El suicidio del PP
El rechazo de la dirección del PP a que Isabel Diaz Ayuso presida el partido en Madrid deja al descubierto la inseguridad de Casado
Con las encuestas cada vez más favorables, en contraposición al desgaste de Pedro Sánchez, el PP se va enredando en la madeja de las peleas internas por el control orgánico de Madrid dejando en evidencia que no se fían de la líder que mayor rédito les ha dado en las urnas, que no es otra que Isabel Díaz Ayuso.
El choque forzado entre la presidenta de la comunidad y el alcalde, José Luis Martínez‑Almeida, que nunca han sido rivales, no está siendo entendido en las bases del partido. Y así se lo transmitieron desde el grupo parlamentario del Congreso al propio Pablo Casado en una cena informal. Mucho menos lo entendería su electorado. Este pulso ha contaminado el ambiente en el PP y está provocando estupor entre quienes piensan que el principal partido de la oposición se está confundiendo de enemigo.
El dirigente popular que se presentó en la Convención de Valencia convencido de poder ensanchar en las urnas (quedan dos años) la bolsa electoral de los liberales procedentes de Ciudadanos y de los moderados desencantados del PSOE, no está siendo capaz de despejar las tormentas que él mismo ha permitido que se desencadenen en su propio partido con la inestimable ayuda de su secretario general, Teodoro García Egea.
No se entiende este absurdo pulso entre Sol y Génova. Que la dirección del PP no quiera que Isabel Díaz Ayuso sea la presidenta del partido en Madrid no es una pelea intrascendente para el votante de centro derecha. Los pulsos por el poder transmiten una imagen de confrontación y acaban influyendo en la fuga de votos. No es recomendable que el PP se ponga ahora a emular al PSOE y celebre sus congresos a la búlgara, como le gustan a Sánchez, pero deberían recordar un axioma electoral: los votos huyen de las divisiones. Y Casado juega con fuego si fuerza un pulso entre la presidenta de la comunidad y el alcalde de la capital aunque éste ahora diga que se apunta a una tercera vía como contrapeso a los dos en liza.
!Ah! Las batallas por el control del poder orgánico! Los juguetes rotos que han dejado en el camino…que se lo pregunten a Alberto Ruiz-Gallardón o a Esperanza Aguirre. Madrid no es una comunidad cualquiera. En Galicia, Castilla y León o Andalucía, sus presidentes pueden ejercer sus baronías con mando en las dos plazas (gobierno y partido) sin bicefalias ni zancadillas. Pero Madrid es la principal cantera del PP. Tiene el mayor número de afiliados en la comunidad con mayor PIB de España (20%). Mucho poder orgánico y control de listas y cargos es lo que se juega en este pulso cainíta.
El tirón de Isabel Díaz Ayuso
La presidenta de la comunidad de Madrid tiene un tirón mediático y electoral imbatible. Ejerce el liderazgo político eclipsando al propio Casado cuando ella mantiene el pulso al presidente del gobierno sin necesidad de recurrir a la enumeración de las incoherencias de Sánchez. Eso lo deja para las crónicas. Lo suyo son hechos e iniciativas que el electorado ha sabido entender. Hasta el punto que el propio presidente de gobierno ha llegado a copiar algunas de sus medidas después de haberlas criticado.
En plena tormenta en la Moncloa, a vueltas con la reforma laboral, Díaz Ayuso anuncia una rebaja del IRPF, se mete en el bolsillo a miles de madrileños y provoca una envidia sana en ciudadanos de otras Comunidades Autónomas. El jugador central del Barça, Gerard Piqué, que está en plena promoción de su Copa Davis libre de contaminación, no pudo ser más claro al mostrar su admiración :” Madrid es un ejemplo de sostenibilidad para Europa y el mundo. Me gustaría que Barcelona estuviera en ese nivel”. Y Díaz Ayuso se cuelga otra medalla.
Hacer oposición a Sánchez en vez de a Díaz Ayuso
Quizás sea ése el problema de Casado. No solo un temor a que la presidenta madrileña eclipse su liderazgo y que, crecida, se atreva a mantener un pulso que recuerda los que protagonizó Esperanza Aguirre cuando cuestionaba al propio Rajoy. También que el discurso de Madrid sea extrapolable al resto de España. Con estos pulsos suicidas, Casado se arriesga a perder el control del partido cuando debería estar concentrado en hacer oposición a Sánchez en vez de a Díaz Ayuso.
Debería estar beneficiándose de la penosa gestión del gobierno social-comunista que, sin embargo y a pesar de sus constantes bandazos, está construyendo a su alrededor una fortaleza de mayorías parlamentarias de cemento armado. Si a Sánchez le conviene una derecha fracturada, no digamos ya un PP dividido. Esta trifulca de egos y control por el poder orgánico en el principal partido de la oposición es un regalo para la izquierda. Una bicoca.