El realismo mágico se estrella con las contradicciones de Puigdemont
El discurso de Puigdemont se desmonta a medida que se van conociendo los últimos movimientos de la justicia y las fuerzas políticas de Cataluña
La primera alusión al concepto de «realismo mágico» se debe a Franz Roh, crítico de arte de nacionalidad alemana, al referirse a una pintura como «realidad modificada». Luego, «realismo mágico» arropó a una extraordinaria generación de escritores latinoamericanos que manejaron elementos fantásticos o mágicos que sus protagonistas asumían como normales.
Me imagino que saben a qué me estoy refiriendo. Estos grandes escritores tuvieron especial cuidado en que los comportamientos de sus personajes tuvieran coherencia dentro del mundo imaginario que habían construido. Ahí nos falla la comparación de las actuaciones de Puigdemont con los cánones del genero literario.
Solo he leído una reacción internacional oficiosa a la espantada de Carles Puigdemont a Bruselas. El vicepresidente belga, viceprimer ministro y ministro de Wconomía, Kris Peeters, considera un error la presencia del ex presidente en Bélgica y ha afirmado: «cuando llamas a la independencia y la declaras, lo mejor es permanecer junto a tu pueblo». El primer ministro belga, en un difícil equilibrio de gobierno con sus socios independentistas flamencos, se ha limitado a decir a través de Twitter que Puigdemont será tratado en Bélgica como un ciudadano europeo cualquiera.
Kris Peeters, vicepresidente belga, considera un error la presencia de Puigdemont en Bélgica
Haré una confesión previa de debilidad. Me cuesta mucho tomarme en serio al personaje. Escribir sobre él, sobre sus extrañas decisiones, sobre la deriva de sus comportamientos, supone un reto porque sus actos no están sometidos a las reglas de la coherencia ni sujetas a la realidad. Renuncio a recurrir a calificativos o descalificaciones globales porque la realidad en la que demuestra vivir Carles Puigdemont es más expresiva que cualquier descripción que pueda hacerse.
Intentemos un análisis reflexivo
Carles Puigdemont ha declarado en Bruselas su desacato al artículo 155, anunciando sus intenciones: «evitar el artículo 155 es mantener fuerte y vivo el Govern de Catalunya». «Apoyaremos las diferentes iniciativas para evitar la demolición del sistema institucional catalán en la aplicación del artículo 155».
Sin embargo, ha confirmado la aceptación y participación en las elecciones convocadas en virtud del artículo 155. Se desprende inequívocamente de sus palabras: «Tomamos las elecciones como un reto democrático». ¿Un reto democrático aceptando una convocatoria electoral antidemocrática?
Puigdemont ha declarado en Bruselas su desacato al artículo 155
Después de haber contratado los servicios del abogado tradicional de ETA para impedir extradiciones a España, ha respondido a las preguntas sobre su supuesta petición de asilo político en Bélgica que no está en Bruselas para pedir asilo político sino «para trabajar con libertad y seguridad». Y sin embargo no ha explicado para qué necesita entonces un abogado especializado en concesiones de asilo.
El expresidente ha afirmado que no volverá a España hasta que tenga garantías de un juicio justo. ¿Qué está pidiendo Puigdemont, un certificado de la justicia española? Cuando en Europa, en sus instituciones comunes y en los líderes de cada uno de los países que la componen, se ha certificado la existencia en España de un estado de derecho con todas sus consecuencias y garantías, pretende Puigdemont convencer a la opinión pública europea que en España no hay separación de poderes, servidumbre a la ley y garantías procesales. No ha tomado nota Puigdemont del enorme vacío internacional que tienen su declaración de independencia e insiste en una vía que no tiene salida.
Ha llamado a la resistencia de los funcionarios públicos de Cataluña, a que desafíen las leyes y a sus seguidores que resistan la aplicación del artículo 155. Y ha reclamado tanto a su Gobierno como «a los funcionarios» y «al pueblo» que «luchen con imaginación contra el desmantelamiento de las instituciones que impone el Gobierno español, que ha reaccionado a la declaración de independencia con la máxima beligerancia».
El expresidente ha afirmado que no volverá a España hasta que tenga garantías de un juicio justo
Una interpretación objetiva de esta última afirmación obliga a deducir que pide a sus seguidores y a sus antiguos compañeros de gobierno que sigan luchando en territorio español, sometidos a la acción de una Justicia que no le ofrece a él garantías y de la cual se pone a salvo. Se proclama caudillo a distancia de una resistencia de la que él no está dispuesto a aceptar sus consecuencias pero que se las exige a sus seguidores.
Con solo estos ejemplos es imposible tomar en consideración a Carles Puigdemont porque está instalado en la incoherencia. Se confirma que cambió su decisión de convocar elecciones al no tener garantías. Y podemos deducir que de acuerdo a lo que afirmó ayer, es cierto que lo que pretendía era un compromiso de inmunidad que obviamente no obtuvo.
La improvisada, deslucida e incómoda rueda de prensa de Bruselas causó perplejidad entre los periodistas asistentes. Solo cinco preguntas admitidas a trámite. Cuatro a medios internacionales seleccionados por los organizadores y una a TV3. Sus movimientos apretados en taxis no invitan tampoco a la solemnidad.
La Justicia española se mueve con celeridad
La magistrada Carmen Lamela ha citado a Carles Puigdemont y a los exmiembros de su gobierno para que comparezcan en la Audiencia Nacional este próximo jueves y viernes. Poco tiempo para que el ex presidente prepare su próxima pirueta.
Mientras tanto los plazos políticos corren rápido hacia el día de las elecciones que por fin han aceptado ya ERC y el Pdecat. Falta por conocerse la decisión definitiva de la CUP.
Los plazos políticos corren rápido: ERC y Pdecat han aceptado las elecciones del 21-D
Pronósticos electorales inciertos. En pura lógica, los efectos grotescos, dramáticos y políticos de la proclamación de la república debieran espantar a muchos independentistas. Pero en este universo de surrealismo todo es posible.
De momento, las calles catalanas están desmovilizadas de independentistas. Los líderes de ANC y Òmnium Cultural siguen la prisión preventiva. Tal vez la actitud de Puigdemont no sea el mejor recado para que la Audiencia Nacional reconsidere su decisión de mantenerles en prisión.
Los irredentos miembros del antiguo govern se han dado por cesados y su resistencia es puro postureo. Ya no tienen escolta. El retrato de Puigdemont desaparece de los edificios oficiales. La sucesión que prometía ser traumática en los mandos de los Mossos se ha producido con normalidad.
Nada es definitivo porque el universo que lidera Puigdemont se mueve en una realidad virtual más que en el realismo mágico. Pero de momento, con el esperpento contemplado internacionalmente con asombro, nada puede confirmar una foto fija de lo que está pasando.