El PSOE, azorronado, sin orgullo ni autoestima
Las cuencas mineras de Asturias tienen mucho vocabulario propio. Llaman «azorronarse» a la actitud de guardarse las opiniones para esperar una situación estable. Podría decirse «hacerse el zorro». Pero también esconderse.
Lo digo a propósito del PSOE. Este partido, en los últimos tiempos me recuerda al Atlético de Madrid –y lo digo con respeto y cariño para los colchoneros- porque está predispuesto a que lo peor que le pueda ocurrir le suceda. Ahora, cuando falta poco más de dos semanas para las elecciones, los expresidentes Chaves y Griñán han sido procesados.
Me llamó la atención la tanda de penaltis de la Champions. Las imágenes de los aficionados del Atlético eran algo patéticas, en cuanto que vaticinaban lo peor. Se agarraban a la camiseta con desesperación, sin ninguna confianza. Ahora los militantes del PSOE están escondidos sin orgullo de ser socialistas.
Tengo buenos amigos en el PSOE. Me dicen que en los actos de precampaña se detecta optimismo y una actitud movilizadora. Lo contrario que ocurre en los centros locales de poder del partido. Inseguridad, pesimismo, inacción es la actitud generalizada.
Los barones se esfuerzan en justificar su apoyo a la actual dirección, pero como quien quiere demostrar que no hará nada para que le puedan acusar de poner palos en la rueda. No tienen fe. Ni rastro del orgullo de ser socialista. Complejos, muchos complejos.
No sería exagerado decir que el PSOE se juega su futuro el próximo 26-J. Torres más altas y con más historia han caído.
Personalmente, en mis encuestas callejeras, no he encontrado a nadie que me confiese un voto entusiasta a favor del PSOE. Si este partido fuera un producto para la venta, habría que afirmar que no está en los escaparates; se tiene que comprar por encargo. El peor marketing.
Andalucía es la gran despensa de votos del PSOE. Hubo un tiempo que también Cataluña era fundamental para los socialistas. Ahora hay poco rastro del PSC.
Las encuestas determinan que en Andalucía se puede producir la primera victoria del PP en unas generales. Y la amenaza del sorpasso es el otro lado de la pinza. La previsible abstención, síntoma que se detecta en la falta de movilización electoral, es también un peligro fundamental del PSOE.
Hay otros elementos perniciosos. Felipe González, el líder por antonomasia, está en horas bajas. Las noticias que le relacionan con amistades peligrosas han erosionado su prestigio. No hay ninguna conducta que invoque ninguna ilegalidad. Pero la ejemplaridad de un líder histórico es un patrimonio que se construye despacio y se deteriora deprisa.
No recuerdo unas elecciones con más voto oculto con excepción de algunas en el País Vasco. La incertidumbre viene acompañada por un secretismo de la gente, envuelto en dudas, que a lo mejor no son tales. Hay misterios añadidos como el de Ciudadanos, que no disgusta pero no convence. Podemos es también una incógnita porque desconocemos la intención oculta de los antiguos votantes de Izquierda Unida.
Pero en este barómetro tan inestable, quien peor parado sale es el PSOE, porque el voto que tiene, en gran parte es vergonzante, de quienes incluso irán a votar con una pinza en la nariz. Es justo reconocer que en el nuevo mapa político, los socialistas son los únicos que tienen, en la escala ideológica de izquierda a derecha, nuevos adversarios directos a ambos lados: Podemos y Ciudadanos.
El mundo está muy raro. El Reino Unido decide el día 23 si abandona la Unión Europea. Y no hay garantías de que no lo haga, a pesar de las evidencias sobre lo perjudicial que sería para su economía. En Estados Unidos no es descartable que gane Trump. Paradoja, sería candidato con más posibilidades Sanders que Clinton. Pero es casi seguro que será esta última quien se enfrente al excéntrico millonario.
Francia sufre crisis políticas y sociales extremas. La extrema derecha crece al acecho de la caída de la socialdemocracia. Las tensiones entre Rusia y Occidente empiezan a formar un aspecto militar. Polonia forma milicias paramilitares y la OTAN hace planes de contingencia.
El repaso de las incertidumbres sería cansino. Venezuela se hunde en medio del temor a un enfrentamiento civil que puede desembocar en una catástrofe. Brasil ha destituido a su presidenta.
Lo que nos ocurre en España no es ajeno a lo que pasa en el resto del mundo, aunque muchos españoles sufren autarquía emocional.
Sería una muy mala noticia que el PSOE se encaminara a la irrelevancia. Ha sido un partido capital en la Transición y la modernización de nuestro país.
Podemos es un partido que no parece dispuesto a aceptar su respeto a la Constitución y al Estado de Derecho. Y si el primer partido de la oposición se manifiesta euroesceptico, con el derecho a la autodeterminación y la incertidumbre presupuestaria, los augurios no pueden ser muy buenos.
Tengo la impresión de que muchos españoles creen demasiado en el destino. No tienen conciencia del poder de sus votos ni de lo que significan los distintos gobiernos posibles. Tal vez sea producto de la desesparación y de la falta de confianza.
Los españoles estamos «azorronados» o somos irresponsables. Tal vez ya solo creamos en el azar o en el destino. Mala cosa.