El secesionismo tumultuario como expresión de neovandalismo

La exposición de los hechos ante el discurso soberanista evidencian las contradicciones en sus protestas

Los hechos

Tres vehículos de la Guardia Civil destrozados. Dos activistas, megáfono en mano, arengando a la masa encima de un vehículo. La masa en la calle. Autopistas, autovías, carreteras y vías de circulación cortadas durante horas por individuos, tractores o troncos. Invasión de les vías  del AVE. Barricadas en carreteras y universidades Tensiones entre manifestantes y resto de la población. Piquetes coercitivos. Ciudadanos retenidos.    

El discurso

Libertad para los presos políticos. Fuera ocupas del Palau. Ni un paso atrás. Fuera la justícia española. Queremos ver a Rajoy en la prisión. La calle siempre será nuestra. Ha empezado el combate pacífico. Dispuestos a llegar hasta el final. No queda otra salida que la victoria. Retorno del Govern en el exilio. Tozudamente levantados. Cataluña se paralizará cuantas veces se quiera. La calle tiene la palabra y no callará.

La caracterización del fenómeno

Una imagen vale más que mil palabras. Y dos imágenes valen todavía más. Primera imagen (20 de septiembre de 2017): la masa secesionista impidiendo la salida de la secretaria judicial y de la Guardia Civil del edificio de una consejería de la Generalitat de Cataluña. Segunda imagen (8 de noviembre de 2017): la masa secesionista bajando las escaleras de la estación del AVE en Girona con el ánimo de invadirla.

Lo que hay en común en ambas –también, en otras- imágenes: el tumulto. DRAE: 1. Motín, confusión, alboroto producido por una multitud. 2. Confusión agitada o desorden ruidoso.

Lo que caracteriza al secesionismo catalán –por mejor decir, a una parte importante del secesionismo catalán- es el tumulto. El comportamiento tumultuario.

Las imágenes deL 20S y del 8N evidencial la actitud violenta de los manifestantes

Pregunta: ¿el tumulto cómo una expresión de vandalismo? Veamos. Si el tumulto es el “espíritu de destrucción que no respeta cosa alguna”, si la destrucción es la “acción y efecto de destruir y destruirse”, si destruir es “deshacer o inutilizar”; si ello –según el DRAE- es así, el tumulto secesionista es una manifestación de vandalismo o neovandalismo que no respeta la libre circulación de personas, que fractura la convivencia, que rompe la legalidad democrática al promover una República Catalana que quiebra el orden constitucional y el Estado de derecho.   

Un vandalismo o neovandalismo “pacífico” -¿qué entendemos por violencia?- que se autobanaliza, que se auto justifica y autosacraliza. Que en la tradición funcionalista (Robert Merton o Émile Durkheim) sería el modus operandi –teoría y práctica- de aquellos individuos o colectivos que se localizan en los márgenes del sistema –en nuestro caso, el orden constitucional- y no parecen dispuestos a integrarse en el mismo. Por eso, el secesionista catalán suele hablar de “autodefensa”, de “alcanzar nuestros objetivos” o de impulsar la “lucha” para “defenderse”. Todo ello con el objetivo final de la República Catalana.

¿Es el tumulto una expresión de vandalismo?

Un vandalismo o neovandalismo que configura una identidad propia –existo en la medida en que me manifiesto tumultuariamente- y define un lugar propio –el mundo secesionista- en donde ubicarse. El secesionsita, a la manera de Émile Durkheim, encuentra en el grupo el punto de referencia que le confiere autoestima personal y existencia colectiva. Precisamente por eso, se comporta tumultuariamente. Pero, como escribió André Glucksmann, “la acción dice la verdad de la intención”.

Licenciado en Filosofía y Letras. Ensayista, articulista, columnista, comentarista y crítico de libros
Miquel Porta Perales
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