El teatro Romea, el nuevo Parlament

«Empieza una nueva era». Así se expresaba el presidente Puigdemont, el pasado lunes, en el Teatre Romea. Calidad democrática, eso es lo que constantemente pide Puigdemont y otros dirigentes del PDECat al Gobierno de España. Curiosa petición cuando aquí, en Cataluña, para hacer balance de su primer año de gestión el president de la Generalitat se va a un teatro y no al Parlament, dónde sin duda debería ir. Sólo en el Parlament está representado el conjunto del pueblo de Cataluña.

Pero por lo visto, para Puigdemont hay catalanes de distinto rango. A unos, se les invita al teatro para que escuchen el balance de gestión. A los demás, se les da por enterados: ya leerán la prensa, si quieren.

¿Con qué criterios se invitó a unos y otros no? No alcanzo a imaginar que respuesta hay a esa cuestión. En todo caso, en una democracia de calidad, los balances de gestión de un presidente se hacen en el Parlamento, donde, además de poder aplaudir, los ciudadanos pueden intervenir a través de los diputados que los representan. En el Teatro Romea la única opción de los invitados es el aplauso. ¡Calidad democrática!

Pero es que además, en el discurso pronunciado por Puigdemont se hicieron afirmaciones de mucho calado. «2017 es el inicio de una nueva era para Cataluña». ¡Casi nada!

Se les comunicó a los presentes que está todo preparado para cumplir el objetivo de constituir el Estado propio, que la ley de transitoriedad jurídica que ha de dar paso de la legislación española a la catalana, que dará cobertura legal al referéndum y la posterior constitución de la República catalana, está ya lista. Que el Govern tiene también a punto las estructuras de Estado para que «al día siguiente» todo funcione. Todo esto, que no es precisamente poco, se explica a los privilegiados invitados al Teatre Romea.

Pero eso no es todo, si es que queremos entender de qué va eso de la «calidad democrática». Puigdemont afirma que no dará más detalles para no dar pistas al Gobierno de España. ¡Otra vez con la astucia!

La primera observación que me sugieren tales afirmaciones de Puigdemont es el desprecio y el ninguneo que le propina al Parlament de Cataluña, y el flagrante incumplimiento del Estatut.

El Estatut no le da atribuciones al Parlament para aprobar una «desconexión» de las leyes vigentes en España y de las resoluciones judiciales que emanan de los distintos órganos jurisdiccionales, para dar paso a una legislación catalana. La primera exigencia de calidad democrática que debe cumplir el Govern es el respeto al Estatut. No es tanto al Gobierno de España a quien el Govern de la Generalitat quiere ocultar información, sino al propio parlamento catalán y, por extensión, a la inmensa mayoría de los ciudadanos a quienes gobierna, a excepción, claro, de los invitados al Teatre Romea.

Se nos asegura que el referéndum será convocado antes de verano o, a más tardar, en septiembre. Es decir, prácticamente a la vuelta de la esquina. El president afirma que el debate y aprobación de las leyes que han de permitir el referéndum y posterior puesta en marcha del nuevo estado, se hará a última hora, de forma express. Otro ejemplo de la «calidad democrática» que nos quieren imponer.

Cualquier estudiante de primero de derecho sabe que el proyecto de ley de «transitoriedad jurídica» vulnera el Estatut y la Constitución. La falta de respeto al Estatut es, a mi juicio, algo que nunca debería hacer el Govern de la Generalitat. Se actúa así, dice el president, para no dar pistas al Gobierno de España, cuando en realidad a quien se burla es al Parlament y a sus diputados y en consecuencia, a los ciudadanos de Cataluña.

No hace falta ser astuto para saber lo que va a ocurrir. Lógicamente, cuando se apruebe la ley de transitoriedad los grupos parlamentarios contrarios al procés solicitarán dictamen del Consell de Garantías Estatutarias y presentarán recurso al Tribunal Constitucional. No les dan otra opción. La alternativa es la tramitación exprés, lo que lógicamente no querrán. Un debate de tal envergadura requiere su tiempo, y no es buen presagio ocultar a los diputados proyectos de ley de tal calibre.

Nadie duda, tampoco, que el Gobierno de España presentará también recurso ante el Tribunal Constitucional. Y el discurso que viene está ya escrito: se dirá que el Gobierno de España judicializa la política, y es de baja calidad democrática porque no deja poner las urnas. Que diputados del parlamento catalán interpongan también recurso no merecerá atención ninguna por parte de los partidos favorables al procés.

La cuestión es el choque de trenes con el Gobierno de España para favorecer el estado emocional de parte de la población catalana. Los diputados díscolos al procés tampoco saben de calidad democrática, esto es exclusiva de Junts Pel Sí.

Todo ello, y nunca mejor dicho, es una representación teatral. Por eso  Puigdemont prefiere el Teatro Romea al Parlament para dar explicaciones y hacer balance político de su primera año de gestión.

Mejor sería convocar elecciones cuanto antes, dejar de seguir jugando con los legítimos sentimientos de muchos catalanes, y acabar con esa teatralización de la política, que ya hace demasiado tiempo que se ha instalado en Cataluña.