El PSOE camino del erial
El problema está en la secretaría general del partido y en el vaciamiento del que ha sido víctima, durante casi un par de décadas
El socialismo democrático, o socialdemocracia, surge, en la segunda mitad del XIX, de una profunda y radical revisión –de ahí, el adjetivo cualificativo o descualificativo de “revisionismo” que suele aplicarse a la socialdemocracia– de la doctrina marxista. Una revisión que, por ejemplo, se percibe en un conocido trabajo del socialdemócrata Eduard Bernstein (Las premisas del socialismo y la tarea de la socialdemocracia, conocido también con el nombre Socialismo teórico y socialdemocracia práctica, 1899).
De la teología marxista al reformismo socialdemócrata
En síntesis, la socialdemocracia abandona la teología marxista (el materialismo dialéctico, la lucha de clases, la plusvalía, la dictadura del proletariado, la democracia real o la utopía comunista) en favor de la democracia formal, el interclasismo y el reformismo económico y social.
Posteriormente, el SPD –el partido socialdemócrata alemán-, en el Congreso de Bad Godesberg (1959), abandona definitivamente el marxismo al tiempo que abraza la economía de mercado. Cosa que ocurre en España en el año 1979 cuando, en el Congreso Extraordinario, celebrado en Madrid en septiembre de 1979, el PSOE abandonó finalmente el marxismo en favor del socialismo democrático. Un abandono que se consolidó con el documento del PSOE ‘Materiales de Referencia‘ para el debate: programa de investigaciones del pensamiento socialista (1989), conocido popularmente como Programa 2000.
Un ‘catch all party’ que desdibuja el PSOE
Conviene añadir que, por aquel entonces, el socialismo español contaba con teóricos de valía como, entre otros, Manuel Escudero, Antonio García-Santesmases, Raimon Obiols, Ludodolfo Paramio, Miguel Ángel Quintanilla, Ramón Vargas Machuca e, incluso, al Ramón García Cotarelo de antes del desvarío nacionalista. A lo que se deberían sumar revistas de orientación socialista –con carné o sin él- como Argumentos, En Teoría, Leviatán, Materiales, Sistema o Zona Abierta. En definitiva, el socialismo español –como el socialismo europeo, especialmente el francés, el italiano, el alemán y el británico- pensaba y teorizaba.
De todo aquello, ¿qué queda hoy? Nada. Después de Felipe González, el PSOE y el socialismo español fueron víctimas de un proceso populista de vaciamiento ideológico que todavía dura.
José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez -un par de populistas-, con la colaboración de una militancia que combina los tintes decimonónicos con ideas soi disant progresistas, convierten el PSOE en un catch all party. Un movimiento que todo lo atrapa, que desdibuja la idea de socialdemocracia, que deviene una suerte de conglomerado en donde aparecen altermundialistas, nacionalistas, ecologistas, antinucleares, pacifistas, feministas de orientación diversa, multiculturalistas, movimientos de liberación del cuerpo, tercermundistas e indignados diversos.
El populismo sonriente de Rodríguez Zapatero
El populismo sonriente –la sonrisa como máscara y el talante como excusa- de José Luis Rodríguez Zapatero –un discurso demagógico que remueve y promueve los sentimientos, emociones, temores, odios y deseos del “pueblo” con el objeto de alcanzar y conservar el poder-, así como la simpleza de sus consignas, se perciben en la entrevista que concedió a los periodistas italianos Marco Calamai y Aldo Garzia para el libro ‘Zapatero. Il socialismo dei cittadini’ (2006).
José Luis Rodríguez Zapatero toma la palabra: se trata de “ser auténticos”, de “practicar un nuevo modo de hacer política” que “escuche a los ciudadanos”. De ahí –de esa autenticidad y del nuevo modo de hacer verdad-, surge el buenismo, el yudo moral contra el adversario, la improvisación continua, la demonización de la derecha considerada como la expresión del mal, el tic antiliberal persistente, las trabas al mercado, la subvención que no cesa, gasto y más gasto, las concesiones al nacionalismo, la Alianza de Civilizaciones o las pésimas relaciones con Estados Unidos.
Todo ello –se avanzaba- al servicio del interés más inmediato, que no es otro que el mantenerse en el poder arrinconando a la oposición “como sea”, satisfacer a sus socios coyunturales –poco recomendables, a veces- “como sea”, y agradar a determinados colectivos “como sea”.
Con Rodríguez Zapatero, el PSOE del ‘catch all party’ se hundió pero, el líder máximo nunca se equivoca. Sandrine Morel, corresponsal de Le Monde en España: «Todos los que en España esperaban un mea culpa del expresidente del gobierno quedarán decepcionados. El Sr. Zapatero no hace ninguna autocrítica» (Le vertige de José Luis Rodríguez Zapatero, 27 de noviembre de 2013).
El populismo de ocasión de Pedro Sánchez
Parece imposible, pero es verdad. Pedro Sánchez puede hacer bueno a Rodríguez Zapatero. Al uno y al otro les une, por así decirlo, la misma filosofía política: por un lado, el sectarismo; por otro lado, el mantenimiento del poder “como sea”. Todo ello, como no podía ser de otra manera, adornado con el discurso de lo auténtico en beneficio de los ciudadanos o de las clases medias trabajadoras. El enemigo, el mismo: la derecha y el capital.
El populismo sonriente de Rodríguez Zapatero ha sido sustituido por el populismo de ocasión de Pedro Sánchez. A diferencia de Rodríguez Zapatero, Pedro Sánchez prefiere, como decía el clásico, el análisis concreto de la situación concreta. Traducción: cada “pueblo”, cada ocasión, cada coyuntura, tiene su populismo.
De ahí, la subvención a la gasolina, el ferrocarril gratuito, los impuestos extraordinarios a las energéticas y la banca, las subvenciones a granel, más déficit y más deuda, la mesa de diálogo con el independentismo catalán, los indultos, una Ley de memoria democrática que juzga crímenes de hace 80 años y es incapaz de juzgar los crímenes de hace 25 años. Lo que nunca hace Pedro Sánchez es contener el gasto – si gasta menos, ¿qué puede ofrecer al pueblo que ama y le vota?- y reafirmar los consensos de la Transición.
Por supuesto: la derecha es el mal y Frankenstein es el bien, con ERC y Bildu incorporados. Y si hay que tomar decisiones ad hoc, se toman: en la Fiscalía, en el CNI, en el INE o en el CIS. Y si es necesario, se cancela provisionalmente el régimen parlamentario con la excusa de la pandemia. Todo vale contra los “poderes ocultos” y el fascismo que acecha. Todo vale por el “pueblo” (ahora: las clases medias trabajadoras). Esto es, todo vale por el mantenimiento del poder.
Al PSOE las encuestas electorales no le son favorables. ¿Qué ocurre aquí? El problema no está en la vicepresidencia del partido, ni en sus portavoces, ni en la política de comunicación, ni en el Comité Federal –auténticos palmeros- que aplaude y dice sí señor a un secretario general que se ha adueñado del partido.
El problema está en la secretaría general del partido y en el vaciamiento del que ha sido víctima, durante casi un par de décadas, un PSOE que va camino de convertirse en un erial. Una secretaría general que sigue encomendándose a ERC y Bildu. Un Pedro Sánchez que continúa siendo el mismo Pedro Sánchez a pesar de sus reiteradas rectificaciones que agravan la situación.
¿La solución? El recambio.