El procés: del populismo de derechas al de izquierdas
El proceso independentista catalán ha acuñado un término archiconocido: el procés. En los diccionarios oficiales en castellano y catalán, hacen referencia a la «acción de ir hacia adelante» o bien a la «secuencia de fenómenos que van ocurriendo de forma continua y progresiva». No hacen referencia ni a cuándo acaba ni hacia dónde se dirige.
Por ello ya se ha acuñado un nuevo término: el processisme (procesismo), que define a la cosa, que siempre está en fase intermedia y en el que se ha instalado mucha gente que ya vive de ello, políticos y periodistas incluidos. Un buena analogía sería la película El día de la marmota, donde todo ocurre de forma repetida una y otra vez.
El movimiento independentista se ha exacerbado desde la crisis económica del 2008, aunque el nacionalismo catalán contemporáneo arranca en los años ochenta del S.XX con un líder carismático, Jordi Pujol, que gobernó durante 23 años intentando construir la nación catalana.
Mucho se ha escrito sobre la analogía del nacionalismo con el fenómeno actual del populismo. Existe consenso en que los populismos son movimientos contestatarios, liderados por líderes carismáticos y redentores que saben aprovechar las crisis históricas para enfrentar al «pueblo» contra la «élite o la casta», agitando las pasiones identitarias.
El populista decide quién es el pueblo, quién es la casta y los contrapone desplegando un discurso anti elitista en nombre del pueblo soberano. Entre los rasgos del populismo está la protesta, la polarización y la provocación victimista. Suelen seducir al «pueblo» con recetas simples (nacionalismo, xenofobia, proteccionismo,…) para solventar problemas complejos (crisis económicas, crisis migratorias, crisis étnicas…).
Los populismos arraigan tanto en regímenes de derechas como de izquierdas (Peronismo, Chavismo, Syriza, Movimiento 5 estrellas, Podemos, Brexit, Trump, etc). En España tenemos actualmente el procés independentista catalán, que atesora todas la características e ingredientes de un nacionalismo populista , un «pueblo» (el catalán, pero solo los independentistas), una «casta» (España y todos los que se sienten españoles) y los diversos «lideres» que van sucediéndose (Pujol, Mas, Puigdemont y Junqueras) para confrontar al pueblo contra la casta, para liberarlos.
Veamos un ejemplo práctico de cómo ha transcurrido el nacionalismo populista catalán de 2010 al 2017, que se ha tirado al monte, visto en dos periodos: uno conservador y otro progresista (muy incipiente). En el ejemplo haré hincapié en el sector sanitario por ser el de mayor peso presupuestario y afectar a toda la población.
1.-Periodo de populismo nacionalista catalán conservador (2010-2015). Con la tierra abonada durante 30 años de nacionalismo pujolista y en plena crisis económica, parece ser el momento propicio para acusar a España de todo y sacar rédito populista. Hay un desplome de los ingresos y el Govern de Artur empieza su sinfonía de recortes sociales indiscriminados. España está en quiebra y prácticamente intervenida por la UE y el FMI, ¡hay que echarse al cuello de España, pues está herida y débil!
En 2011, en el contexto de las protestas sociales del 11M por la grave afectación en las clases medias y trabajadoras, se produce el asalto al Parlament de Cataluña por los antisistema y Artur Mas tiene que llegar en helicóptero. Después de la diada de 2012, el President Mas parece ver la tormenta perfecta para sacar tajada. Con una masa de electores regalada para ganar elecciones, decide transformarse y erigirse en el Mesías (foto electoral con los brazos abiertos), guiar al «pueblo » (de independentistas) en contra de la «casta» (España, que nos roba), exacerbando los sentimientos de la nación étnica construida por Pujol durante décadas y llevarla a la tierra prometida (un estado propio).
