El ‘seny’ de Juanma Moreno
Mientras la Generalitat de Cataluña sigue creando más (y peores) impuestos, Andalucía crea más empresas y trabajadores autónomos, consolidándose un sorpasso en dinamismo empresarial que nadie había pronosticado
El nacionalismo catalán siempre ha mirado por encima del hombro al resto de las autonomías españolas. La cerrilidad es característica de una ideología miope, que lo ve todo borroso más allá de su propio ombligo. Deseosos de que el mundo les mirara, nuestros narcisistas estelados dejaron de observar el mundo, mientras este cambiaba a marchas forzadas y no nos esperaba. Herederos de las infames teorías pujolistas sobre “el hombre andaluz”, Artur Mas se mofaba del acento de los niños andaluces, y Josep Antoni Duran i Lleida alimentaba la xenofobia fiscal acusando a sus padres de estar todo el día en el bar. La gigantesca trama corrupta del PSOE andaluz con los ERE no ayudaba a vislumbrar el enorme potencial del sur de España, pero los nacionalismos nunca supieron ver más allá de los tristes tópicos.
Así, Andalucía se ha convertido hoy en todo un referente para los libres de prejuicios. El líder popular Juanma Moreno contradijo a los resignados y se convirtió en el primer inquilino no socialista del palacio de San Telmo. Ha liderado el cambio con buenas palabras y mejores políticas. No se encerró en el típico y populista victimismo de los malos gobernantes, sino que confió en la sociedad andaluza, bajando impuestos y eliminando trabas burocráticas. Esta respondió con trabajo y creatividad, y hoy Andalucía puede estar orgullosa de ser uno de los principales motores económicos de España. En Cataluña, sin embargo, seguimos atrapados en la decadencia procesista de una Generalitat eternamente enfurruñada.
Ayer leí, desde Barcelona y con sana envidia, la gran entrevista de Bernat García al presidente de la Junta de Andalucía en Economía Digital. Era la voz del seny. Era el liberalismo del círculo virtuoso. El liberalismo, en primer lugar, entendido como una actitud. Respetuoso e integrador, Moreno se centró en hablar de Andalucía en positivo. Las palabras importan y mucho. Y se agradece este tono en los actuales tiempos de macarrismo retórico y polarización inducida. Contrasta, pues, con la jerga de un Pedro Sánchez que, con el estilo de un presentador de TV3, esta semana se refería a los agentes de la Policía Nacional y la Guardia Civil como “piolines”.
En segundo lugar, la entrevista estaba teñida de un liberalismo que, como pensamiento político, considera que la libertad no solo es moralmente buena, sino que también funciona en términos de prosperidad. Las reflexiones de Moreno fueron en esta línea: “Reducir trabas administrativas y trámites burocráticos ha sido clave para facilitar la llegada de inversiones y reactivar la economía”; “Gracias a la rebaja del IRPF, en Andalucía hay hoy 280.000 nuevos contribuyentes y eso nos ha permitido ingresar 925 millones de euros más en 2019 y 2020 para destinarlos a las políticas sociales”. Mientras la Generalitat de Cataluña sigue creando más (y peores) impuestos, Andalucía crea más empresas y trabajadores autónomos, consolidándose un sorpasso en dinamismo empresarial que nadie había pronosticado.
El cambio ideológico ha sido fundamental. El seny se instala en Andalucía. Y aquí, en Cataluña, la competitividad sigue siendo castigada por las políticas de los Pere Aragonés y Ada Colau. Una sociedad se abre, y la otra se cierra. Una apuesta por la libertad económica; y la otra, por la ingeniería social. Una es estabilidad política; y la otra, el caos antisistema. En cualquier ránking económico, social y cultural, Barcelona se aleja cada día más de Madrid. Y ciudades como Málaga se acercan más y más a Barcelona, porque tanto las palabras como las políticas tienen consecuencias.