El PSC, y la ruptura con el PSOE

El Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) –se debe recordar ese nombre, indicativo de que el partido actual fue una confluencia, en la que también participó la federación catalana del PSOE– vive su momento más dramático y crucial. Lo es porque ni quiso ni puede romper con el PSOE, porque se trata de un proyecto político que apostó sin ambages por la transformación de España desde Cataluña, tratanto de pilotar la nave, y con el objetivo de gobernar en Cataluña. El éxito ha sido relativo en las dos metas, pero la actual España no puede olvidar la contribución enorme de ministros del PSC como Narcís Serra o Ernest Lluch.

La cuestión es que ese PSOE que fortaleció el PSC, con sus grandes victorias en las elecciones generales a lo largo de tres largas décadas, ha explotado. Por muchas razones, por errores propios, y por la transformación social, por la apuesta de las sociedades occidentales por valores más individuales que colectivos. Pero para el PSC el elemento crucial ahora, más allá de la caída de Pedro Sánchez, y de los equilbrios que deba realizar Miquel Iceta para «coser» el partido hermano, es la apuesta por una España federal, por un estado que sepa admitir disfunciones y solventar las demandas catalanas. El PSC ha ayudado al PSOE siempre, pero es un partido catalán, que tendrá futuro si resulta ser útil o no al conjunto de la sociedad catalana, no al conjunto de la extremeña o de la andaluza.

Si el PSC no ve respuestas en el otro lado, –debe esperar ahora en función de cómo avanza esa gestora que preside Javier Fernández– no podrá convencer a nadie en Cataluña de que tiene un socio que será decisivo para el proyecto federal que defiende. Y en ese caso, será superado sin discusión por las fuerzas soberanistas que sepan tener paciencia –Esquerra Republicana– o por los nuevos instrumentos que quieren ser el antiguo PSC: el partido que prepara la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que quiere tener grupo propio en el Congreso, como lo tuvieron los socialistas catalanes en la transición.

El PSOE tiene la tentación ahora de recluirse en sus únicos viveros, Andalucía y Extremadura. Se trataría de una transformación en un partido meridional de España, con algunas islas en Asturias, en Aragón o en Castilla-La Mancha. No es, precisamente, lo que había soñado el PSC.

Existe siempre en Madrid una idea recurrente. La federación catalana del PSOE se debería reactivar. Pero nunca se ha hecho. Ni los dirigentes más críticos del PSC en su momento con una dirección que a veces ha sido más nacionalista que catalanista, han visto ninguna viabilidad a ese proyecto, como Celestino Corbacho, con quien se quiso contactar en el pasado. Los dirigentes que quieran pilotar un nuevo PSOE, por tanto, deben interiorizar que tampoco sin Cataluña podrán gobernar España, teniendo en cuenta que es el tercer territorio en importancia, después de Andalucía y Valencia. 

El PSC ha cometido, claro, muchos errores. Y podría cometer más a corto plazo, como pedir ahora el grupo propio en Madrid, antes de luchar por contribuir como el primero a la reconstrucción del PSOE.

Ahora se juega una nueva dirección, con unas primarias entre Núria Parlón y Miquel Iceta, y un congreso que se celebrará en la primera semana de noviembre. Es el escenario, también, de una lucha en el PSOE, entre Susana Díaz, que se inmiscuye porque también hay dirigentes del PSC que coquetean con ella, y Pedro Sánchez, al que se teme –a pesar de que ha sido derrotado– en el caso de que se convocaran unas primarias.

El PSC siempre ha apostado por ir a una cuando se trataba de elegir a un nuevo secretario general del PSOE. Y ahora Miquel Iceta no ha dudado en alinearse con Sánchez, con todas las consecuencias. Eso es un riesgo para el propio partido, porque podría sufrir grietas profundas, aunque la situación ya es desesperante ahora.

Pero tanto Iceta como Parlón apuestan por rechazar la abstención ante Mariano Rajoy, con la posibilidad de romper la disciplina de voto. Eso sería ya definitivo para una ruptura, que, a priori, nadie quiere

El enorme peligro es que el PSC deje de ser útil en Cataluña. En ese caso, hay que pensar que los partidos no son eternos, que la sociedad es dinámica, y que a corto y medio plazo se puede dibujar otro mapa político, con nuevos actores. Pero se habría echado por la borda la enorme contribución en Cataluña, y en el resto de España del PSC.