El reparto de los despojos de Cs
La abstención y la forma en que se reabsorban los restos de Ciudadanos, cuyos principales candidatos son el PSC y Vox, dibujarán un incierto mapa postelectoral
Casi toda la clave para interpretar los sondeos y calcular pronósticos está en el reparto de los despojos de Cs. El resto se reparte entre la magnitud de la abstención y la importancia del mordisco de la CUP sobre el electorado de ERC.
Vayamos por partes. Puede que la caída del ganador de las elecciones de diciembre del 2017 sea una de las más espectaculares que se han dado, por lo menos en nuestro entorno temporal y geográfico. En efecto, de la victoria al descalabro que puede suponer no alcanzar ni diez escaños media el abismo por el que se precipita el partido.
Parece que las razones de tal descalabro no sean significativas ni relevantes para radiografiar la realidad catalana pero no es así. Dejaremos solamente apuntado que la victoria el 21-D se debió a la contundencia de la oposición a la independencia, que era tenida como peligro inminente por quienes la rechazaban.
El efecto Illa: ¿Mito o realidad?
Pasado el peligro o la sensación de peligro y borrada la imagen del PSC como formación connivente o blanda ante los secesionistas, las aguas de este lado del río vuelven a su cauce.
Por completo de acuerdo pues con la tesis de que el efecto Illa no existe. Lo único que sucede es que los socialistas son los principales beneficiados de los despojos del partido que lideró Inés Arrimadas hasta que, a la vista de la debacle, puso pies en polvorosa.
El caso es que Cs va a perder unos 25 escaños, puede que más, mientras los sondeos que siguen dando la victoria al candidato socialista otorgan a los socialistas el incremento de unos quince escaños. Siempre de modo aproximado, sobran diez o más. ¿A dónde puede ir?
El caso es que Cs va a perder unos 25 escaños, puede que más, mientras los sondeos que siguen dando la victoria al candidato socialista otorgan a los socialistas el incremento de unos quince escaños
La respuesta más expandida señala a Vox, partido que, partiendo de cero, puede acercarse a diez. Mientras el PP se queda más o menos en la ridícula cifra de cuatro diputados que alcanzó el 21-D.
Vale, pero si tenemos en cuenta que en las anteriores convocatorias, entre el 1995 y el 2012, los populares oscilaron entre 12 y 19 escaños, y que solo en 2015 habían bajado a 11, reforzaremos la idea de que dichas aguas vuelven al cauce histórico, con la salvedad de que en el particular pulso entre la derecha y su extremo competidor, Vox le da un severo repaso a los de Casado, sobre cuya ya remojadíssima testa no cesa de diluviar.
El que en cambio sigue quedando bastante lejos de los 40 que superó en varias ocasiones o de los 50 que obtuvo el 99, es el PSC. Recupera mucho terreno, sí. Lidera la amalgama de los partidos anti independentistas, sí. Pero dista mucho de perfilarse como alternativa, tanto por los resultados como mucho más por la ausencia de proyecto.
Pasemos a la otra orilla con la vista fijada ante todo en la abstención. Al parecer, los doctores de la demoscopia electoral han pecado de optimistas, por usar la cortesía en vez de la palmaria desautorización que sin duda merecen.
Si el 21-D la participación, que no había parado de subir con el procés, casi alcanza la estratosférica cifra del 80%, el próximo domingo puede incluso batir récords a la baja y rondar el 50%. Más a favor de la tesis de que pasó el peligro.
Lo otro que no han afinado los sondeos, o han preferido ignorar, es en qué grado retorna la antigua abstención diferencial, o sea en palabras de hoy, en qué orilla van a abundar más los abstencionistas. La distensión general es evidente pero no está equilibrada.
Una abstención bastante repartida
A pesar de la opacidad demoscópica, parece claro que la abstención estará bastante repartida, si bien nadie dudaría en asignar una predisposición algo mejor hacia las urnas al electorado independentista. La causa es el desencanto. Es de prever que la apatía de los que se han interesado transitoriamente por las autonómicas, y con motivo, supere al desengaño de los independentistas como factor desmovilizador.
Aún a riesgo de error, porque siempre pueden saltar sorpresas en situaciones de incertidumbre, habría que contar o dar por descontada en este caso un incremento de la actual mayoría independentista. De ahí la subida por todos prevista de la CUP, formación que cosechará voto de ERC enfadado con sus líderes.
Con el previsible pero poco previsto resultado de poner una vez más en peligro la tan clara hegemonía de los republicanos demostrada en otros comicios, ya sean generales o municipales.
De modo que día a día que gana visos de convertirse en realidad una nueva victoria de los de Puigdemont, lo cual complicaría las cosas no sólo al resto sino a ellos mismos, puesto que la reacción del PSOE, como por otra parte la de ERC, estaría contaminada y condicionada por la frustración y el desaire.
Hasta ahí es posible llegar. Pero aún así, una constatación final para tranquilidad de impacientes y sosiego de temerosos: sea cual sea resultado, no es nada probable que ocurra ninguna de las tres cosas que podrían cambiar el rumbo y la situación de Cataluña en uno u otro sentido.
A saber. Primero, que se alcance o siquiera se proclame la independencia. Segundo, que el independentismo abandone el primer plano. Y tercero, que se alcance una salida al conflicto dialogada y pactada.