Todo se fue al traste. Apareció ERC en la escena y Feijóo mandó parar. Los socialistas y populares estaban a punto de firmar el pacto por la Justicia que hubiera desbloqueado la renovación de cargos en el Consejo General del Poder Judicial y en el Tribunal Constitucional.
Sólo faltaba el broche final de la reunión entre el presidente del gobierno y el líder de la oposición para dar el visto bueno a los candidatos de los dos organismos. Y una cuestión de vital importancia para el PP: cómo se garantizaba la elección de, al menos, la mitad de los jueces por sus pares. Casi nada. Un cambio fundamental, en consonancia con las recomendaciones de Bruselas, que había mantenido a los dos partidos mayoritarios en guardia en su correspondiente rincón del cuadrilátero.
Pero apareció la ministra María Jesús Montero y dio al traste con unas negociaciones que ya le resultaban muy difícil de explicar a los populares.
Antes de conocer que Sánchez estaba negociando en dos frentes (un pacto por la Justicia con el PP y otro para desmantelar aspectos del Estado de derecho con ERC) en el partido de Feijóo ya se habían ubicado bajo el paraguas para aguantar el chaparrón de críticas que les iba a caer cuando tuvieran que explicar su visto bueno resignado a que Cándido Conde Pumpido, con su toga arrastrada por el lodo, terminase por presidir el Tribunal Constitucional. El mismo tribunal que deberá suavizar algunas situaciones penales de inhabilitación de los implicados en el ‘procés’. O eso es a lo que aspira y exige ERC a Pedro Sánchez.
Pero la ministra de Hacienda acabó salvándole al PP de una situación tan embarazosa al anunciar, en sede parlamentaria, que el gobierno presentará en el Congreso su reforma del delito de sedición! ¡Una ministra de Hacienda hablando de la “desjudicialización” de la política! ¿Qué podía salir mal? ¿Torpeza casual o buscada? El caso es que su intervención fue el detonante de la ruptura de las negociaciones entre el PSOE y el PP. Que el gobierno de la Moncloa estuviera negociando con ellos el reforzamiento del Estado de Derecho, a través del pacto de la justicia, a la vez que amañaba con ERC su desprotección, no es que resultara incongruente. Fue obsceno.
Un acto de trilerismo
Que Sánchez le reconociera a Feijóo, a través de conversación telefónica, que está dispuesto a reformar el delito de sedición porque estaba comprometido con ERC mientras el ministro Bolaños le negaba la mayor al popular Gonzalez Pons, ya no era un torpe intercambio de cromos sino un acto de trilerismo.
Sea como fuere, el pacto para renovar el poder judicial ha saltado por los aires. El PP estaba pasando sus apuros ante un acuerdo que iba a resultar difícil de justificar ante su electorado. Y el PSOE ha quedado en evidencia con sus hipotecas ante el independentismo catalán sin haber sabido controlar los tiempos.
Es el momento del relato de un fracaso en el que los dos partidos pujan por trasladar la responsabilidad al otro. El ministro Bolaños se permitía hablar de las presiones sobre Feijóo “por parte de elementos reaccionarios» obviando la dependencia del PSOE de quienes dieron un golpe a la Constitución desde el poder en Cataluña.
Pedro Sánchez se ha quedado en un laberinto en el que le espera ERC para que rebaje el delito de sedición
La recuperación del diálogo entre el PSOE y el PP se antoja difícil en esta legislatura. No es que el PSOE haya dado otro de sus bandazos, como dice el PP. No. Lo que la hecho ha sido mentirles. Se ha llegado a esta situación de colapso porque se sigue utilizando la justicia con fines partidarios. Carlos Lesmes se estará preguntando de qué ha servido su dimisión. Ante la situación de bloqueo, Podemos recupera su exigencia de cambiar las mayorías para que no haga falta contar con los votos del PP a la hora de elegir vocales para el Consejo General del Poder Judicial. Todo muy democrático.
Pedro Sánchez se ha quedado en un laberinto en el que le espera ERC para que rebaje el delito de sedición. A eso se le llama cambiar las reglas del juego en mitad del partido. Con argumentos insostenibles de derecho jurídico comparado con los países de nuestro entorno. Si el objeto de esta reforma no es otro que facilitar la vuelta del fugado Puigdemont y la restitución de los condenados por sedición actualmente inhabilitados, el Estado quedará más debilitado.
A estas alturas, Feijóo ya empieza a establecer la diferencia entre los secesionistas catalanes y el PNV. Pensando en la próxima legislatura. Y a imaginar otro PSOE, después de Sánchez. Si es que queda algo del partido centenario después de que Atila haya dejado el campo embarrado y como un erial.
Habrá que ver qué dicen los sondeos serios sobre esta ruptura del pacto judicial. Será interesante conocer los GAD3 de Narciso Michavila, por ejemplo. Tenemos el poder judicial bloqueado. Pero esta situación tan lamentable no se podrá resolver hasta que se cambie de gobierno.