El separatismo lento del PSC

El separatista avispado debería votar al PSC, porque el de los socialistas es un separatismo lento, pero también eficaz

La gran historiadora de las ideas económicas Deirdre N. McCloskey definió a los keynesianos y liberales progresistas como socialistas lentos. No son revolucionarios, pero introducen ideas y defienden políticas que, sin prisa, pero sin pausa, van encerrando la sociedad en el socialismo. Es la estrategia de la rana hervida. Poco a poco, van ocasionando imperceptibles daños a las libertades individuales. La falta de conciencia provoca la indiferencia de la ciudadanía. Pero llega un momento en el que la situación es irreversible, y la sociedad abierta es, de repente, historia. De igual manera, la analogía del anfibio despistado nos sirve para entender el peligro del PSC hacia aquellos catalanes constitucionalistas que creen, de buena fe, que el apaciguamiento es la mejor opción para acabar con el procés y garantizar una vida más tranquila. 

El PSC sentó las bases del procés al sustentar su relato político en el odio y la exclusión a un Partido Popular que en Cataluña había obtenido más de 760.000 votos en las elecciones generales de 2000. El pacto del Tinell y un nuevo estatuto de autonomía, que nadie pedía, eran las imprudentes propuestas socialistas para competir con el nacionalismo convergente. De este modo, el PSC fue el responsable de una irresponsable escalada de expectativas. El entonces presidente de la Generalitat, José Montilla, acabaría liderando los ataques al Tribunal Constitucional. Y ya en la oposición, Pere Navarro prometió el referéndum en su programa electoral y llegó a presumir en los micrófonos de RAC1 que “los únicos que estamos a favor del derecho a decidir somos los socialistas”.  

La moción de censura con motivaciones fake regaló al separatismo una oportunidad inmerecida

A partir de ese caldo de cultivo compuesto por el PSC, Artur Mas aprovechó la crisis económica para reconvertir CiU en un partido nacionalpopulista y acelerar, poniendo “rumbo a lo desconocido”. Sin embargo, lo desconocido resultó ser para él el fondo de la papelera de la Historia. Carles Puigdemont tomó el testigo del separatismo acelerado, cogió carrerilla y dio el gran salto a… una piscina sin agua. No tenían las prometidas estructuras de Estado, ni ningún apoyo internacional decente, ni tampoco una mayoría social dispuesta al sacrificio. A la burguesía se le pasó el ansia revolucionaria cuando se vio con la necesidad de crear cuentas espejo. Las prisas rompieron la estrategia secesionista. No ho tenien a tocar. Los partidos del procés se dividieron y su base social se calmó, aturdida ante el descubrimiento del gran engaño. El Estado de derecho había salvaguardado la democracia. 

No obstante, poco tardó el socialismo en volver por sus fueros. La moción de censura con motivaciones fake regaló al separatismo una oportunidad inmerecida. Prometían volverlo a hacer. Y Pedro Sánchez puso el Estado al servicio del golpismo con el aval ideológico del PSC. Salvador Illa no ha la pasado página del procés, le ha devuelto la vida. Ha regalado una victoria crucial al separatismo o, lo que es peor, ha infligido una severa derrota al constitucionalismo. El relato socialista vuelve a ser claramente nacionalista. Tras los indultos y la reescritura del Código Penal, vuelven sus furibundos ataques al Partido Popular. Han recuperado los grotescos guiones del maquiavelito José Zaragoza. 

Illa, de momento, utiliza eufemismos, versiones sociatas de las astucias de Mas

El PSC vuelve al trampantojo jurídico del derecho a decidir. Esquerra Republicana impone las condiciones del referéndum independentista. Illa, de momento, utiliza eufemismos, versiones sociatas de las astucias de Mas. Van preparando el terreno para la futura escalada de expectativas. Van debilitando a los constitucionalistas. Nos van subiendo la temperatura del agua. Quim Torra ya habló del momentum para la independencia, aunque a él solo le llegó el momentum para la inhabilitación. Fue un pícaro. Buscó el retiro dorado sin tener que pasar por la cárcel. Con todo, será el PSC con sus constantes cesiones el que acerque a los independentistas a aquella Ítaca a la que muchos ya habían renunciado. Exclusión del castellano, derogación de la sedición, rebaja de la malversación. Suma y sigue.  

Paso a paso, el socialismo nos llevará a ese momentum. Es posible que algunos socialistas ingenuos no lo vean así. Acostumbrados a aplaudir una cosa y su contraria en una misma semana, serán las últimas ranas en saltar de la olla. O, seguramente, acabarán hervidos. Las cesiones no cesarán. A las leyes ad hoc les seguirán las mutaciones constitucionales. El confederalismo sería el paso previo a la ruptura. Así, por mantenerse en el poder hoy, los socialistas están ayudando al separatismo a triunfar mañana. El separatista avispado debería votar al PSC, porque el de los socialistas es un separatismo lento, pero también eficaz. 

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