El síndrome de Peter Pan
El escritor francés del pasado siglo, François Mauric, dejó escrita esta frase: ¡Qué poco cuesta construir castillos en el aire y qué cara es su destrucción! Mauric sabía de que hablaba al decirlo de los castillos porque siendo un adolescente fue alistado en la Gran Guerra; en la II Guerra Mundial participó en la Resistencia, fiel al general De Gaulle; y en la guerra de España defendió a la II República.
Este premio Nobel de Literatura vivió el fin de las dos ideologías redentoras que en el Siglo XX llevaron al desastre más absoluto a la humanidad: el nacionalismo radical nazi y el comunismo…
He recordado esa frase al oír a Oriol Junqueras anunciar en un mitin en Sant Vicenç del Horts que el 27 de septiembre lo «conseguiremos todo». Vamos, que las murallas de Jericó [España] caerán desplomadas tras el estruendo incontenible de los votos estelados. Este tipo de mensajes tan simples, tan infantiles, me producen una reacción instintiva de saltapatrás, que es una expresión ilustrativa usada en México en el Día de los Muertos.
En octubre del pasado año cuando en una entrevista de Mónica Terribas en Catalunya Ràdio, la periodista le preguntó sobre la independencia, Junqueras, emocionado y con voz entrecortada, soltó unas lágrimas diciendo que tras las elecciones plebiscitarias «no se podía perder más el tiempo, porque la independencia era una necesidad…». Esa reacción tan emotiva era la propia de un zote, no de una persona inteligente; de un adolescente que no sabe controlar sus emociones, más que de un hombre de 46 años…
El nacionalismo es un movimiento político del siglo XIX con un irrefrenable impulso romántico. Pero que el líder republicano diga que aspira a «conseguirlo todo», vamos, el paraíso en la tierra, me lleva al pensamiento del Nobel francés: ¡Qué poco cuesta construir castillos en el aire y qué cara es su destrucción!
Esta simpleza de planteamiento, infantilismo en estado puro, que le lleva a decir con ese aspecto de orondo profesor chiflado, pero satisfecho con su cuchufleta (aplaudida por sus conmilitones) la boutade que la diferencia entre los escolares catalanes y el presidente del Gobierno español es que los niños salen de la escuela conociendo el triple de idiomas que Rajoy…
Este nivel discursivo populista del hombre que aspira a liderar la soñada primera República de la Historia de Catalunya, me pone los pelos como escarpias. Por más alcalde de Sant Vicenç dels Horts, historiador o ex rata de la biblioteca vaticana que sea, su patología tiene un nombre clínico: síndrome de Peter Pan.