El secesionismo catalán nos amenaza con su República
Aunque vaya de batacazo en batacazo, el secesionismo catalán pretende continuar con su quimera
Para el nacionalismo catalán, la República siempre ha sido un pretexto -¡Viva la República, catalanes!- para movilizar a los suyos y una excusa para alcanzar –¡Viva el Estado Catalán!- la independencia o, en su defecto, el mayor grado de soberanía imposible.
Por eso –para movilizar a la fiel infantería secesionista inasequible al desaliento-, el independentismo catalán se empeña en “hacer República”, en crear una Crida Nacional por la República, un Consejo para la República o un Foro Cívico y Social Constituyente. Republicano, por supuesto.
La República de Torra y Puigdemont no encuentra quien se la crea
Por eso –para embaucar a los políticos españoles que todavía siguen en el guindo- el expresidente Carles Puigdemont, en fecha tan señalada como el pasado 14 de abril, asegura –vaya elemento- que “la mejor garantía para lograr la República española es apoyar la República catalana”.
Si el coronel de García Márquez no tiene quien le escriba, la República de Joaquim Torra y Puigdemont no encuentra quien se la crea. Eso que ganamos a tenor de la Ley de Transitoriedad Jurídica y Fundacional de la República –un texto nacional represivo que dice adiós a la división de poderes- que nos espera con la República Catalana.
El secesionismo catalán viven en el país de las maravillas
Pero, ¿y si al secesionismo catalán le da ahora por prolongar la agonía anunciando otra República Catalana? “Alicia había empezado a pensar que muy pocas cosas eran realmente imposibles”, escribió Lewis Carroll en Alicia en el país de las maravillas.
Y como el secesionismo catalán –aunque vaya de batacazo en batacazo- vive en el país de las maravillas –“no hay vuelta atrás”, asegura Torra-, conviene recordar lo dicho al inicio: a la primera de cambio, el nacionalismo catalán te planta una República para impulsar alguna de sus quimeras. Ejemplos, sobran.
Algunas quimeras del nacionalismo catalán
Cuando se proclama la Primera República en España (1873-1874), el nacionalismo anuncia –Baldomer Lostau fue el encargado-, desde la Diputación de Barcelona, siendo el Ayuntamiento el impulsor, un Estado Catalán, dentro de la República Federal, que durará del 5 al 7 de marzo de 1873.
Vale decir que la Diputación de Barcelona tenía previsto “proclamar la constitución de la provincia de Barcelona en estado republicano federal de Barcelona”.
Llega la Segunda República (1931-1939) y Francesc Macià y Lluís Company toman la palabra:
Francesc Macià: “interpretando el sentimiento y los anhelos del pueblo que nos acaba de dar su sufragio, proclamo la República Catalana como Estado integrante de la Federación Ibérica” (bando del 14 de abril de 1931).
Lluís Companys: “renacido el espíritu inmortal de nuestra raza, toma posesión victoriosa de esta fortaleza, para celebrar de nuevo Cortes nuestras, que dictarán leyes nuestras, en lengua nuestra” (discurso del 6 de diciembre de 1932 al ser elegido Presidente del Parlamento de Cataluña).
Lluís Companys de nuevo: “en esta hora solemne, en nombre del pueblo y del Parlamento, el Gobierno que presido, proclama el Estado Catalán de la República Federa Española” (discurso 5 de octubre de 1934).
Manuel Azaña tomó la palabra contra el nacionalismo catalán
Y quien también toma la palabra es Manuel Azaña en La velada en Benicarló (1939):
“La Generalidad funciona insurreccionada contra el Gobierno. Mientras dicen privadamente que las cuestiones catalanistas han pasado a segundo término, que ahora nadie piensa en extremar el catalanismo, la Generalidad asalta servicios y secuestra funciones del Estado, encaminándose a una separación de hecho. Legisla en lo que no le compete, administra lo que no le pertenece.”
Manuel Azaña concluye:
“En el fondo, provincianismo fatuo, ignorancia, frivolidad de mente española, sin excluir en ciertos casos doblez, codicia, deslealtad, cobarde altanería delante del Estado inerme, inconsciencia, traición. La Generalidad se ha alzado con todo”.
Resumo: vaya tropa.
Otro texto de Manuel Azaña (Artículos sobre la Guerra Civil, escritos desde el exilio, 1939):
“Nuestro pueblo está condenado a que, con monarquía o con república, en paz o en guerra, bajo un régimen unitario y asimilista o bajo un régimen autonómico la cuestión catalana perdure como un manantial de perturbaciones, de discordias apasionadas, de injusticias”.
Resumo: como si de una maldición se tratara.
Y a los republicanos de verdad les formulo una pregunta: ¿ustedes creen que al nacionalismo catalán le interesan las cuestiones –libertad como no dominación, virtud cívica, deliberación, control efectivo del gobernante, respeto de las instituciones democráticas, no discriminación de personas y territorios o búsqueda del bien común- que hoy preocupan al republicanismo? Qué les voy a decir que no sepan.
Cualquiera de las modalidades del republicanismo –democrático-radical, liberal-democrático, igualitario o cívico- hace hincapié en el orden democrático, el respeto de las instituciones, la idea de ciudadanía o la virtud cívica y política.
¿Qué ocurre con el republicanismo secesionista catalán? Por sus hechos lo conocemos: una amenaza a la democracia y la convivencia. Aunque se trate de una ficción y un engaño.
Aunque sus líderes -¡valientes!- huyan al extranjero para eludir sus responsabilidades. “¡Viva Cataluña y Viva la República Catalana”, dijo –desde Bruselas– el holograma de Carles Puigdemont el pasado sábado.
Insisto: vaya tropa.