El Sahara, de problema español a conflicto geoestratégico

Poco puede hacer España ya ante lo que el paso de los años ha convertido en un litigio geoestratégico de dos países

En la primavera de 2005 la entonces vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, visitó Marruecos en viaje oficial. Como suele ocurrir en estos casos, mantuvo un encuentro de los denominados “off the record” con los periodistas que allí estábamos. La mayor parte corresponsales asentados en el país.

Recuerdo que éramos una decena y formábamos un círculo de cómodas butacas en el jardín de la residencia del embajador de España en Rabat. La temperatura era agradable, las buganvillas estaban en todo su esplendor y la luz de Marruecos invitaba al optimismo. El escenario propicio para hacer grandes anuncios: “el conflicto del Sahara lo solucionaremos en esta legislatura”.

Quienes hemos vivido en Marruecos y conocido lo que el Sahara significa para ese país sabemos que se trata de un problema de difícil solución. Así que la pregunta para la “vice” era obvia: ¿Cómo?

¿Qué plan tenía el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero para resolver una cuestión enquistada desde prácticamente la muerte de Francisco Franco y no desatascada ni por el derecho internacional ni los distintos enviados especiales de la ONU?

“No os puedo dar detalles porque si los doy, lógicamente, se puede desbaratar una estrategia perfectamente urdida y calculada al milímetro”. Así que los periodistas allí presentes nos quedamos con dos palmos de narices y especulando, ya por nuestra cuenta, si el Gobierno de España iba a jugar todas sus bazas con el de Marruecos, con el de Argelia o con la ONU.

Nos preguntábamos si todo se llevaría a cabo dentro del gran objetivo que entonces puso de moda el equipo de Moncloa: “la alianza de civilizaciones”. Huelga decir que nunca se supo, al menos públicamente, si hubo plan y en qué consistió. Y si se puso en práctica queda claro que no dio ningún resultado, a la vista de lo que está sucediendo ahora en la zona.

No todos los saharauis estaban por la lucha pacífica

Un año después de aquella visita de la vicepresidenta del gobierno viajé, junto con otros dos o tres periodistas españoles, a El Aaiún. Había revueltas, protestas independentistas y represión del ejército marroquí.

Casi clandestinamente entrevistamos a la activista saharaui Aminatu Haidar. Acababa de salir de la cárcel por reivindicar pacíficamente la causa de su pueblo. Una mujer de apariencia frágil pero de firmes convicciones. Las que le valieron para obtener, entre otros, el premio de la Fundación Robert F. Kennedy o el Juan María Bandrés por su lucha en favor de los derechos humanos.

Pero no todos los saharauis estaban por la lucha pacífica. Los más jóvenes, los que no conocieron el Sahara bajo la bandera de España ni la posterior llegada y ocupación de Marruecos con la histórica “Marcha verde”, comenzaban ya entonces a mostrar hartazgo ante la falta de respuesta de la ONU en el proceso de descolonización del Sahara.

La Minurso, nombre de la misión de Naciones Unidas en la zona, tenía que haber organizado un referéndum, pero por desavenencias en el censo nunca llegó a celebrarse. Así que sus unidades se han limitado durante décadas a patrullar y a evitar algunos enfrentamientos en el Sahara ocupado por Marruecos. Su objetivo se ha limitado a hacer cumplir el acuerdo de alto el fuego firmado en 1991.

Mientras, en los campamentos que el Frente Polisario tiene en el desierto argelino, la población saharaui de más edad que huyó de la ocupación marroquí ha visto pasar los años entre carencias y limitaciones de todo tipo. Y lo que es peor, perdiendo toda esperanza de volver a los territorios que fueron suyos antes de que España los entregara a Marruecos.

Para muchos se trató de un abandono ilegal, ya que España sigue siendo administradora de “iure”, pero no de “facto”. De hecho, una abrumadora presencia militar marroquí permite a Rabat la explotación de los recursos naturales saharauis a pesar de las continuas denuncias del Polisario en los tribunales internacionales.

Un incómodo vecino que siempre ha dejado claro que el Sahara es innegociable

Ahora, con la reanudación del conflicto bélico entre el Frente Polisario y Marruecos hay quien quiere poner de nuevo sobre la mesa la responsabilidad de España en el proceso de descolonización del Sahara.

Está claro que nuestro país cometió errores por la forma en que abandonó ese territorio hace casi 45 años, pero no es menos cierto que, una vez producida la “colonización” por parte de Marruecos, correspondía a la ONU llevar adelante el proceso de solución del territorio y de su población. Su descolonización.

Desde la transición, los distintos gobiernos democráticos de nuestro país han tratado de resolver por la vía de la diplomacia este espinoso asunto con nuestro vecino del sur. Un incómodo vecino que siempre ha dejado claro que el Sahara es innegociable y que nunca se celebrará en ese territorio un referéndum de autodeterminación.

La pérdida del Sahara supondría para Rabat poner en peligro incluso el trono de Mohamed VI. La castigada sociedad marroquí paga desde hace años con sus impuestos la presencia de un numeroso ejército en la antigua provincia española.

Se dice que todas las familias marroquíes tienen algún pariente destinado allí. Es el precio del afán expansionista de la corona alauita, que choca con la verdadera potencia de la zona, Argelia. Auténtico respaldo del Frente Polisario y con un interés claro: hacerse con una salida hacia el Atlántico y poner límites a Marruecos.

Poco puede hacer España ya ante lo que el paso de los años ha convertido en un litigio geoestratégico de dos países. Salvo equivocarse al elegir entre uno u otro.

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