El progresista triunfa y el reaccionario tiene razón
Como avanzó Gómez Dávila: "Tener razón en política no consiste en ocupar el escenario, sino en anunciar desde el primer acto los cadáveres del quinto"
La izquierda española –por cierto, ¿qué es la izquierda y cómo definirla?- suele tildar de derechas a cualquier persona, movimiento o partido que no comulgue con –sean las que sean- sus ideas. A quien quiera saber qué es hoy ser de derechas en España –según la izquierda, claro está-, se le recomienda prestar atención a las declaraciones del ministro Félix Bolaños y de la ministra Isabel Rodríguez.
El ministro –con esa expresión sacristanesca que le caracteriza-, y la ministra –con la sonrisa perenne de la tripulante de cabina del Gobierno-, coinciden: es de derechas cualquiera que no sea del PSOE. Sintetizo: para el ministro y la ministra, la derecha es lo peor. Y punto.
La derecha, la derechona y la derechita
La izquierda oficial española no invierte ni un par de minutos en la tarea de pulir la definición o caracterización de la derecha. O de las derechas. Ni siquiera se entretiene en averiguar si existe, o no, una derecha española, moderada y posibilista, partidaria del orden y conforme con las instituciones y la sociedad ya existentes, sin por ello olvidar el cambio razonable. Ni siquiera se detiene en averiguar si hay, o no hay una derecha liberal e, incluso, una derecha socialdemócrata. Por supuesto: la izquierda oficial española no reconoce que gran parte de sus políticas son un plagio mal disimulado de las políticas liberales.
Para nuestra izquierda, la derecha española es algo así como un todo, un totum revolutum o revoltijo sin voluntad de cambio. La derecha española –asegura- ha sido, es y será franquista. Amiga del privilegio. Intolerante. Represiva. Casi fascista. Y lo es de forma desvergonzada y agresiva. Una derecha derechista o ultraderechista. Señoras y señores, ante ustedes la derechona española. Una derecha reaccionaria de tomo y lomo.
Por lo demás, la derecha –amiga del Ibex 35- se caracterizaría por sus amistades –económicas y mediáticas- peligrosas: ya saben, esos capitalistas que encienden los puros con billetes de 500 euros y sus secuaces. De hecho, propiamente hablando, según la izquierda española, la derecha –ya sea derechona o ya sea derechita- está al servicio de los señores del puro.
Frente a esta derecha cavernícola y clasista, se erige la izquierda –la izquierda española- que defiende a las clases medias trabajadoras. ¿De quién estarán hablando? Aquí no se pretende impartir ciencia politológica. Pero, quien firma estas líneas, sí se atreve a recomendar una lectura que –más allá del oportunismo de la izquierda española- puede ser útil para quienes estén interesados en aproximarse a la idea de la derecha reaccionaria de verdad. Al final, un par de conclusiones que deberían tenerse en cuenta. Aunque venga de la derecha reaccionaria.
El reaccionario de verdad
El colombiano Nicolás Gómez Dávila (1913-1994) fue un perfecto desconocido hasta que miembros relevantes de la cultura alemana como Ernst Jünger, Heiner Müller, Hans Magnus Enzensberger, Botho Strauss o Martin Mosebach descubrieron y editaron su obra.
Nicolás Gómez Dávila fue un hombre de lectura y escritura. Se cuenta que su biblioteca era una de las más voluminosas de América Latina. Se cuenta también que el personaje, antes de morir, pidió ser trasladado a la biblioteca en donde falleció. Hay quien sostiene que la vida de Nicolás Gómez Dávila se resume en tres palabras nada más: “Nació, escribió y murió”.
El resultado de este arrebato literario se puede leer en un texto titulado Escolios a un texto implícito –un conjunto de notas, comentarios y acotaciones- que se publicó en 2009. El autor interpela y estimula –aguijonea- nuestra facultad pensante a través de cientos de aforismos de notable calidad literaria, poética y filosófica que le han convertido en el “Nietzsche colombiano”. Lacónico, certero e irónico. Irrespetuoso, arrogante y lacerante, a veces. Un fino estilista que interroga y responde, juega con la metáfora y la analogía, busca la paradoja y la contradicción, especula y conjetura. Deduce conclusiones.
¿Qué la derecha española con sello de garantía y calidad –la derecha liberal- comparte alguna característica con la derecha reaccionaria? Naturalmente
De la forma al contenido. Nicolás Gómez Dávila, además de dialogar con la tradición filosófica, literaria y artística occidentales, caracteriza la figura del “reaccionario auténtico”. En síntesis: quien añora el Antiguo Régimen, arremete contra la Modernidad y la Ilustración, lanza dardos envenenados contra la razón, la revolución, la democracia, el liberalismo, el capitalismo, el socialismo, el comunismo, la meta final, la empresa colectiva, la igualdad, el igualitarismo, el progreso, la ciencia, la técnica, el Estado o el Concilio Vaticano II.
Por lo demás, el autor –la figura del reaccionario- sale en defensa del individualismo, la autoridad, la jerarquía, el rumbo firme, el catolicismo y Dios. ¿Qué la derecha española con sello de garantía y calidad –la derecha liberal- comparte alguna característica con la derecha reaccionaria? Naturalmente. ¿O es que hay que comulgar, por ejemplo, con la revolución, el comunismo o el igualitarismo? La pregunta es la siguiente: ¿la derecha y ultraderecha españolas responden tout court al modelo reaccionario construido a su medida e intereses por la izquierda española? No.
Protéjanse de los libertadores
De Nicolás Gómez Dávila se ha dicho que es un aristócrata del pensamiento, un esteta con vocación de provocador que se agota en sí mismo o un raro. En el más benigno y generoso de los casos, los críticos afirman que el pensamiento del colombiano es la forma más acabada de arrière-pensée.
Un reaccionario con ecos de Joseph de Maistre y Donoso Cortés que avisa –conviene tomar nota- que los libertadores siempre pasan la cuenta, que exige la intolerancia ante lo abyecto, que advierte que el mundo no está obligado a colmar nuestros deseos, que enseña que con frecuencia no hay por quien luchar sino contra quien luchar.
En buena medida, el autor es un reaccionario crítico –un contestatario del orden establecido- que incita al diálogo: “ser reaccionario es haber aprendido que no se puede demostrar, ni convencer, sino invitar”, concluye. El reaccionario tolerante. Cosa distinta es que agraden o no sus propuestas.
Se dice que Gabriel García Márquez –uno de los adversarios ideológicos de Nicolás Gómez Dávila- declaró que “si no fuera de izquierdas, pensaría en todo y para todo como él”. Cosa que avanzó el pensador colombiano –también conviene tomar nota- en uno de sus escolios: “El progresista siempre triunfa y el reaccionario siempre tiene razón. Tener razón en política no consiste en ocupar el escenario, sino en anunciar desde el primer acto los cadáveres del quinto”.