuntamientos de las principales ciudades de Cataluña —y la Diputación de Barcelona, ente supralocal que les dio mucho de si—, vive hoy sus peores momentos. Da pena, porque lo que empezó con mucha ilusión en el antiguo Palau Blaugrana un 22 de junio de 1976, cuando se celebró el multitudinario Míting de la Llibertat que unificó al socialismo catalán, excepto a la Federación Catalana del PSOE (se unieron en 1978), se ha convertido en un partido de viejas glorias y de bailarines. El puño y la Rosa, el símbolo de ese PSC ya vinculado al PSOE, se empezaron a marchitar en 2010, después de la vorágine de los dos tripartitos, y de la pésima gestión de la crisis económica y la territorial.

El PSC resultante de la fusión con el PSOE subordinó los intereses del socialismo catalán a los del socialismo español, que es el mismo error que está cometiendo ICV-EUiA con respecto a Podemos. A Pablo Iglesias le importa un comino que Lluís Rabell se vea perjudicado por sus intervenciones en Cataluña, porque lo suyo va de conquistar la Moncloa y no el Palau de la Generalitat. Felipe González, Alfonso Guerra y Cía. hacían lo mismo. Los socialistas catalanes se jactan de que en 2006 pactaron «soberanamente» con ERC e ICV-EUiA en contra de los gerifaltes de Ferraz, que supuestamente habían pactado con Artur Mas hacerle presidente si ganaba las elecciones —que ganó— como pago por el pacto estatutario del líder de CDC con José-Luis Rodríguez Zapatero. Pero ese falso orgullo nace de causas poco virtuosas.

Visto desde este momento, lo que acabo de contarles parece algo muy lejano, ¿verdad?. Antiguo. Tan antiguo como la reaparición estos días de Miquel Roca i Junyent al lado de sus peores enemigos cuando él era un político en activo. Cosas de la política, que convierte en amigos de cama a quienes se desprecian íntimamente. Lo inmediato condiciona la política de tal manera que cualquier cosa es posible, incluso que, después del 27S, UDC desaparezca del mapa aún siendo el partido más antiguo de Cataluña. Pero volvamos a los socialistas.

Ayer leí la noticia de que el exprimer secretario del PSC de Sabadell, Joan Manau, anunció mediante un carta dirigida a Miquel Iceta que se daba de baja del partido y que votaría a Junts pel Sí en las elecciones del 27S. Manau fue miembro, junto con Juan Carlos Sánchez y Montserrat Capdevila, del núcleo duro del gobierno municipal presidido por Manuel Bustos. Como todos ellos, fue imputado en el caso Mercurio y hoy, despejado el panorama, vive de su actividad profesional como profesor de música en Terrassa.

Lo que le explica Manau a Iceta en la carta lo dijeron antes otros destacados socialistas, empezando por Ferran Mascarell, actual consejero de Cultura con Mas. El fin del proyecto socialista, que ha dejado de ser progresista incluso en lo nacional, es ya una rémora incapaz de retener el talento que tuvo en el pasado.

La lista de personas que fueron destacados representantes del socialismo catalán y que el 27S se decantarán por la candidatura de Junts pel Sí se va ampliando. Manau lo hace público por carta mientras que Jordi Serra Villalbí, histórico alcalde socialista de Sitges (1979-1983 y 1987-1995) se deja ver en el mitin de la coalición independentista que tuvo lugar el pasado martes en Vilanova i la Geltrú, ciudad, les añado, cuyo antiguo alcalde socialista (2005-2011) y actual líder de Avancem, Joan Ignasi Elena, también está por Junts pel Sí.

Lo voy a escribir sin tapujos: por fin algunos socialistas catalanes actúan como si fueran alemanes y hubiesen aprendido que las grandes coaliciones se forjan bajo el signo del patriotismo. Sólo así se «gana la libertad», lo que por cierto era el lema que presidió al aquelarre socialista de 1976, cuando mi señor padre dio un grito de esperanza —»estem suant socialisme«— antes de largarse a CDC por no subordinarse al PSOE.