El síndrome catalán

Espero que a estas alturas de mis columnas todo lector sepa interpretar cada palabra escrita en su acepción correcta. Hablo de síndrome en su etimología griega originaria: “syndromé”, es decir, “serie de síntomas y signos que existen a un tiempo y definen un estado”. Un síndrome no es una enfermedad, aunque sus síntomas pueden llevarnos a ella. Enfermedad tiene su origen en el latín “Infirmitas”, “originariamente la negación de la fuerza, algo así como falta de firmeza”.

Desde la decisión de nuestro president Artur Mas –no se engañen, él personalmente ha elegido el camino, y para lo bueno y para lo malo, es el máximo responsable de lo sucedido– se han multiplicado los síntomas y signos que podríamos elevar a la categoría de síndrome catalán. Todos basados en el autoengaño. No con mala fe, en muchos casos, sino simplemente basados en la propaganda y en la mentira.

Para simplicarlo podríamos plasmarlo en cuatro síntomas:

El primer síntoma es buscar siempre un culpable. Aquí la elección es fácil, “España nos roba”. Todos los males de Catalunya tienen su origen en España. La balanza fiscal es el caso más claro. Se habla a diario de ella, pero nadie la ha visto o documentado, pero todos creen que España roba con firmeza. Según parece desde hace cientos de años Catalunya traspasa parte de sus ingresos a España, visto como una dualidad territorial, sin recompensa satisfactoria.

El segunda síntoma es mirar un espejo donde reflejarse. Una vez fracasado el tema de Quebec, y teniendo en cuenta que Kosovo no es el mejor lugar donde reflejarse, se mira a Escocia. Curiosamente un lugar que fue reino independiente hasta 1707, cosa que nunca fue Catalunya. Decimos curioso porque las últimas encuestas apenas dan un 20% de votos favorables a la independencia, pero aquí los medios institucionales (algunos osan en llamarles prostitucionales) se encargan de ocultar ese dato dando sólo voz a los independentistas como si fueran mayoría.

El tercero es creer sólo a los que hablan bien de nosotros y transformarlo en dogma. Si un secretario de un secretario de una institución ya dice que la independencia está bien vista debemos ya reproducir que esa institución está a favor. Si un editor de un diario que nunca leímos lo dice ya toda la prensa internacional está a favor. Vamos si yo firmo que “viva la independencia”, todos los columnistas del diario estamos a favor. El autoengaño, como en la vida, es sólo una solución parcial a los problemas.

El cuarto es crear nuevos héroes y huir de los que no se comprometen a fondo. Mas ha mutado desde aquel president mediocre a un líder natural en pocos meses. De un president de recortes y recortes, a ser el hijo que muchos querían. Un héroe de leyenda que tras una gestión difícil –ya saben debido al robo de España– ha reconvertido en sentimiento su contumaz negligencia. Eso sí, aquellos que no comulguen con el principio básico del pensamiento único deben ser excluidos.

Fíjense que los síntomas se han extendido con tal rapidez por Catalunya que es hasta difícil, por no decir imposible, que gente de discurso coherente no tenga alguno de ellos. Obviamente la repercusión mediática de algunos casposos –ejemplos más evidentes son, en las antípodas, Vidal Quadras o López Tena– son la mejor manera de contraer este síndrome. Está claro que el síndrome catalán no existe sin algunos enfermos mortales, tanto catalanes como españoles.

Pero mi gran duda es si este síndrome catalán será una enfermedad física y racional, o simplemente es un trastorno mental basado en la falacia y la mentira. Podemos construir una identidad nacional catalana si queremos, pero nunca a partir de un síndrome de debilidades. Construyamos, discutamos, hablemos de las cosas buenas, también de las malas, pero no partamos nunca de la mentira. ¿Tanto miedo da decir las cosas por su nombre sin tener que inventarnos historias?

¿Por que hay que crear dos bandos en estos temas? Tanta estupidez tienen algunos que solo saben destruir en vez de construir. Como he dicho en otras columnas a mí no me parece mal la independencia de Catalunya, ni de Vall d’Aran, ni del Baix Llobregat ni de l’Eixample de Barcelona. Pero alguien me puede explicar que hace que ¿unos sean una unidad y otros no?

La verdad, me reí mucho cuando el diputado de Solidaritat per la Iindependència, Lopez Tena –el tipo tiene guasa y menos aguante que un helado en el desierto del Sahara– dijo sobre este tema que la unidad la marcaba la Constitución Española. De verdad hay tanto ignorante en este país que quizás deberíamos plantearnos independizarnos de forma inmediata. Pero quizás no de territorio, que sería una opción, sino de políticos mediocres y nefastos como los Mas, los Vidal Quadras o los Lopez Tena. Todos esos que han medrado tantos años y que no tienen otro beneficio que encumbrar síndromes que pueden llevarnos a enfermedades muy graves.

Los síntomas los tenemos marcados, bien marcados. A día de hoy, parece complicado reconocer hacia donde derivarán. El diálogo que planteaba el editor Lara está roto. Todos han creído en su propio engaño, y sólo piensan en continuar el camino. Las urnas marcarán o no una inflexión. Tampoco sabemos cuál es el mejor camino. El futuro es oscuro, muy oscuro.

Nadie, y eso me preocupa, ha sido capaz aun de dar cifras al síndrome catalán. Vamos a votar sin ni tan siquiera saber qué significa una u otra opción. Sólo embutidos en un síndrome que se cuela en nuestro cuerpo y mente para dirimir si nos roba España, si Escocia es nuestro espejo, si algún diario internacional apoya la independencia o si un futbolista o músico está a favor o en contra.

La verdad señor Mas, ya no president Mas ya que es una reflexión personal, es bastante lamentable que su decisión -para algunos deriva- lleve a que esas sean las claves del futuro de mis hijos y sus hijos. Quizás a usted le importe bien poco los suyos, pero a mí me preocupan las cosas. Y solo dedicarse a adoctrinar en un pensamiento único sin más argumentos que los propios del síndrome catalán me reafirman en que quizás la crisis aquí es más dura que en otros lugares. Seguramente porque aquí además han gobernado mediocres que ante su ineptitud sólo han sabido huir buscando una salida personal. Sin pensar que detrás hay mucha gente, mucha variedad, y no precisamente un único pensamiento e idea de país.