El sistema sanitario catalán del periodo correspondió al consejero Boi Ruiz, que se aplicó en los recortes económicos como respuesta a la crisis, se disminuyó el presupuesto un 15%, la plantilla de sanitarios un 10%, los salarios hasta un 20%, se cerraron plantas de hospitales y camas en turnos diversos.
Todo ello disparó las listas de espera (pruebas diagnósticas y cirugía). Por lo que se ha afectado la equidad de acceso al sistema sanitario a los más necesitados. Y todo ello en un contexto de privatización de los servicios sanitarios a proveedores amigos, con clientelismo político y denuncias por casos de corrupción.
Había un poso nacionalista populista de derechas, que tenía que justificar los recortes al «pueblo» para resolver lo que nos hacía la «casta» (España).
2. Periodo de populismo nacionalista progresista (2016-2017). Con la llegada de Oriol Junqueras al Govern de Junts pel Sí, en enero de 2016, asume la consejería de Hacienda y encarga a Toni Comín que se haga cargo de la Consejería de salud. A partir de ese momento, con una versión política contrapuesta se cambian las políticas del Govern nacionalista, pero para llegar al mismo sitio, la independencia, con una hoja de ruta de 18 meses y con un menú claro: desobediencia al estado de derecho español, referéndum o referéndum, elecciones plebiscitarias y constituyentes.
Toni Comín cambia radicalmente de estrategia, pero por lo visto no para mejorar la sanidad, ámbito del cual no procede ni parece conocer suficientemente. Si no para captar nuevos adeptos independentistas en la izquierda y entre los soberanistas del dret a decidir, con recetas populistas difíciles de conseguir.
Por ejemplo promete la solución a las listas de espera y la financiación de la sanidad catalana con 1.000 millones que, según dice, conseguiría con la independencia. Promete la ley catalana de la sanidad universal para corregir un decreto injusto del gobierno central en 2012, que en la práctica no se aplicaba en Cataluña. Promete la reproducción asistida a las mujeres del colectivo LGTBi y solteras. Lanza el globo sonda de la compra pública del Hospital General de Catalunya de forma frívola y poco meditada. Su propio socio en el Govern, el PDECAT (Montserrat Candini), acusa a Comín de «querer contentar a la izquierda en lugar de a los pacientes». El Govern Puigdemont no ha impulsado en 2016 ni cinco leyes cuando en años previos se promulgaban más de 40 y además está fuertemente endeudado, lo que no hace creíble la venta de humo.
El ideario político del conseller Comín, lo expone él mismo en un artículo (eldiario.es, 23/04/2016), donde afirma que «nuestro proyecto político es intentar hacer una república independiente de forma pactada con España y si no es posible pactarlo, hacerlo igualmente». Comín ha venido al Departamento de Salud ( como podría haber ido a otro) con un encargo político claro, tiene a su disposición 9.000 millones de euros al año, para cubrir escasamente la sanidad catalana, pero con una intencionalidad clara para contentar a electores de izquierda para su proyecto independentista.
Mientras tanto, observamos sólo empezar 2017 que, entre otros, hay 65.300 niños en lista de espera para especialista, un 14% más que en 2015. Para pruebas diagnósticas en niños se han incrementado las esperas un 44% y cirugía un 9%.
El objetivo político ha sido impulsar un procés independentista sustentado en un nacionalismo étnico (identitario, esencialista y supremacista) para acabar con la nación cívica española y su patriotismo constitucional.
Todo ello desde dentro del propio estado nación español que le ha legitimado. ¿Cómo lo han llevado a cabo? Mediante dos versiones políticas consecutivas pero contrapuestas, la primera con un nacionalismo populista conservador de CiU y la segunda por un nacionalismo populista progresista, pilotado por ERC con la ayuda de la CUP e intentando atraer a los soberanistas del derecho a decidir.
Solo esperamos, que el Estado nación español, con todas sus organizaciones políticas haga lo que haría todo Estado social y democrático de derecho: defender a la ciudadanía ante esta amenaza y trabajar con todas la entidades y organizaciones democráticas involucradas.