El «procés» sí es del «poble»

Quizás sorprenda el titular a alguno de mis lectores. Vamos a confirmar, por si alguno lo dudaba, mediante datos contrastables porque claramente el procès cap a la independència es del pueblo, es decir, del poble català. Sí, no se asusten.

A algunos nos gusta escribir con propiedad. Esto no es La Vanguardia o cualquier medio subvencionado donde se escribe al dictado del dinero. Como verán cuando decimos del «pueblo», será literalmente del pueblo en el sentido más estricto y tradicional de la palabra.

Naveguemos por los datos de las últimas elecciones municipales del 2015. Sumando en el conjunto de toda Cataluña, los votos de los tres partidos claramente independentistas –vamos a darle a CiU esa característica aunque ni el astuto Artur Mas se la crea más que en sueños– son, a día de hoy, el 44,56% de los votos, es decir el 26,08% del censo de los catalanes con derecho a votar.

Consideremos ahora sólo el voto más urbano. Todas aquellas ciudades de más de 80.000 habitantes. Es decir, en total, nueve ciudades en Cataluña según los últimos datos censales disponibles. Por número de habitantes: Barcelona, l’Hospitalet del Llobregat, Badalona, Terrassa, Sabadell, Santa Coloma de Gramenet, Mataró, Cornella del Llobregat y Sant Boi del Llobregat. Aquí el voto independentista cae más de un 10%. Sobre el censo total de votantes (más abstención en zonas urbanas) baja por debajo del 20%. Es decir, sólo uno de cada cinco votantes censados votó a un partido independentista en las zonas urbanas de Cataluña.

Vamos ahora a considerar Cataluña, excluyendo estas nueve zonas más urbanas. No creo que les sorprenda si les digo que el voto a partidos independentistas sí que supera el 50%. En concreto, llega al 51,42%. Eso sí, sobre el censo apenas pasa unas décimas: del 30%, al 30,23%. O sea, que el proceso efectivamente ha calado más en el poble, pero en el poble –pueblo– como concepto territorial no como conjunto de personas que diría el astuto Artur Mas.

Desde finales del siglo XIX, las ciudades han sido el motor de las economías. Cataluña, en buena parte y por no decir en su mayoría, progresó gracias a su capital urbano. Por concepto, en las ciudades fluyen más los flujos de información que en las zonas rurales.

Algunos lo entenderán como un desprecio, pero quienes venimos de antepasados rurales somos bien conscientes del tema. Parece, entonces, que la estrategia de Artur Mas ha calado, sobre todo, en el poble, pero en el pueblo como entidad territorial antigua, con unos mecanismos de información pobres y reducidos, en general, a un entorno cercano. ¿Recuerdan el feudalismo?

A algunos no nos extraña. Todo es fruto de la política de hablar más del pasado de Cataluña que de una Cataluña futura. Artur Mas, cada vez más claro que poco astuto, no sólo ha enfrentado a un país, sino que ha vuelto a traer a colación una división territorial entre un entorno rural, menos informado, y un entorno urbano, más progresista y sobre todo mucho más informado. Se ha pasado el día hablando de un supuesto pasado glorioso cuando, curiosamente, en Francia desembocó todo ello en cortar cabezas. Pero aquí cómo nos adoctrina la «independiente TV3 «.

Quizás algunos estén encantados en volver a la guerra dels Segadors o hasta a pelar patatas en el campo. Yo que mi familia era de tener vacas, cerdos, gallinas y ovejas lo veo extraño. Y que nadie dude que en democracia todos los votos valen igual. Por eso mismo alguien debería explicar al astuto Artur Mas cómo se llega a la independencia con un 26,08% del censo de votantes a favor.

Y cómo se explica al mundo que el 74% o vota otras opciones o en pocas palabras le importa un huevo su independencia. Aunque quizás es más sencillo. Simplemente Artur Mas siempre ha descubierto su personalidad real: un tipo rural, un tipo estilo feudal, que quiere sólo su castillo y su reino. Es decir, un «mata ciudades» o un «mata progreso» cualquiera. Un tipo, en definitiva y simplemente, en el sentido peyorativo, de pueblo.