El PSOE roba el Congreso a Podemos

Están ocurriendo cosas curiosas en la política española. Se comenta en los cenáculos o tertulias informales que celebro. La política ha resucitado después de casi un año de estar desahuciada. El PSOE se abstuvo en la investidura de Mariano Rajoy, se formó gobierno con algunas medidas profilácticas como la salida del anterior ministro de Interior, abrasado por escándalos políticos en su gabinete, y las instituciones han empezado a funcionar. 

Es pronto, no tenemos encuestas o datos que permitan sostener que el PSOE se está recuperando. La gestora, discreta, sigue una hoja de ruta hacia un congreso que todavía no tiene fecha. Susana Díaz está en campaña, con un buen recibimiento de los responsables de las instituciones europeas y de los líderes socialistas del continente. De Pedro Sánchez se tienen pocas noticias y no son buenas para él.

Resulta que el «no es no» no encuentra espacio en la nueva situación. Él, que anunció que se subiría al Peugeot para recorrer España, exceptuando una discreta aparición en Valencia, ha decidido empezar su periplo nada menos que por México. Él conocerá, espero, como se dice ahora, su hoja de ruta, pero las impresiones compartidas es que el ex secretario general del PSOE está amortizado. Fin de trayecto.

Se está produciendo un juego diabólico en el que participa Mariano Rajoy y el PSOE. El presidente de Gobierno ha elegido al principal partido de la oposición como socio negociador preferente. Incluso por delante de Ciudadanos, que además de por problemas internos, está en horas bajas en el Congreso. Las matemáticas mandan. El PSOE aporta la mayoría suficiente para aprobar el techo de gasto, la subida del salario mínimo, -la más importante en treinta y cinco años- para paralizar la LOMCE y para pactar el déficit autonómico que incrementará el potencial de gasto en sanidad y educación en cuatro mil millones de euros.

No es poca cosa para el tiempo transcurrido.

Antonio Hernando ha rematado su satisfacción sobre como van las cosas con una rectificación personal importante. Ha confesado que se equivocó sosteniendo la postura del «no es no» y por esa obstinación se ha perdido un tiempo importante que ahora se está recuperando para resolver asuntos fundamentales y urgentes para los ciudadanos.

¿Donde está Podemos mientras tanto?

Ha decidido ocupar la calle y subirse al monte. Ha dejado libre la práctica de oposición en manos del PSOE. Para Podemos, la calle. Para el PSOE, el Congreso. Mala elección de Pablo Iglesias.

Una oposición radical sin resultados, sin protagonismo en los cambios objetivamente favorables para sus seguidores, es un mal negocio para los morados.

Pero además de estos acuerdos en marcha, el PSOE se prepara también para la oposición a algunas medidas de Rajoy, fuera y dentro del Parlamento.

El PSOE ha anunciado su oposición al presupuesto, que tendrá que lidiar el Gobierno con el PNV, aunque el PSE sea su socio de gobierno. Javier Fernández, presidente de la gestora del PSOE, se ha reunido con los secretarios generales de UGT y de Comisiones Obreras, mostrando su apoyo a la eventualidad de una huelga que Podemos se había tomado el atrevimiento de enunciar, sin siquiera haber intercambiado unas palabras con los líderes sindicales.

Me insiste alguno de mis interlocutores en que es difícil la situación del PSOE porque ni siquiera tiene una cabeza visible que pueda movilizar a la sociedad. Un presidente del grupo parlamentario arrepentido y una candidata que todavía no lo es pensando si cruza Despeñaperros. No es demasiado.

Coincidimos en que no se ha producido un milagro o quizá uno pequeño. Mariano Rajoy ha cambiado el esquema de confrontación que utilizó para ganar en junio. Entonces polarizó la campaña con Podemos, dejando fuera de foco a Ciudadanos, pero sobre todo al PSOE. A pesar de eso, Podemos no aprovechó la situación, no consiguió el sorpasso  y la operación de suma con Izquierda Unida se saldó con la perdida objetiva de un 1.200.000 votos.

Ciudadanos, el verdadero protagonista de la investidura, con sus 150 medidas pactadas con Rajoy, se está quedando fuera del escenario. Observa que el Gobierno coquetea con el PSOE y a él le hace un cierto repudio. El liderazgo del PSOE combina acuerdos con el Gobierno con rechazo de otras iniciativas de Mariano Rajoy. Está consiguiendo estar en el Congreso y en la calle.

Empieza a haber inquietud en los aledaños de Podemos. Se constata la impresión de que se ha instalado en un postureo de desprecios y en casi ninguna medida política o parlamentaria.  Desde rechazar un minuto de silencio a una persona fallecida hasta negarse a asistir a los actos oficiales de la Constitución. Poco más.

Una amiga, muy activa en las protestas del pasado de la marea blanca, se siente decepcionada: «ya ocupamos la calle, ya conseguimos parar algunas iniciativas de la Comunidad de Madrid. Ahora tenemos que trabajar en las instituciones». «La protesta sin acción política termina por agotar a los ciudadanos».

Esto no ha hecho nada más que empezar. Hay citas importantes: el nuevo pacto educativo, la abolición o sustitución de la ley mordaza, la comisión parlamentaria sobre las andanzas del ministro de Interior y la puesta en marcha de una eventual reforma de la Constitución.

Ahora mucha gente se empieza a dar cuenta de que el PSOE forma parte de todas las combinaciones necesarias para aprobar cualquier norma en el Congreso. Con el gobierno o con el resto de la oposición. Tal y como estaban las cosas, comenta un tertuliano, «así se las ponían a Felipe II».