El tiempo de Errejón

Hay liderazgos que suplantan al pueblo y los hay que se unen a él. En la política española y catalana sobran los primeros y faltan los segundos. Los suplantadores nacen en contacto con los tiempos de turbulencias, con el anuncio de tempestades pretendiendo conducir la rabia y el dolor social. Los segundos son aquellos líderes políticos que creen que el tiempo de ira y furia pasará y quieren ser capaces de trabajar por ideales y volver a casa tras tanta agitación.

Errejón explicaba «cualquier teoría política que descanse, o que confíe en que la gente puede estar siempre participando y siempre movilizada, está condenada a la nostalgia, a la melancolía, porque nunca sucede, la gente siempre vuelve a casa». Su visión es especialmente oportuna, pues la estrategia basada en dilatar la decisión de hacer gobierno o de propiciar unas terceras elecciones implica abandonar por ahora la plaza pública para volver el trabajo.

El liderazgo debe apostar por responder al reto de avanzar en acuerdos, estableciendo pactos con otras fuerzas políticas para que los ideales no pierdan tensión y puedan ser posibles.

La flexibilidad es más contundente que la fuerza, la renuncia es más productiva que las convicciones. El éxito de un proyecto debemos tasarlo en que resulte rentable para los que apostaron por él. ¿Cuántos éxitos conocemos que devienen en fracasos? cientos, miles. La democracia liberal en la que nos movemos, acepta más la colaboración que la resistencia.

Premia a los combatientes más que a los excombatientes. La lógica política de Errejón es ser generador de escenarios de lo posible, ampliando el éxito de aquellos que han creído en imposibles. Su pragmatismo obedece al simple hecho de que, tras la euforia romántica, los partisanos vuelvan a sus hogares para atender a lo inmediato.

La ralentización del tiempo político español está envolviendo a Podemos en la psicología crepuscular de Saturno, donde habita la nostalgia y la sensibilidad de lo extremo. Algunos pensarán que apostar por el liderazgo de Errejón supone ir contra Iglesias. Deberían ver en él la única salida que tiene Iglesias para sostenerse.

La cristalización de Podemos como fuerza política de peso necesita la mirada sosegada de Errejón. Necesita un tiempo nuevo donde los platós televisivos dejen paso a mesas de negociación. No se trata de domesticar a la bestia sino de que no acabe devorándose a sí misma. Se nos dice que Podemos no es de derechas ni de izquierdas para destacar su voluntad en alcanzar una nueva hegemonía política. De la misma manera, debería decirse que Podemos no es de Iglesias ni de Errejón sino de aquel que mejor sepa guiar el partido ahora que todos sus seguidores han regresado a casa a la espera de las fatídicas nuevas elecciones.