El proceso fracasado o fracasando

Acercándonos a la Diada deberíamos reflexionar, sobre todo el equipo de Govern –por equipo me refiero a la gente que cobra del Govern, aunque no tenga idea de comunicación–. Un proceso que parecía podía ir bien encaminado hace unos años se ha ido derritiendo con el paso de los meses. Quizás esta reflexión a algunos les llega antes de tiempo, pero seamos sinceros, al final les llegará a todos. La llama se apaga.

No citaremos a Cela para hablar de la diferencia de un gerundio o un participio, pero quizás debamos pedir en voz alta el nombre del genio del Govern al que se le ocurrió recurrir al pasado, exactamente a 1714, para justificar los anhelos de independencia. Supongo qie sería uno de los dos humoristas, antes se les llamaba payasos, que tan felizmente campan por dinero público. Ya saben, el chico ese de Polonia y el de la moto.

La verdad, cualquier inepto en comunicación, hasta yo mismo, sabe que para ilusionar con la duda hay que vender el futuro y nunca recordar el pasado. Hemos visto en estos meses un Govern obcecado en los guiños al pasado, olvidando por completo el futuro.

Es un estilo morriña gallega, que supongo a Mariano Rajoy le ha llevado a la tranquilidad del silencio. Han colocado a dos humoristas en unos actos que los ciudadanos ni hemos entendido, ni en la mayoría de casos hemos conocido. Metidos con calzador en la programación, de la siempre fiel TV3, han pasado con más pena que gloria. Sólo hace falta ver la audiencia que han tenido.

Al final, lo más curioso es que ha sido el propio Govern y sus socios quienes están haciendo fracasar todo el proceso por incompetencia –lo más probable–. Claro que juntarse con otras dos cracks de la comunicación como Forcadell y Casals tampoco ha sido un acierto.

La gente que sólo ha vivido de lo público difícilmente entenderán lo social. Es el caso de Carme Forcadell, a la que poco más se conoce que su pasado como regidora en Sabadell, con más pena que gloria –aunque negará su vinculación política– o Muriel Casals, recordemos que fue comisaria en TV3 en los lejanos años 80 a propuesta del Partido Comunista  –también vinculación bastante ocultada–. 

En esta columna siempre hemos intuido que el proceso fracasaría. Demasiadas mentiras, demasiada manipulación. A la gente no se le puede tratar como en la feudal 1714 a la que los payasos, perdón humoristas, nos querían hacer volver. Por suerte, la gente lee y se documenta.

Gracias a este espectáculo algunos saben que hasta Rafael Casanovas no murió en el sitio de Barcelona, sino que traicionó a los suyos para vivir unos años más tranquilamente. Gracias a ellos ya nadie duda –quiero decir gente informada– que aquello tampoco es que fuera una guerra entre catalanes y españoles.

Pero, ¡ojo! Como en todos los procesos de cambio, fracasar no quiere decir que todos los problemas se solucionen. Bien al contrario. Gracias a Mas, sus socios, sus humoristas y sus amigas, se deja un país dividido, es decir, un país con resentimientos en muchas esquinas y con más deslealtades que lealtades, un lugar propicio para incidentes, cortos, duraderos, o violentos y breves. En definitiva, se trata de un buen lugar para todo, menos para la sana convivencia. Y si no, tiempo al tiempo.