El PSOE vela armas hasta la noche del próximo domingo

El domingo 25 de septiembre está subrayado de rojo rabioso en el calendario del PSOE. Los vascos y gallegos tienen una responsabilidad sobrevenida en sus elecciones autonómicas. No solo deciden la composición de sus parlamentos. De ellos depende, aunque no figure en la convocatoria, el futuro del PSOE y, en menor medida, el de Mariano Rajoy. Son elecciones locales con repercusión nacional. Casi nada.

Ahora mismo en el PSOE hay una tensa espera hasta la noche del domingo. Una catástrofe, en parte anunciada, para los socialistas vascos y gallegos revertiría extraordinariamente en las perspectivas personales del liderazgo de Pedro Sánchez. Pero no significa en absoluto que por muy malos que sean los resultados estuviera encima de la mesa la dimisión del secretario general del PSOE. No está en su ADN. Sería un factor añadido a su precaria situación, solo sustentada en una hipotética mayoría de apoyo en las bases socialistas más activas. Y con esta moda asamblearia que ha asumido el PSOE, esa circunstancia no es menor.

Como no hay comunicación entre la ejecutiva del PSOE y los dirigentes territoriales, con excepción casi exclusiva de Ferraz con el secretario general del PSC y la presidenta de Baleares, no hay mensajes directos entre Ferraz y la periferia. Además, el hermetismo del pequeño sanedrín socialista es absoluto.

Ninguna filtración de intenciones. Toda comunicación se produce a través de los medios y lo que ya se empieza a conocer como «la Nube», la radio macuto que no ha dejado de funcionar entre líderes de opinión de los bandos enfrentados hasta el límite de una reconciliación casi imposible.

¿Qué se dice en la Nube?

Empieza a cundir una sola consideración compartida por los dos bandos. Hay que evitar terceras elecciones. Conforme se aproxima y se hace más previsible esa hipótesis, empieza a cundir el pánico. También hay consenso en que es imposible un acto de investidura de Pedro Sánchez. Ciudadanos no se va a plegar a un pacto del PSOE con Podemos y porque otras combinaciones no son posibles. Pedro Sánchez –sin prisas, porque ni siquiera tiene fecha para una reunión con Albert Rivera-  solo está llenando las hojas del calendario. Gana tiempo fingiendo que tiene un relato y un plan.

Nadie cree que este pseudo intento de negociación sirva para anular la culpabilidad que caerá sobre el PSOE si finalmente hay elecciones en diciembre. Y el peso de esa culpa empieza a causar el pánico.

La Nube también empieza a señalar la única solución posible de este enredo. Que ambas partes, barones y comité ejecutivo, pacten compartir la responsabilidad de una posible abstención a una investidura de un candidato del PP, preferiblemente uno que no se apellide Rajoy.

Pero todas estas informaciones y conclusiones tienen un valor muy relativo, porque sin conocer el desenlace del día 25, por mucho que se adivinen los escenarios, no es posible establecer lo que ocurrirá.

Es imposible abstraer la situación institucional de España de la pugna interna del PSOE. No hay fecha para un congreso que ya se tendría que haber celebrado.  No hay certeza sobre que puede ocurrir en ese congreso, que solo será convocado por el Comité Federal cuando la situación institucional esté resuelta; es decir cuando haya gobierno en España.

Y ahora los congresos en el PSOE son solo la consecuencia del resultado de las elecciones directas, primarias y previas para elegir al secretario general.

¿Quién hubiera imaginado un funcionamiento del PSOE en donde están disociados los actos de elección de secretario general y celebración del congreso?

Los delegados que acudan después al congreso actúan como ejecutantes de una decisión previa. Podría decirse que los congresos han quedado reducidos a la categoría de conferencia política.

La situación de Susana Díaz sigue siendo nebulosa. Hay consenso en que solo dará un paso al frente para sustituir a Pedro Sánchez «si no tiene más remedio», sin que se pueda concretar el alcance y el marco de esa situación. Ha lanzado avisos públicos a Sánchez. No a un gobierno que Alfredo Pérez Rubalcaba, con el ingenio descriptivo que le caracteriza, bautizó como Frankenstein. Y también su criterio de que no se puede gobernar con 85 escaños. Las palabras de la presidenta de Andalucía, debilitada ahora por el escrito de acusación del fiscal anticorrupción contra Chaves y Griñán, no producen ni mella ni reacción en Ferraz.

Las elecciones vascas también pueden tener una consecuencia añadida para el PSOE. El resultado decantará la necesidad que puede tener el PNV de los votos del Partido Popular. Si propiciaran que el PNV pudiera apoyar, por necesidad de gobierno en Euskadi, una segunda investidura de Mariano Rajoy, el PSOE se quitaría de encima el dilema y las consecuencias de la necesidad de abstenerse para que hubiera gobierno. Se desatascaría la situación sin necesidad del PSOE.

Con tantas piezas sin encajar no hay conclusiones. Solo distintos escenarios con resultados imprecisos.

La velocidad a la que nos han acostumbrado las redes sociales hacen que toda espera sea un tormento y una semana una eternidad. Como los lectores nos exigen interpretaciones instantáneas, han convertido el oficio de periodista en agorero de presagios imprecisos. Eso es lo que nos toca, y tratamos de cumplir con esta misión imposible.