El secreto de Rajoy

Tras la abrumadora victoria del relato de Rajoy en defensa de la estabilidad, la gobernabilidad y la moderación frente a la difusa idea del cambio propuesta por las izquierdas, se esconde un secreto. El secreto mejor guardado de Rajoy. Es un secreto no escondido, tan expuesto a la luz pública y a merced de cualquiera de nosotros, que no alcanzamos a descifrarlo. No advertimos su importancia al confundirse con el resto de lo que percibimos.

El secreto de su éxito es el resultado del esfuerzo, por parte de todas las fuerzas políticas y desde hace más de diez años, por estigmatizar su ideario político. Podemos apuntar varios ejemplos: la crítica, que supuso el punto de inicio del final de CiU, con la negación de los pactos del Majestic, llevar ante notario la rúbrica de que CIU nunca gobernaría con el PP; la campaña del PSOE con el slogan «si tú no vas, ellos vuelven»; el cordón ideológico que quiere levantar Podemos con la amenaza de dejar caer gobiernos autonómicos si el PSOE pacta la investidura de Rajoy o el efecto boomerang del «no es no» de Pedro Sánchez, que lo ha llevado a dimitir  como líder del PSOE para dejar paso a una gestora que plantea «no es si».

Todo ello establece un sólido principio, basado en que, cuanto más se aísla al PP, más voto consigue, pues se establece la idea en el electorado de que sólo el PP puede defender los intereses de orden, estabilidad económica, compromiso con Europa e integridad territorial necesarios.

Un efecto de robustez que se alimenta y crece gracias al aislamiento que los otros promueven. El secreto, el éxito mejor guardado del PP, no reside en el partido de Rajoy y su capacidad de gobierno, sino en la provocación de sus contrincantes cuando, pensando que es positivo para ellos criminalizarlo por la corrupción, repudiar su patriotismo, señalarlo con el dedo por su entente con las élites y mofarse por su estética de la rancia derecha de siempre, han contribuido a definir un perfil y a fortalecer sus convicciones.

La antipatía de sus contrarios sólo ha conseguido movilizar a la opinión pública y a los columnistas contra ellos, pero esto no ha tenido incidencia electoral. El PP actual funciona como algunas historias de los cómics Manga japoneses, donde, cada vez que se intenta batir o herir a la criatura fantástica, ésta, no sólo no es abatida, sino que se hace más fuerte, adquiriendo más poder.

La pregunta es, pues, cómo se puede lograr ganar al PP nacional sin utilizar la estrategia que han utilizado a nivel autonómico los partidos de izquierda e independentistas, que sólo ha conseguido fortalecerlo a nivel del estado. La respuesta, tal vez, debamos encontrarla en la estrategia de los grandes pactos de estado que impulsó Zapatero en la última legislatura de Aznar.

Una legislatura con mayoría absoluta del PP y con un partido en proceso de cambio, el PSOE. Dicha estrategia se basaba en ser duros y combativos en materias de derechos sociales y pactistas, sobre todo en lo referente a los grandes acuerdos de estado, como la lucha antiterrorista.

Es cierto que algunos pueden plantear que, entonces, no existía Podemos ni la llamada deriva independentista; partidos que han alterado el bipartidismo y la agenda política. Sin embargo, si se acepta que el bipartidismo político basado en el matiz entre conservadores y social democracia puede dejar paso a la lucha de bloques sociales con proyectos de país totalmente contrarios, habrá que aceptar que, tanto el PP cómo Podemos, no pueden quedarse solos.

Y, para ello, nada mejor que volver a la senda de pactos y acuerdos, abandonando la estigmatización del contrario y generando alarma con los malos augurios.