El ridículo de Tsipras y la vergüenza ajena de Grecia

En la Facultat no hablábamos de otra cosa: «¿Cómo puede ser que un dirigente político, ante un reto importante de su país, someta a sus ciudadanos un referéndum y, después de ganarlo, se baje los pantalones ante quienes debía utilizarlo para plantarles cara? ¿Cómo puede ser que Grecia haya aceptado ahora peores condiciones de las que habían rechazado sus ciudadanos en las urnas?«

A mí particularmente se me han generado un montón de preguntas ¿Para qué sirve un referéndum? ¿Para qué sirve votar? ¿Para qué sirve la representación pública?

La política económica, especialmente la macroeconómica, se basa en gran parte en expectativas. Una vez el primer ministro griego había lanzado el órdago de romper el euro, y había ganado el referéndum, no podía volverse atrás. Y lo ha hecho. ¿Por qué? Probablemente por miedo. Parece ser que sus homólogos europeos le han hecho creer que fuera del Euro no hay existencia posible, que su país caería en el colapso económico y se hundiría en el mar egeo para siempre… y deben ser muy convincentes al hacerlo, porqué de otra manera no le entiendo.

Para mí, Alexis Tsipras ha hecho el ridículo, y estas son las razones que le hubieran permitido no hacerlo:

1. Ruptura del Euro: La Unión Europea (por mucho que diga Wolfgang Schäuble, el todopoderoso ministro de finanzas alemán, cuyas declaraciones parecen sacadas del chulo más chulo de una película de matones, no se podía permitir una salida del Euro. La salida de Grecia hubiera significada dar la razón a centenares de economistas (entre ellos el premio Nobel Paul Krugman) que postulan que una unión monetaria acabará rompiéndose sin una unión de políticas fiscales. Grecia hubiera sido el primero en caer, pero las turbulencias en las primas de riesgo de España, Portugal e Irlanda de las últimas semanas permitían pensar que no sería el único.

2. Ejemplo para otros:
Hay voces de políticos en Italia o encuestas dónde una tercera parte de españoles y un 27% de portugueses se plantean abiertamente una salida del euro y una vuelta a la lira, la peseta o el escudo, que permitiría rebajar la enorme subida de precios al consumo, el declive de la competitividad internacional y la devaluación salarial que estos países han experimentado desde la adopción del euro. Si se hubiera producido el Grexit, muchas miradas estarían atentas a su evolución, que en el caso de ser mínimamente positiva podría crear escuela. ¿Se hubiera arriesgado a esto Europa?

3. Su apoyo social: Pocos meses después de haber ganado unas elecciones tenía el claro apoyo de sus compatriotas en un referéndum que había rechazado las condiciones de la troika (más recortes en pensiones, más despidos de funcionarios y más rebajas salariales).

4. Un enemigo culpable: La existencia de un chivo expiatorio a quien echarle todas las culpas es el refugio clásico de los políticos que quieren aunar grandes mayorías. Al gran Churchill le duró lo que duró la guerra, luego perdió las elecciones. A Tsipras, le han hecho el 90% del trabajo algunos dirigentes y medios de comunicación alemanes. Como decía en mi pasado artículo sobre Grecia, los griegos están hartos de una crisis que dura ya 7 años, hartos de los recortes sociales, pero sobretodo están hartos de las humillaciones de medios y dirigentes alemanes.

Si con todos estos factores a favor, Alexis Tsipras ha decidido aceptar las draconianas condiciones de la UE para poder seguir pagando las nóminas, ya se pueden calzar aquellos que desde el voluntarismo y desde la mejor de las intenciones proclaman que la «voluntad popular» lo puede todo. Y lo que hay que conseguir son apoyos internacionales, sí, pero financieros. En mi tierra decimos qui paga mana, de lo que se deduce que si no puedes pagar, no mandas nada