El ridículo político por unos contratos troceados
La política catalana está acostumbrada a deambular en la irrealidad con una cotidianeidad pasmosa. Y en este camino anda. La fuerza del personaje supera el sentido común
Tras el ridículo vergonzante de Laura Borràs el viernes en el Parlament de Catalunya al presidir una cumbre organizada por el Observatorio Ciudadano contra la Corrupción con declaraciones que dejan con la boca abierta de una persona que está esperando día de juicio a causa de ese mismo mal, es difícil encontrar una situación más estrambótica en la política catalana, aunque se busque con ahínco.
El listado de frases pronunciadas por la presidenta del Parlament en su discurso no tienen desperdicio. Comenzó con una cita de Winston Churchill, “la corrupción es uno de los principales enemigos de la democracia», y acabo con otra de cosecha propia: “La democracia se refuerza cuando se asocia a eficacia y transparencia y se degrada con prácticas que desacreditan las instituciones y conllevan deslegitimización del sistema”.
Llama poderosamente la atención el convencimiento y la seguridad que Borràs acompaña siempre este tipo de palabras. Esa sensación de personalidad puede producirse por dos cuestiones: o realmente se lo cree o no es consciente de su realidad.
259.863 euros en 18 encargos
La presunción de inocencia siempre debe estar sobre cualquier escenario. Pero también los datos aportados en cualquier causa. En este caso existen correos electrónicos y, sobre todo, grabaciones. Mensajes de WhatsApp, donde Borràs se preocupa por las visitas de los Mossos preguntando por los contratos a su amigo Isaías Herrero, por un valor total de 259.863 euros, troceados en 18 encargos diferentes.
Aunque todo tenga una explicación, y aunque la presidenta del Parlament pudiera tener razón, las dudas y la prudencia siempre deben llevar al político a dar un paso atrás. Primero, para defenderse con mayor libertad. Segundo, para no hacer daño a la institución que representa -eso no cuenta entre independentistas-, y no castigar más a su propio partido.
Pero la pregunta es: ¿Por qué todo el mundo calla o mira hacía otro lado? Es muy curioso observar cómo se mueve la política catalana en estos casos. Si políticos del PP, C´s, por supuesto, Vox, y hasta también el PSC, estuvieran en la misma situación de Borràs la reacción sería otro absolutamente diferente.
Las zonas de confort en la política catalana están muy delimitadas y no son nada difusas. Unos se salvan públicamente de un estado de opinión que, supuestamente, les funciona a favor, aunque tengan carencias democráticas muy importantes. En este caso, utilizar el término “democrático”, tan repetido por la propia Borrás en la cumbre mencionada, tiene su retintín.
Borràs cada vez está más alejada de su partido
Al final resulta difícil enfrentarse a ese bloque monolítico. Una de las impulsoras de la cumbre era la propia Itziar González, que dimitió como concejala de Ciutat Vella en la época de Jordi Hereu, supuestamente en protesta por la corrupción urbanística. Ninguna mención hacia Borràs. La fuerza de las opiniones establecidas.
«Marrón de difícil gestión»
Pero no todo está a favor de Borrás en la gestión de esta polémica. ERC y el Gobierno de Pere Aragonés reconocen en privado que tienen un marrón de difícil gestión. Pero despedir a la presidenta sería romper el Govern de coalición. Debe salir de ella misma.
Exactamente igual que su propio partido, del que cada vez está más alejada. Ya no solo Jordi Turull, secretario general de JxCat, está dispuesto a sustituirla como la segunda dirigente en importancia en la Generalitat, sino que otros líderes como Jaume Giró, tampoco dan un duro por su futuro. Este es un caso importante, ya que sus expectativas a llegar a ser el candidato de JxCat a la presidencia siguen intactas.
La política catalana está acostumbrada a deambular en la irrealidad con una cotidianeidad pasmosa. Y en este camino anda. La fuerza del personaje supera el sentido común. Ocurrió con Pujol, con Puigdemont y ahora con Laura Borràs. Salir de una rutina de movimientos es difícil. Y todo su mundo tan contento, mientras el país cada vez es más absurdo.